Hace unos días, en una viñeta referida a la Navidad, aparecía en el cielo un mensaje de Jesús que decía:
Por mi cumpleaños no me compréis nada. Tengo de todo. Me conformo con que os améis los unos a los otros.
Jesús
Jesús no pierde la esperanza porque está más allá del tiempo, y lo que desde un determinado nivel aparece como conflicto, insensibilidad, odio y persecución, se percibe desde otro como un estímulo para actualizar el potencial de amor que somos.
La paz se hace con el contrario, con el que piensa distinto pero está ahí y es inútil pretender que desaparezca. Si queremos acelerar este proceso a lo mejor conviene reforzar al que lleva la peor parte en la pelea porque el que cree que está ganando no se plantea sentarse a discutir.
Para concretar podemos hacer una lista de personas a las que conviene apoyar y ver por qué motivo se las considera enemigas de algo o de alguien. Una primera revisión nos presenta a los más perjudicados: los inmigrantes ilegales, los desahuciados por impago de hipotecas y alquileres, los políticos que combaten las leyes injustas, los enfermos y ancianos que precisan cuidados, los que no tienen trabajo o cobran una miseria, etc. Toda esta gente son causantes de desequilibrios en la sociedad porque reclaman más atención de lo que estamos dispuestos a prestarles. En muchos casos son explícitamente rechazados y perseguidos.
Si repasamos la atención que Jesús prestó a los equivalentes de su tiempo nos encontramos con endemoniados, enfermos, paralíticos, leprosos, recaudadores de impuestos, extranjeros y mujeres de mala vida. Todos ellos estaban mal vistos por la gente de bien, incluso los enfermos a los que supuestamente Dios había castigado por sus pecados o por los pecados de sus padres. Así que lo que hacía Jesús era ponerse del lado de los malos. Por eso lo crucificaron. Y lo hicieron en base a las leyes que había en aquel momento. Porque siempre hay leyes, y nunca protegen a los débiles.
También es posible que nos hayan colocado a nosotros el cartel de “enemigo”. Sucede cuando no seguimos la corriente y molestamos a los que temen los cambios. Pero siempre son los demás quienes nos declaran enemigos a nosotros. Y no tenemos porqué aceptar esta etiqueta ni dar muestras de pleitesía o subordinación para intentar contrarrestarla. Lo mejor es hacernos especialmente presentes, resaltando nuestra identidad, nuestra fortaleza interior y nuestra participación consciente en esta realidad que todos compartimos.
No olvidemos que, por desgracia, nuestro principal crítico y represor es el personaje que todavía llevamos inserto en la mente. Y cuando conseguimos dejarlo atrás para situarnos en el nivel que opera desde la conciencia, nos basta con pocas cosas. Nos basta con percibir en el otro su lucidez, su voluntad y su entrega para hacer un mundo mejor; no necesitamos combatir con nadie. Esta es la paz y seguridad interior que después podemos expresar y encontrar en nuestro entorno.
Que el 2020 sea un año de afirmación para todos, en la personalidad y en el espíritu.
Siempre me he preguntado porqué tengo debilidad por los afligidos, los más vulnerables, los que sufren; porqué me fijo e intento tender mi mano a aquellos que a nadie parecen importarle. Quizás me recuerden mi propia desorientación y sufrimiento en algunos momentos en que yo también he necesitado sentirme acogida, tenida en cuenta, acompañada.
De lo que a veces no soy consciente es de que en ocasiones soy yo misma la que necesito tenderme la mano, tratarme con más cariño, ver las caídas como parte del proceso; en definitiva, mirarme a mí misma y a la vida con los ojos amorosos de la niña que soy.
Los que de verdad quieren hacer un mundo mejor se encontrarán
Muchas veces me ocurre, que cuando quiero comprender las causas, los motivos, o las diferentes posiciones de una situación, termino encontrando ciertas paradojas. Hace poco he visto este pequeño documental, donde hablan unas personas que han vivido de la manera más dura el rechazo y la incomprensión. Yo por un lado podría decir que son la parte débil de un mundo egoísta y deshumanizado. Escucharles y verles me hace pensar que tienen dentro más vida, brillo, coraje y fuerza que muchos, y los veo como un estímulo.
Aquí dejo el enlace del documental;
https://youtu.be/eOQBSUTsCb0
Magnífico. Totalmente de acuerdo con que son un estímulo. Y fíjate como el interés por ellos se te devuelve en forma de luz. Esta es la naturaleza del amor.
Pues sí; efectivamente son un verdadero estimulo, estupendo el documental Laura y muy indicado para el artículo escrito por Jordi.
Muy interesante este chico Mamadu que se dio cuenta que decirle a los demás sistemáticamente lo que tienen que hacer no sirve de nada y estupenda la frase: “la diversidad es una riqueza, y no una amenaza como nos la venden”
Gracias Jordi y Laura.