El arte y la ciencia de la felicidad

Nuestra identidad profunda es Felicidad

Dentro del desarrollo de nuestras facultades superiores en el nivel espiritual hemos de tratar algo que parece utópico y que no obstante está al alcance de nuestra conciencia. Es lo que podríamos llamar el arte y la ciencia de la Felicidad.
Se suele considerar que la felicidad es algo de otro mundo, que en esta vida es imposible encontrar nada que sea realmente y definitivamente pleno, pero esto se refiere a nuestro modo habitual de funcionar.

Nosotros estamos destinados a vivir la felicidad, la más grande plenitud que podamos soñar; es nuestro destino, porque es nuestro origen, nuestra fuente. La naturaleza de nuestro ser, la Identidad profunda de nosotros mismos está hecha de felicidad porque somos expresión Directa de la Felicidad de Dios, del Absoluto.
Como siempre, el problema está en que nosotros consideramos que la felicidad ha de ser el producto de algo, que nos ha de llegar como consecuencia de cumplirse una serie de requisitos o de condiciones que nosotros ponemos a nuestra vida. Yo me he hecho una idea de mí mismo y de la vida, y creo que sólo en la medida en que se realicen los deseos o proyectos que yo tengo -de mí, de los demás y de mi situación-, que sólo entonces podré ser feliz. Éste es un error de base. La felicidad no está nunca en el mundo, nunca procede de nada ni de nadie, sino que la felicidad está en la fuente de nuestro ser, está en la Mente Divina que nos está haciendo existir.
La felicidad es la naturaleza más profunda de nosotros mismos; y es algo que viviremos en la medida en que nos obliguemos a cultivarla, a abrirnos a ella. No es algo que nos ha de venir, sino que es algo que se ha de producir en nosotros cuando dejemos de buscarla en donde no está.

Toda felicidad viene de Dios

Tendríamos que meditar largamente en que todo placer, toda satisfacción que nos puedan dar las cosas, las personas, las situaciones, no son nada más que una pequeña partícula de la Felicidad Absoluta que es Dios; no es ésta otra felicidad, sino la misma que nos pueden dar las situaciones más idealizadas. La misma felicidad que yo puedo encontrar en un amor pleno, correspondido; o que puedo encontrar en un ideal de amistad, en una buena música, incluso en una buena comida y en las experiencias más elementales de nuestra vida, esta misma felicidad en grado Absoluto, esto es Dios.
No es otra felicidad. No es que tengamos que renunciar a una felicidad para que a cambio se nos dé otra que dicen que vale más. No. Toda felicidad que nosotros vivimos es expresión de la única Felicidad, que es el Absoluto. El mal está en que nosotros nos limitamos a desear una determinada felicidad, un modo de felicidad, a través de unas circunstancias determinadas, y esta condición que ponemos, esta dependencia de unos modos determinados de ser feliz, esto es lo que pone barreras a nuestra capacidad de descubrir y realizar la felicidad. Las mejores cosas de la vida solamente hacen despertar en mí algo de esta felicidad. No me dan, sino que despiertan, actualizan felicidad.
Habríamos de meditar sobre la naturaleza del bien, de lo agradable, del bienestar que buscamos en la vida y llegar a descubrir que este bien que buscamos es una expresión del mismo Dios que nos anima y que se expresa a través de nuestra vida y de nuestra conciencia. Cuando yo pueda ver que Dios es la Felicidad absoluta inalterable, y que este Dios es algo que está presente en mí, que es algo que está pidiendo que yo lo reconozca, que me abra a Él, entonces ya no correré detrás de unas situaciones (o no huiré de otras), porque descubriré que nada puede darme lo que ya está en mí desde siempre. Aprenderé a amar a este Dios que está mí y en todas partes y a abrirme a esta Presencia que es Amor-Felicidad. Entonces la vida interior no es una vida de obligación, de esfuerzo, de ascesis, sino que es una vida de plena expansión de conciencia, de constante descubrimiento de un nuevo modo de vivir feliz.
Pero es imposible que yo pueda vivir esta felicidad, que pueda tomar posesión de esta herencia, que es mía y que me es dada en cada momento, si yo creo que la he de encontrar en otra parte o que la he de realizar a través de unas condiciones externas determinadas. Por eso es importante que yo aprenda cómo funciona este circuito de la felicidad. En la felicidad ocurre como con el impulso vital: éste nunca me viene dado de fuera; el impulso vital es la esencia, el centro mismo de mi ser y tiende a irradiarse. Y en la medida que se expresa, en la medida que se exterioriza de un modo inteligente, crece. En el amor-felicidad es exactamente igual. En la medida que le doy paso, que lo expreso, que lo cultivo, que lo acepto, que no le pongo límites, en esa misma medida crece. Como ocurre con la inteligencia: en la medida que yo la ejercite, que la exprese, en esta misma medida crecerá.

 

Extraído del libro: Personalidad y niveles superiores de conciencia. Ediciones Índigo 1991

17 comentarios en “El arte y la ciencia de la felicidad”

  1. Felicidades por el articulo, me parece que viene al pelo para situar las cosas ante los nuevos o viejos propósitos que nos podamos plantear ante el nuevo año.
    Entender qué estamos buscando ahí fuera y a qué necesidad corresponde.Qué pinta el yo idea y yo ideal en todo esto…

    Un abrazo

  2. Quiero destacar un comentario que hay en este fragmento de Blay: «No es que tengamos que renunciar a una felicidad para que a cambio se nos de otra que vale más».
    Lo resalto porque dice que no es necesario renunciar a nada de lo que ya tenemos. Sólo hace falta renunciar a lo que no tenemos. ¿Parece fácil, no?

  3. Como siempre las palabras de A.Blay absolutamente reveladoras… yo me he pasado gran parte de mi vida persiguiendo una supuesta felicidad basada en lo convencionalmente establecido, para luego buscar lo mismo a través de la meditación y es ahora por medio del Trabajo que empiezo a darme cuenta que siempre he sido, siempre soy y siempre seré FELICIDAD. No es lo mismo vivir como un «feliciano» que vivirse como AMOR. Un saludo

  4. Como dice Nico, cuando pretendemos conseguir algo para ser felices, tenemos bastantes números de encontrarnos con todo lo contrario, y hemos de decir que afortunadamente, porque así, a través del chasco, nos podemos plantear otras cosas.

  5. No es facil Jordi, lo primero que pedimos siempre es ser feliz, lo envolvemos todo dentro de un paquete y que nos venga del cielo. Como bien dices, parece fácil y no lo es. Aun sabiendo la teoría necesitamos de esfuerzo y ayuda del trabajo para vivir la felicidad que somos, los artículos y comentarios de todos me ayudan para no desfallecer ante la mecanicidad del automático. Un saludo!!

  6. El amor, la felicidad, son las mas potentes herramientas capaces de cambiar cualquier situación, cualquier estado. Ponerlas en marcha ante situaciones difíciles o complicadas se convierte además en un acto de valentía. Leer textos como éste anima a ponerse en el intento.

  7. Completamente de acuerdo con vosotras, Rosalía y Laura. Hay que ser valientes para perseverar en el esfuerzo por asumir la felicidad que somos. La gracia de Blay es que, ante nuestra valentía, nos ofrece una propuesta para orientar este esfuerzo en una dirección determinada, y siempre en un nivel práctico que podamos experimentar, y disfrutar.

  8. Cuando era pequeño me sentía feliz por el mismo hecho de Ser sin saberlo. De joven era infeliz, quería llegar a ser porque me creía que no era. Y ya de adulto, gracias a la orientación que me ha dado el Trabajo, me siento feliz y sabio por ser consciente de Ser.

  9. Hola JCalm “vivir como un Feliciano” quiere decir vivir de manera ingenua, superficial y sobre todo sin ver la profundidad de todo lo que acontece alrededor de uno o por lo menos así lo entiendo yo. Saludos.

  10. Gracias, Imanol.

    Se me ocurre con esta definición que, a veces, es posible que haya personas a quien les pueda parecer que alguien vive como un «feliciano» cuando, en realidad, su felicidad es mucho más profunda. Como siempre, el quid de la cuestión radica en tratar de ver para conocer realmente a la persona, lo cual es imposible si nos dedicamos a etiquetarla.

  11. Hola Jordi, me gusta esta última reflexión que haces. A mi humilde entender, cuando nos relacionamos con otra persona y lo estamos etiquetando como un Feliciano, hay que estar atentos y darnos cuenta que en ese momento el otro simplemente es el espejo fiel en el cual nos estamos reflejando y lo más grave no es esto sino que ese reflejo de nosotros mismos lo proyectamos sobre él.

  12. Pues sí, es evidente que cuando uno etiqueta a los demás pierde de vista su fondo e irremediablemente el fondo de la persona a la que etiqueta, sin embargo creo que a veces puede suceder algo más sutil como el auto-etiquetarse a uno mismo por hacer tal o cual trabajo espiritual y de esta forma desvirtuar la propia auto-observación interna y desde aquí ver un supuesto fondo de felicidad en los demás que no es más que un espejismo creado por la necesidad del personaje para sentirse por encima de los demás, o sea que en este caso el “Feliciano” puede ser uno mismo. Un saludo.

  13. Cada uno ve lo que su nivel de conciencia le permite ver; y eso, para él, es lo que cuenta. En cualquier caso, la felicidad que es se seguirá expresando en este nivel, ni que sea en forma de satisfacción por entender que ve más que otro. Tarde o temprano, esta forma del amor dejará de ser vigente pero es buena mientras dura.

  14. A mí una de las cosas que más me gusta tanto de esta reflexión como de la línea de Blay en sí -y que por suerte nos previene y nos aleja de la ingenuidad- es el hecho de la insistencia en la actitud positiva. Positiva en el sentido de que podemos poner de nuestra parte para interesarnos y preocuparnos por las cosas para después quererlas y procurar su bienestar. En esto se vivencia el ejercicio de nuestra capacidad esencial de amar y, en consecuencia, de vivir Felicidad. En el hecho de ir integrando cada vez más en nuestra conciencia factores que antes nos resultaban ajenos o desagradables.

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