La alegría en la vida cotidiana

Quisiera comentar la necesidad de parar un poco más la atención en nosotros mismos a la hora de realizar  nuestras acciones, para que éstas expresen y actualicen no sólo la energía y la inteligencia, sino también el amor que somos.

El caso es que, en ocasiones, nos encontramos con que, a pesar de intentar atender todas nuestras obligaciones (ya sean laborales, familiares, de relación…) con mucha responsabilidad y entrega, al final  nos queda una sensación de cansancio y  el sentimiento de habernos sacrificado, lo que nos crea  insatisfacción.  En esos momentos, echamos de menos la gratificación y de plenitud que esperábamos sentir; como si hubiéramos dado algo y no  recibiéramos nada a cambio.

Si toda la capacidad de sentir amor, gozo y felicidad surge de nosotros, de nuestro centro, está claro que,  cuando sucede esto, a nuestras acciones les falta algo: alegría, gusto, entusiasmo…. Se trata de expresar a los demás nuestra felicidad, para  permitirnos  sentirla. 

Hablo de estar conscientes el mayor tiempo posible para impregnar nuestros actos con un toque de alegría, de atención al otro,  de disfrute…Este ingrediente hace que vayamos actualizando  el amor que somos.

Todas las  situaciones personales pueden servir de estímulo para que,  conscientemente,  nos obliguemos a expresar nuestra felicidad, encontrando placer en eso que hacemos.

Blay dice que expresión y recepción van juntos y los compara con la respiración: “Cuanto más aprendo a expulsar el aire, a expresar, más libre y más disponible quedo para poder recibir a fondo”

A mí me parece importante tenerlo presente y ponerlo en práctica cada vez más, porque compruebo que mi vida se enriquece y va cobrando más sentido. Y vosotros…. 

 ¿Qué opináis?

6 comentarios en “La alegría en la vida cotidiana”

  1. A mí me parece muy importante entender que la alegría y la felicidad son posibles en situaciones complicadas. Claro que podemos compartir la felicidad que somos en la celebración de una boda o un bautizo y regocijarnos con los contrayentes o los padres; pero sin duda los más felices en estos eventos son los propios contrayentes y progenitores, porque ellos son los protagonistas reales del mismo, los que han actualizado su potencial de amor concretándolo en el nacimiento de una pareja o de un hijo. Se han “complicado la vida” buscándose responsabilidades.

    Así que si nos situamos en un ambiente desfavorecido, en el que se pone de relieve el sufrimiento y la limitación de las personas, la posibilidad de ser protagonistas de la felicidad está mucho más a nuestro alcance. Basta muy poco para hacer feliz a una persona desvalida. No me refiero a hacerla feliz de por vida, quizás la hagamos feliz solo por un instante, pero es que la pareja y el recién nacido tampoco tienen asegurados la felicidad de por vida.

    En cualquier caso, su bienestar, tanto la de los primeros como la de los segundos, no depende para nada de nuestros sentimientos: ni de nuestro regocijo, ni de nuestra compasión; depende de lo que hagamos para ellos, de lo que reciban de nosotros. La felicidad está en dar, en darse; porque para dar hay que tener y dando es como uno se entera de que tiene. Y tal como dice Isabel, tenemos a diario muchas oportunidades de hacerlo.

  2. Pues es una buena sugerencia, voy a intentar practicarlo, ya que la costumbre es hacerlo todo con el máximo esfuerzo y como es debido, con lo que queda poco espacio para el gozo y la alegría.

  3. Si efectivamente, hay muchas oportunidades para manifestar el amor que somos. Al principio se trata de estar atentos al proyecto de dar, acoger, atender, y ponerlo en práctica. Mostrar simpatía, cariño. A veces solo basta un gesto, una mirada, si la intención está viva y presente.
    Por supuesto que esta manifestación no depende de lo que pasa. Cuanto más la ejercemos, incluidas las acciones que también dirigimos hacia nosotros, más se pone en evidencia lo connatural de la manifestación, que es porqué sí, sin motivo, simplemente porqué es, y mana del centro sin pausa.

  4. Cuando yo llego al entorno del trabajo , revestido de un personaje intuído y por descubrir, llevar a cabo acciones impregandas de gratuidad , alegría o amor hacia otros , resulta en ocasiones un pequeño rompecabezas mental, en el sentido de que uno trata de discernir si aquello realmente responde a un mecanismo adquirido por el personaje, o si realmente se trata de una verdadera actualización de lo que uno es. Ante estas siatuaciones, en el mejor de los casos pongo atención en ver y suelo descubrir que o bien en el fin de la acción habia un interés mas o menos inmediato, o que al personaje le encanta regocijarse en el yo ideal que por unos instantes ha conseguido encarnar… Lo que me da miedo es que esto llegue a paralizarme, como enfocar este dilema?

  5. El dilema se resuelve sin prisas, sin aprensión a hacerlo mal, puesto que ese temor puede como dices, llegar a inhibir la acción; aquí el personaje está juzgando. No se trata de juzgar sino de observar con la tranquilidad que da saber que uno está trabajando en ello y que se trata de un proceso que dará sus frutos cuando llegue el momento. Cada uno tiene su ritmo, su momento. El trabajo consiste en seguir observando las actuaciones del personaje para verlo con claridad. No hay que temer al personaje, hay que verlo sin más. Y paralelamente practicar el despertar que es lo que dará la experiencia real de gozo y amor.
    El personaje utiliza el afecto para preservar sus intereses y para que le quieran, mientras que el sujeto despierto practica porqué estima a las personas desinteresada y gratuitamente, es decir sin condiciones, sin pensamientos para conseguir algo. Por más escondidos que estén los pensamientos interesados sobre alguien o una situación, son sin duda los que guían las acciones, y hay que observarlo afinando cada vez más, para discriminar quien manda y ver si es el personaje o es el sujeto el que protagoniza el vínculo afectivo.

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