Nuestras capacidades esenciales. Parte II (Miquel Cazaña)

En la primera parte de este artículo dijimos que el Yo Experiencia es el nivel de conciencia en el que uno vive la existencia como un estímulo constante y ejercita sus capacidades esenciales (energía como capacidad de hacer, amor como capacidad de amar e inteligencia como capacidad de ver) en todo momento y de forma consciente. 

Lo habitual es que, por la educación en general y las tendencias familiares en particular hayamos ejercitado poco uno o dos de los tres centros, una o dos de nuestras capacidades. Pues ya de niños empezamos a pensar que en ciertos ámbitos de la realidad es mejor no meterse por que el ridículo personal está asegurado.

Todos hemos escuchado frases como: 

“A este niño se le da fatal la gimnasia”. 

Ese niño tiene dificultades en su centro motor y si no se refuerza este aspecto puede mantener poco desarrollada la capacidad de hacer (energía) durante toda su vida.

Y es que, en muchas ocasiones, en lugar de reforzar los aspectos deficitarios se intenta sobresalir en los ámbitos que de entrada uno ya maneja mejor, pensándonos que así tenemos más posibilidades de brillar al menos en algo que se nos da bien. Pero, independientemente de que yo, según el criterio del personaje, pueda brillar de cara a los demás en el aspecto que manejo, si no se ejercitan los tres centros uno vive la realidad de manera parcial. 

Ahora, ya de adultos, se puede ver qué centro (energía, amor o inteligencia) tengo menos desarrollado. Para ello tengo que observar qué actividades no hago nunca, aunque conozca a otros que sí las hacen y sepa que son muy positivas para ellos. Yo puedo ver qué actividades me he prohibido siempre por presiones del personaje (el miedo a hacer el ridículo persiste). Y algunas de esas actividades coincidirán con aspectos de la realidad en los que tengo dificultades periódicamente.

Pero, ¿Hasta qué punto vale la pena ejercitar conscientemente nuestras tres capacidades esenciales? ¿Hasta qué punto puede cambiar nuestra vida?

En cuánto a la Energía o capacidad de hacer:

Con la práctica regular de artes marciales, deportes de combatividad o de superación física iremos notando cada vez más seguridad. Uno dejará progresivamente de notar incapacidad ante situaciones que antes le oprimían, y ante las que se notaba incapacitado (es el típico pensamiento de “no puedo”; uno ve a menudo a los demás como crueles y opresores). La vida y las situaciones empezarán a verse y vivirse como un estimulante desafío para el que estamos preparados, por que estamos cultivando la fuerza real que tenemos, la Energía que somos. 

La Energía la notamos sutilmente en el vientre, unos centímetros por encima del ombligo, y no tiene demasiado que ver con los músculos, sino que es algo mucho más potente y maravilloso, por que no tiene caducidad y en su crecimiento no se percibe fin. Una persona de 80 años puede tener muchísimo más desarrollada la Energía que un chaval de 20. Y sentirse más seguro andando por la calle. 

Con un gran ejercicio de la energía uno puede llegar a ver que la vejez es sólo una circunstancia en un plano físico. Puedo estar realmente agotado pero sin embargo notar que mi centro energético está ahí firme, como un potente huracán que continúa desafiando todo lo que tiene por delante. 

En el plano del Amor, la falta de desarrollo de nuestra capacidad de amar se vive como falta de respaldo por parte de los demás, aislamiento, falta de motivación por las cosas…

Hay muchas maneras de ejercitar el Amor que somos; desarrollando la sensibilidad ejercitamos nuestra capacidad de amar, nuestra felicidad. Con las relaciones, el baile, la pintura, la poesía, las audiciones de música… El arte en general es un terreno extenso y fantástico para desarrollar la capacidad de amar y la felicidad que somos. Con cualquier tarea de expresión artística uno desarrolla personalmente su capacidad de amar.

Y si entendemos que las personas, los animales y los objetos son estímulos a los que amar en todo momento, no nos faltará de nada para sentirnos realizados afectivamente, para ser felices. Pues el amor se vive como felicidad, y ejercitando nuestra capacidad de amar no hay lugar para la soledad, por que no habrá ausencia de amor. Uno se sentirá integrado en el mundo, sentirá que forma parte de la Unidad. 

Evidentemente, en el Yo Experiencia no da lugar a pensar que me han de  querer para yo ser feliz. Uno se siente cada vez más feliz y más a gusto y estimulado con la gente, y ama a los demás independientemente de la respuesta que reciba, por que esa es nuestra naturaleza.

Como dice Blay: “La satisfacción real es ver que uno es amor y expresarlo.” 

Y en el plano de la Inteligencia, el haber ejercitado poco este campo suele llevar a uno a vivir situaciones en las que se siente engañado por los demás, o con cierta falta de orientación en la vida. Uno no le encuentra sentido a las cosas.

La capacidad de ver se ejercita entendiendo y viendo las cosas por uno mismo, descubriendo cosas: desarrollando un criterio, una opinión, haciendo el esfuerzo de entender argumentos intelectuales de otros o haciendo investigaciones… Es una práctica con la que cobra un gran sentido la vida y las cosas que uno decide hacer en ella. Y digo decide por que uno sabe lo que quiere cuando desarrolla su capacidad de ver y entender. En ese momento todo empieza a tener un sentido y una coherencia. 

La Inteligencia que somos, nuestra capacidad de ver, suele confundirse con los conocimientos que uno tiene, y sin embargo la diferencia es muy importante. Podemos saber muy bien lo que dice un filósofo pero no tener ni la menor idea de por qué lo dice, no entender la esencia del razonamiento. Los conocimientos son imprescindibles, son información necesaria para moverse por el mundo, pero la capacidad de ver y entender es lo que realmente me permite comprender la realidad y moverme en ella de una forma óptima.

2 comentarios en “Nuestras capacidades esenciales. Parte II (Miquel Cazaña)”

  1. No puedo por menos que estar totalmente de acuerdo con lo que expresas en tu artículo y la invitación que haces para que prestemos atención a lo que hemos venido descuidando por las razones que expones.
    Sólo quiero añadir que es muy típico que la gente piense que no tienen tiempo para incorporar nuevas actividades a su existencia, porque ya van a tope de sus posibilidades.
    Para animarlos a que hagan un esfuerzo suplementario es preciso hacerles dar cuenta de la cantidad de tiempo y energía que emplean en resolver, sin conseguirlo, algunos problemas que persisten en su vida habitual y que son la consecuencia de querer eludir el ejercicio que tú recomiendas.
    A veces la gente se queja de que el Trabajo es algo difícil. Y bueno, hay que hacerles notar que vivir encerrado en los límites que ha trazado el personaje, lo es mucho más.

  2. Actualizar la capacidad de entender amar y hacer, implica un equilibrio, realmente no hay una sin la otra. Sin embargo, por qué no se desarrolla la expresión en alguna de ellas, dado que son al unísono. Simplemente porque no ponemos atención en las que no ejercitamos. Hay una falta de interés en el hecho de no ponerle la atención, seguramente producida por poca comprensión y sentido, en el ejercicio de la capacidad que habría que expresar, para desarrollar la experiencia y encontrar el equilibrio.
    El qué seria poner la atención. Poniendo atención, descubriría el por qué no la ejercito Pueden haber muchas razones que disimulen el bloqueo defensivo. El cómo seria el ejercicio de la capacidad, que respaldado por la fuerza y la seguridad del yo esencial, deja de lado el bloqueo y finalmente lo atraviesa.
    Podemos preguntarnos, ¿qué capacidad tengo dificultades en expresar? Sea lo que sea lo que encontremos ahí, está sustentado por un bloqueo que no nos permite poner atención. ¿Cómo se maneja el bloqueo? Sencillamente viendo que no es real; que no está producido por el yo esencial. Es un hábito mecánico que no tiene fuerza propia, sino prestada. Si se ve esto, el bloqueo queda desasistido de la fuerza que lo configura. Se ha abierto una grieta y por allí entra la luz del yo esencial que protagoniza el ejercicio, y permite desarrollar conscientemente la experiencia. El falso bloqueo cede, hasta que se desintegra, ante la fuerza verdadera que expresa el yo esencial una y otra vez.

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