Cuando me pidió Miquel hace ya tres semanas que escribiera algo sobre la despedida de mi hermana Mar, me pareció tarea fácil, pero he ido posponiéndolo, sin saber muy bien por qué. La gente me pregunta qué tal estoy muy a menudo. Necesariamente les contesto que bien, porque es así. Pero ese retraso significa que hay algo más. Querer hablar de la muerte de un ser querido siempre es difícil. El yo ideal también quiere estar presente: el artículo tiene que ser el mejor del mundo. Jeje, siempre el personaje de por medio.
Ha sido muy duro, muy doloroso. Hace cuatro meses que ella me dijo que tenía algún síntoma, hablando tranquilamente en un bar; hace menos de tres meses que le diagnosticaron de cáncer. 60 años son muy pocos hoy en día; prácticamente queda una tercera parte de la vida por vivir. Antes, y todavía ahora, pienso que es injusto, que la vida ha sido injusta en este caso. Pero quién sabe de justicia y de injusticia.
El día de su funeral, un sabio amigo me dijo que no era el momento de pensar en nosotros, en nuestro dolor, sino en ella. Por la tarde, en el cementerio, pensaba leer esa famosa elegía de Miguel Hernández a Ramón Sijé, de la que tanto me había acordado y tan bien definía mi sentir de estos días: “Tanto dolor se agolpa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento”. Pero gracias a él me dí cuenta de que el momento del dolor había pasado, y que ahora era el momento del adiós. Mi otra hermana no lo entendía así, y lanzó un grito de desesperanza al aire. Conté un cuentecito que habla de que el morir es como un barco que se va alejando desde una orilla, hasta que se le deja de ver; en ese momento, se va aproximando a la otra orilla del océano, y otros que no sabemos le están esperando y recibiendo.
En este proceso me he quedado con una profunda paz y serenidad. Vosotros me habéis ayudado mucho, desde El retiro de Oseira, todos vosotros con los que he compartido y sigo compartiendo una experiencia humana y espiritual de unión con lo Superior, que me hace sentir como estoy ahora. Ha dado la casualidad de que todo se precipitó dos semanas después, también compartiendo con vosotros durante el Seminario del Evangelio, en el Monasterio de Dueñas. Allí, cuando ya sabía lo que iba a suceder, Jordi me dijo que me mantuviera centrado y de esta manera iba a poder ser una referencia para los que me necesitaran. Así lo hice.
Del otro lado del dolor, ha sido la experiencia del cariño. Me he sentido muy libre, he dicho en cada momento lo que me ha parecido, lo que en otras ocasiones callas, por parecer fuera de lugar o demasiado espiritual, ahora me sentía con la fuerza y la autoridad de comunicarlo. He dicho a la gente que nos venía a ver, a muchas ni las conocía, que hay cosas invisibles que no por ello son menos reales, y que se estaban haciendo presentes en ese aquí y ahora: el cariño y el amor de la gente. Me comentaron que habían ido a verla incluso compañeros que no se llevaban bien con ella: ¿Hay mejor señal que ésta de lo que estoy diciendo? Todavía puede haber quien piense que lo hacían por quedar bien. Pero allí se manifestó, se veía, el amor de la gente. Eso me llevo. Ya no hay nadie que me pueda decir que no somos, porque hasta después de morir mi hermana convocaba a gente en el Amor que somos. Y me dio a mí la fuerza y la claridad de pregonarlo a todos los que aparecían por allí.
Perder a un ser querido es perder algo de tí mismo, porque con ella se ha ido una parte de mí; todo lo que hemos compartido, disfrutado y reñido juntos, se materializa de alguna manera, y lo he perdido ahora. La sensación que vivo es la de una silla vacía. Me imagino alrededor de una mesa, y hay alguien que falta. Pero a la vez hay un adiós definitivo.
Cuando volví al trabajo todo el mundo quería consolarme, la gente no sabía qué cara poner, y a mí me hacía gracia y a la vez sentía que tenía que poner cara de tristeza, para estar de alguna manera en sintonía con el otro. Pero no, no la ponía porque estoy en paz. A todos les contesto igual: He llorado muchas lágrimas, todavía me quedan algunas, pero le he dado todo el amor que he podido, hasta el final.
Me quedo con esto, yo lo llamo el milagro de Mar.
Te felicito por el artículo, Carlos, me ha llegado al corazón. Muchas gracias por compartirlo.
Muchas gracias por este artículo Carlos. Creo sin duda que todos tus compañeros de viaje hemos sentido en gran medida esta pérdida repentina y nos hemos sentido cerca de ti. Para muchos de nosotros eres un referente de claridad, de amor y en definitiva de humanidad profunda, y una muestra de ello es la luz que has podido añadir a esta situación a pesar del golpe y del dolor. Gracias por el esfuerzo. Puedo ver tu mirada y tu sonrisa pícara mientras te abrazo.
Vamos a ver mi querido amigo Carlos, contigo tengo un “no sé qué especial” porque apenas te conozco, es mas no tengo la menor idea de tus aspiraciones y proyectos, e incluso se nada de tu familia y amigos, incluida tu querida hermana. Se podría decir que apenas te conozco más allá de un par de retiros y talleres… y sin embargo te leo y te releo y te conozco de toda la vida de Dios… no se hay veces que las palabras no hacen más que estorbar… un abrazo compañero de viaje.
Hola Carlos, al acabar de leer tu artículo he tenido una sensación similar a la de Imanol: ”no lo conozco pero lo conozco”. Eso solo puede ser que expresas la bondad que eres como el sol vierte su calor en derredor, y a los demás no nos queda otra que acomodarnos, disfrutarte y reconocernos en ti. Estoy seguro que todos los que se te han acercado, durante el final de ciclo de tu hermana, se han sentido acogidos y reconfortados, y que tú has podido vivir plenamente el dolor. Coincidí contigo en el curso de relaciones de Barcelona, donde intercambiamos unas pocas palabras, y espero volver a verte en algún otro evento o retiro. Un abrazo, y felicidades por el artículo. Por favor, repite, porque da gusto leerte.
Hola Carlos, me ayuda mucho leer tu aritículo y me encanta como expresas el amor y el dolor por la pérdida de un ser querido. Estoy de acuerdo con todos los compañeros, con una vez que hemos coincidido en los retiros, és como si nos conociéramos de toda la vida. Son las alegrias del trabajo, compartir desde el fondo y Ser. Un fuerte abrazo !!!
Describes muy bien lo que sucede cuando nos toca la muerte de cerca. El cambio es drástico desde la orilla en la que convivimos con el dolor de la perdida. Pero allí donde acaba el horizonte aparece el misterio de la realidad. Es una realidad contundente que despierta y centra, si así lo permitimos. El Orden y la Paz que sobrevienen nos abren al Amor en un silencio nítido y elocuente. Este es el gozo supremo que nos trae la muerte: la posibilidad de un contacto esencial y la alegría que deriva de este hecho.
Carlos, compañero. mas que tus palabras me llega esa forma tuya de decir tan desde adentro, tan autentica.
Te mando un abrazo
Hola Carlos, te acompaño en el sentimiento más profundo en la despedida de tu hermana y comprendo tu dolor porque viene directamente del corazón.
Para conseguir la libertad del corazón , de la forma, te propongo ir más allá, juntos, nos sumergimos en el Ser, porque como bien dices ya somos y nunca dejamos de serlo, ni tampoco los que se van.
Entiendo tu vacío, yo también he perdido recientemente a un ser querido y aunque siento no volver a verle también siento, que ese vacío se llena de mí y en mí, de este ser querido y ella lo llena en ti Carlos ¿lo notas? ¿notas la Paz?Seguro que si, están ahí.
«Desprendiéndome de lo que soy, me quedo sin nada y sólo cuando soy nada, puedo despertar al todo»
Un fuerte abrazo.
Lo único que me cabe decir es gracias a todos. Y un abrazo.
Como bien haces notar con la metáfora del barco, la muerte no es lo contrario de la vida sino lo contrario del nacimiento. Por ello, tu hermana está ahora donde mejor puede estar; en ese lugar donde no existe el caparazón de las formas y nos fundimos con el Todo, expresándose el Ser sin nada que lo encorsete.
He notado en tus palabras que la experiencia te ha dado la oportunidad de acercarte más a la esencia y fortalecer el hecho de vivir en base a ella. Un fuerte abrazo y gracias por compartirlo con nosotros, amigo.
Gracias a ti, Carlos, por compartir con nosotros este trance. Hay muchas maneras de avanzar en la autorrealización y, sin duda, nos has brindado una de bien hermosa.
En puertas de la Navidad me sumo a esta expresión de amor colectiva, recordando que el ser se hace muy visible en dos instantes: cuando llega y cuando se va. Gracias a Carlos por habernos permitido compartir con él estos momentos.