¡Y cuántos prejuicios sobre el modo de ser de determinadas personas, sea por su lugar de nacimiento o por su profesión, o simplemente, porque han hecho ciertas acciones que reprobamos! ¡Cuántas opiniones, criterios y juicios cuyo único fundamento consiste en que siempre se nos ha dicho, sin más, que tal cosa ha de ser de esta manera y no de otra! Todo esto es sugestión pura. Sugestión involuntaria e inconsciente.
¿Por qué seguir siendo víctimas automáticas de los condicionamientos que todas estas sugestiones (introducidas en nuestra mente sin participación de nuestra voluntad) están produciendo sin cesar tanto en nuestra vida interior como en nuestra actividad externa? ¿Por qué no hemos de coger el mando de nuestro vehículo y determinar con absoluta seguridad adónde y cómo hemos de ir? ¿Por qué no hemos de poder elegir deliberadamente los condicionamientos que creemos más adecuados para nuestra naturaleza y según nuestras legítimas aspiraciones, y determinar así a voluntad nuestro estado de ánimo y nuestra capacidad de reacción?
No lo hacemos simplemente porque no se nos ha enseñado que esto puede conseguirse. Hemos leído cuatro anécdotas en las que la sugestión producía aparatosos efectos en algunas mujeres histéricas o hemos visto que se utilizaba en un espectáculo para ridiculizar a los que se prestaban al «experimento». No se nos ha enseñado que la sugestión es el arte de introducir ideas en el subconsciente al objeto de que produzcan los efectos correspondientes en nuestra mente consciente, en nuestro estado de ánimo o en nuestros hábitos de conducta. Y que cuanto más positivas y reales sean estas ideas y cuanto más profundamente lleguen a penetrar en nuestro interior, más contundentes y definitivos serán los resultados. No se nos ha enseñado que con la autosugestión tenemos el medio de transformar de raíz nuestra personalidad, neutralizando todos los bloqueos inconscientes y corrigiendo todos los defectos que hasta ahora nos han impedido vivir nuestra espléndida realidad interior a pleno pulmón.
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La personalidad creadora
Editorial Índigo, página 270
Antonio Blay Fontcuberta
Partiendo de la base que estando despiertos las respuestas automáticas no se producen, si diría, que hay momentos en el día a día, en los que las ideas del inconsciente se apoderan de nuestra consciencia y actuamos mecánicamente… quizá en esas situaciones la autosugestión que comenta Blay en este artículo, puede ayudarnos a neutralizar esos bloqueos que nos impiden sentirnos libres y disfrutar de la vida al máximo. Gracias por el artículo.
Sí, la autosugestión Blay la recomendaba exclusivamente para el trabajo del inconsciente. Acordaros del taller de limpieza del inconsciente motor: de cómo cada uno se imaginó haciendo algo que le hacía sentir poderoso, como vía para actualizar el potencial de energía que somos. Esta puede ser una buena manera si en la vida cotidiana no tenemos la posibilidad de ejercitar el poder y experimentar la sensación interna de seguridad que genera. Es cierto que cualquier déficit de actualización del yo experiencia favorece que el personaje se apodere de nosotros en las situaciones que no dominamos; pero si te pillas dormida o, lo que es lo mismo, actuando mecánicamente;lo que procede es despertar.
Gracias por haber comentado el artículo, porque fuera de contexto puede provocar confusión.
A partir de que el niño desconecta, se aprenden conceptos consciente e inconscientemente. Pero cuando uno vuelve a conectar conscientemente, observa que las ideas aparecen positivas y reales porque la verdad y el bien crean desde dentro, desde la fuente esencial. No es necesario sugestionarse porque uno sabe con certeza la verdad que vive.
En un proceso intermedio entre la conexión y la desconexión, la sugestión de las ideas de lo positivo y real tiene su efecto, porque hay una intuición de que esto es así. Hay un saber directo, aunque todavía no tengamos la claridad de asumirlo. Ese magnetismo que emana de la verdad puede llamársele sugestión porque en cierto modo se apodera como referente de inspiración real.