Mi experiencia en el Seminario del Evangelio

Ayer regresé a casa después de hacer el Seminario de interpretación del Evangelio según la línea de Antonio Blay con Jordi Sapés, en la Abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas y estoy conmocionada. Esa es la palabra que venía a mi cabeza para definir cómo me sentía al salir de allí. Y como soy muy «fina» y quería contároslo para haceros llegar la frescura de mis impresiones, he buscado en el diccionario el significado de la palabra y he encontrado que «conmoción» es el movimiento o perturbación violenta del ánimo o del cuerpo. Así que ahora, puedo decir de verdad que me sentía conmocionada.

Fui a aquel lugar, casi al otro lado del mundo, tras un largo viaje en tren desde mi Zaragoza natal, al encuentro siempre añorado y deseado con Jordi, Mª Pilar y un grupo de personas hermosas a las que siento como compañeros en el sendero de la autorrealización y el despertar.

Esta vez éramos pocos, muy pocos, tanto que en principio era fácil sentir lástima porque tanta gente se estuviese perdiendo la oportunidad de aquel encuentro. Pero las cosas suceden siempre por algo. Y ese encuentro de tan solo siete almas acabó siendo un encuentro místico al que se sumó la primera tarde el Superior del monasterio que se muestra francamente interesado por conocer el Trabajo de Blay de la mano de Jordi. La segunda tarde nos visitó sin ser esperada la hermana Muerte, para hacernos un guiño a través de la experiencia de nuestro amigo Carlos que, habiendo iniciado el seminario con nosotros, hubo de partir para acompañar a su hermana en el hospital debido al agravamiento súbito e inesperado de su enfermedad terminal.

Defino el encuentro y el trabajo realizado como místico, avalada una vez más por el diccionario que me indica que la mística es «la experiencia de lo divino». Y es que el seminario trata de eso: de experiencia. Así que, aunque yo abra hoy la ventana de Internet para contaros la mía, se me hace evidente que no puedo haceros llegar el mensaje que el Evangelio tiene para cada uno de vosotros, por más que estéis realizando el Trabajo.

No. La alquimia solo es posible cuando el alumno dispuesto a recibir, recorre medio mundo hasta aquel lugar, se postra humilde ante las palabras, pone en juego sus potencialidades e indaga en busca del sentido. Solo así puede acceder al resultado de su acción y comprende que el proceso ha sido necesario cuando en un determinado momento durante esos días siente la mirada de Dios sobre su alma.

Pero quizá es posible que quien lea estas palabras no sepa de qué estoy hablando. Me explicaré. El seminario del que hablo es el que organiza Jordi Sapés para el estudio de Evangelio según la línea de Antonio Blay desde hace pocos años y que se celebra por tercera vez en el monasterio de Dueñas. Suelen acudir a él algunas personas de este grupo que están en el Trabajo de autorrealización según Blay y pertenecen al entorno de ADCA, pero sinceramente creo que la mayoría no sabe qué ocurre allí y no alcanza a imaginar lo potente que puede ser aquella experiencia para estimular y acrecentar su avance en el Trabajo.

Lamento que el evento no cuente con una asistencia más nutrida de aquellos que, como yo, están comprometidos con esta locura bendita derivada de haber encontrado a Blay y a Sapés en su vida. Por eso, hoy, en las primeras luces del día siguiente a mi experiencia, tal como se dirigía María Magdalena al sepulcro de Jesús según cuenta Juan («La tumba vacía» Juan 20, 1-18), enciendo la pantalla del ordenador para gritar a los cuatro vientos que lo que encontré allí debe ser transmitido y que nuestra obligación como seres despiertos es difundir el Mensaje.

¿Qué Mensaje?… Ya sabéis muy bien cuál es. En particular lo decían las últimas palabras del pasaje de Juan que me tocó analizar cuando Jesús llamó a María por su nombre y ella… comprendió. Un Mensaje que está allí escrito desde hace tropecientos mil años, que se ha leído y se lee en los púlpitos de iglesias católicas y no católicas millones de veces y que yo misma he escuchado mil veces sin comprender, porque el néctar del conocimiento se entrega a la humanidad envuelto en velos de misterio que solo el iniciado sabe apartar para acceder a la Esencia.

Ese iniciado en este seminario es Jordi Sapés, que indica la ruta por la que avanzar entre las palabras del Evangelio pero solo la señala, dejando que cada uno camine la senda con sus propios pies, desbrozando el ramaje con un sencillo diccionario que pone sentido y significado comprensible a las palabras claves que encierra el texto. Y así, después de unas cuantas horas inclinado en grupo sobre los textos, poniendo en juego sus capacidades, el alumno ve cómo va apareciendo el significado real de las palabras y la intención precisa con que fueron dichas y transmitidas.

Pero no queda ahí la cosa, no señor. Este sobrio maestro, apasionado por la realidad que sabe que Es el mismo y que Somos todos, nos espera al final de la senda desbrozada para dar un último toque magistral y empujarnos amorosamente, como la madre empuja a su cría para que abandone el nido y aprenda a volar, animándonos y ayudándonos a encontrar en el Evangelio la aplicación práctica a nuestra biografía y a nuestra historia personal.

Y entonces …entonces, uno comienza a ver cómo esas palabras se dirigen única y exclusivamente a sí mismo. Cómo detallan los pesares transcurridos en la anhelante búsqueda de respuestas, las subidas y bajadas de su propia noria existencial, los atisbos de claridad entre las brumas… Y sobre todo, uno ve la necesidad de seguir adelante y de comprometerse con Eso. Eso, que se anuncia ahí y que es el Mensaje que vino a traernos Jesús.

Después de esa sesión del seminario que no necesariamente es la última, pero que a mi me ha resultado la más contundente, ya sobran las palabras y te dedicas solo a entregarte. A la experiencia de Dios en el coro cantando con los monjes, a la conexión íntima y poderosa de la Comunión, al afecto de los compañeros…

Y si alguien aún se está preguntando: ¿por qué hacer allí el seminario?, ¿por qué en el monasterio?, creo que ya habrá entendido que resulta la redoma adecuada para que se realice la alquimia de la apertura a Dios a través del Evangelio, al amor de la Liturgia de las Horas.

Solo deseo que mis palabras animen a mis compañeros en el Trabajo a disfrutar en algún momento de este Seminario ya que estoy segura de que, una vez que lo saboreen, no querrán perderse la edición de cada año porque habrán experimentado el potente espaldarazo que supone para su camino personal.

Espero que a quien en el futuro se abra a esta alquimia le quede en su interior la misma idea que yo he comprendido en esta ocasión: este mundo debe cambiar y es evidente que yo no puedo hacerlo. Sin embargo… no he de dejar nunca de intentar cambiarlo.

9 comentarios en “Mi experiencia en el Seminario del Evangelio”

  1. Gracias Pilar, por compartir tu experiencia en Dueñas, con tanta claridad, belleza, y que has sabido trasmitir, acercar tu experiencia profunda, a todos nosotros.

  2. Gracias Pilar, me ha entusiasmado y cautivado, leer tu experiencia. Como a ti Dueñas, el Monasterio de Oseira, me ha dejado su gran huella. Así que espero en breve tambien ir a Dueñas.
    Cruz

  3. Bueno Pilar, enhorabuena por el artículo, yo que tuve la oportunidad de asistir hace un par de años doy fe de lo absolutamente recomendable que es esta forma de interpretar los evangelios, una verdadera brújula Esencial imprescindible para no perderse en los vastos terrenos del personaje, todo un placer leer tus reflexiones.

  4. Este seminario es sin duda una excelente oportunidad para profundizar en el camino hacia el Ser esencial. Con la reorganización de fechas que ha propuesto Jordi, espero poder acudir el año que viene. Hace dos años lo pude disfrutar y como bien dices, Pilar, la experiencia es transformadora. La nueva interpretación del evangelio que se propone desde la perspectiva del Trabajo, nos hace adentrarnos en una visión mucho más amplia y que yo al menos no contemplaba. Gracias Pilar por compartir tu vivencia con nosotros.

  5. Tocaya me recuerdan tus palabras a lo que sentí al volver este año de Oseira y tras escuchar de nuevo los audios donde el Jordi nos desbroza la palabra del día…¡la palabra está viva! Y parece mentira que dosmil y pico años después tenga tanta vigencia como entonces. Pero es verdad lo que dices, se nos escapa, y mira que hemos ido veces a misa y hemos oído una y otra vez el mensaje. Lo que dice el Jordi es verdad, está encriptada para que tengas que hacer un esfuerzo para comprenderla y estar en un estado de conciencia adecuado para recibirla. Por eso mismo es un tesoro, y un tesoro que acrecienta su valor conforme pasa el tiempo, como el buen vino o las piedras preciosas. Porque conforme pasa el tiempo y vas adquiriendo más conciencia vas entendiendo más cosas, vas viendo más señales para tu propia vida. Está viva porque se renueva en cada persona, va a cada uno, por su propio nombre. Dices bien, mi niña, cuando comentas que la de Magdala oyó su nombre, la llamó por su nombre…a cada uno nos llama por nuestro nombre. Allí nos veremos el año que viene. Hay que hacer ese esfuerzo. Porque mucho llorar y pedir ayuda pero para que te toque la lotería, como se dice en el sur, hay que comprar el boleto, ¿no?

  6. Pilar, me emocionó mucho leer tu relato y recordé la impresión que me causó cuando acudí la primera vez a éste seminario. Me sorprendió muchísimo ver como mis propios procesos estaban siendo sacados a la luz junto a la interpretación que se iba desarrollando. Que algunas veces he sido la Magdalena, otras veces Marta, María, Pedro o Judas. Y allí fue donde me di cuenta de la infinita capacidad de comprensión que la figura y las palabras de Jesús representan; y que al final él también está dentro. Ésta comprensión yo personalmente la necesitaba.

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