Otra característica que ha de reunir el amor -y muy importante, yo diría que la base del secreto de amar es que en este aprendizaje que decimos, hemos de procurar expresar el amor, sentirlo y proyectarlo pero apoyándonos cada vez más en nosotros mismos, no en el objeto o persona que amamos. Amar es ejercitar una facultad que tenemos dentro, es expresar una realidad de inteligencia, con la voluntad y la energía.
El amor se desarrolla de dentro a fuera. Cuando amo estoy desarrollando está realidad, esta capacidad que hay en mí, estoy desarrollándome ya de hecho, estoy tomando conciencia de mí mismo, estoy siendo más yo mismo. Por lo tanto amar no es hacer un favor al otro ni tampoco esperar recibir un favor de él. El favor es poder amar, poder desarrollar yo mi capacidad, poder vivir mi ser. Es que estamos acostumbrados a amar sólo en la medida en que el otro se nos ofrece como amable o estimable, en que cumple unos requisitos, unas necesidades, unos deseos nuestros. No hay duda que es así como surge el amor, que éste es el mecanismo inicial de brote del amor. Pero quien quiera desarrollar un poco más el amor ha de aprender a tomar conciencia de su amor como facultad propia y a ejercitar el amor simplemente por el hecho del amor mismo, por la fuerza misma del amor, porque el amar no hace sino expresar su realidad interior, vivirse más plenamente, ser más yo.
Hemos de trascender el criterio que tenemos, de que yo amo sólo en la medida en que el otro me pone buena cara, me ayuda, me hace un favor, se compenetra conmigo, me ama, me corresponde. No hay duda de que a nivel humano todos necesitamos correspondencia, mimo, seguridad afectiva. Esto es natural y humano. Pero el que quiera desarrollar y madurar en el amor ha de descubrir que el amor no se basa esencialmente, no se apoya en el otro ni depende del otro, sino que depende de sí mismo y que aunque yo, por ejemplo, no tuviera a nadie en concreto en quien poder confiar o si el otro no está a la altura de mis exigencias, de mis necesidades o de mi calidad interior, no obstante yo puedo amar, pues esto no ha de detener mi amor. He de aprender a amar cada vez más, pero siempre con la cabeza más clara.
Entiéndanlo bien porque siempre que se habla del amor ocurre lo que decíamos el día anterior, que se confunde tanto con una actitud de sumisión, de entrega, de pasividad, con algo blando que al decir que hemos de amar más, parece como si estuviésemos afirmando que hemos de ser más blandos, más pasivos, más conformistas y aceptarlo todo. No, las situaciones las hemos de resolver según la naturaleza de la situación, según las posibilidades y lo que sintamos que es necesario después de verlo bien todo. Esto hemos de hacerlo con la máxima energía o con la energía y decisión, no por impulsividad, ni por enfado, sino después de verlo claro y sentirlo así de un modo sereno.
Paralelamente a esta actitud de claridad y energía que son las dos cualidades que han de acompañar al amor, tengo que ir descubriendo que he de amar apoyado en mí mismo, en mi propia facultad, que he de amar por las buenas, porque yo soy amor, porque mi ser está constituido básicamente por amor, como está paralelamente constituido por inteligencia y por voluntad. He de apoyarme más en mi interior, no tanto en el exterior. Es estupendo descubrir que uno puede y debe amar simplemente porque el amor es la fuerza más profunda de uno mismo y la que más llena. Por este solo descubrimiento queda uno emancipado, libre de los demás. Y si hemos de amar, hemos de ser libres. No puedo amar si dependo interiormente de la persona amada. El amor sólo es verdadero amor cuando se da libremente. Si yo dependo de alguien porque aquel alguien está satisfaciendo una necesidad mía a, b, o c puedo tener algo de amor, pero en la medida en que dependo no amo, porque en cuanto hay una dependencia necesaria, interior -no una dependencia de vínculos externos, de asociación, de lazos familiares o de alguna clase de relación jurídica y sino dependencia del yo, dependencia interior-, no hay amor.
Pues bien, cuando uno descubre que debe amar y que puede amar porque al amar «yo soy más yo, más mí mismo, más auténtico», entonces descubre que no depende del otro; ya no necesita de un modo absoluto buscar a alguien que esté hecho a su medida, que le acepte, que le comprenda, que le diga que sí. Uno puede amar con la misma naturalidad con que respira, con la misma naturalidad con que piensa, comprende y quiere.
El amor al principio tiende siempre a dirigirse a un objeto y sólo después uno va descubriendo paulatinamente que lo más real en el amor no es el objeto, sino el sujeto. Tampoco el sujeto en tanto que persona: el verdadero sujeto del amor es el amor. Que el verdadero sujeto y objeto último del amor es el amor mismo.
Antonio Blay, extracto del libro Plenitud en la vida cotidiana: caminos y senderos hacia la autorrealización humana
Me encanta el artículo, pues de manera sencilla y directa aporta una visión nítida sobre un tema que creo es causante de muchas confusiones y sufrimientos. Confundimos amar con una actitud pasiva de recibir y damos dosificadamente en tanto que nos dan a nosotros. Se nos han enseñado, sobre todo a las mujeres, a quedarnos sentadas esperando al hombre de nuestros sueños, quien presumiblemente nos colmará de dicha. Así es como confundimos el amor con ese aspecto blando del que se habla en el texto. Efectivamente, amar no es aceptar todo, someternos, ser más buenos o diligentes. Cuando entendemos el amor así, aparece el aspecto de reciprocidad: yo doy para que me den y obviamente ahí el amor brilla por su ausencia. Por eso, me parece fundamental el aspecto de energía y decisión que atribuye Blay al amor.
Amar es libertad, soltar. Como bien dice Blay: “No puedo amar si dependo interiormente de la persona amada. En la medida en la que dependo no amo.” Mi experiencia me dice que el amor es serenidad interior, es una luz interna, un fuego que arde de manera intensa y a la vez sosegada desprendiendo ese calor que nos acaricia desde lo más profundo en un gesto natural, sencillo, al mismo tiempo que envolvente. Amar es sin duda ser cada vez más yo misma, porque conforme me acerco más a lo que soy, soy más capaz de ver al otro en toda su profundidad.
Es totalmente asi Leire, el amor no levanta barreras no guarda, da es libre, se abre una nueva conciencia de lo que es, y comienzan a surgir propósitos que considerabas imposibles, porque ¡claro!si el otro no responde no me voy a molestar. Ahora ves tu deseo y lo conviertes en propósito, haces lo que tienes que hacer, no hay impedimentos, solo acción, amor e inteligencia.Te sientes libre, vuelven a surgir mas cuestiones pendientes, para resolver, mas propósitos, algo se abre dentro de ti y te ilumina
Además de estas buenas reflexiones acerca del amor, quiero añadir que todo esto que propone Blay y que es parte del Trabajo te va llevando a ver lo que en principio no se suele percibir; El Amor estuvo y está presente siempre; en el fondo de todas las situaciones.