«A cuantos le recibieron, a los que creyeron el él, les confirió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios, los cuales debieron lo que son no a la raza ni a la intención física ni a designio humano, sino a Dios.
«La Palabra tomó forma corporal y habitó entre nosotros
Y hemos contemplado su gloria
Gloria como de Unigénito del Padre,
Lleno de bondad y verdad “
Juan dio testimonio de él y proclamó con estas mismas palabras: “El que viene detrás de mí me ha sido antepuesto, por ser superior a mi”
“pues de su generosidad hemos recibido todos,
Si favor tras favor
Porque la Ley se dio por Moisés;
La bondad y la verdad vinieron por Jesucristo”
Nade ha visto jamás a Dios. El Unigénito de Dios, el que está en el seno del Padre, ése lo ha mostrado.
Fijaros que los que le recibieron forzosamente creyeron en él porque es imposible recibir algo y no percibirlo. Así que la creencia no se refiere a la existencia sino al potencial que se deriva de esta experiencia. Y este potencial significa nada menos que formar parte de la divinidad, tomar conciencia de la esencia, del Ser, y subsistir en Él.
Está claro que esta experiencia no puede derivarse de un desarrollo de la forma; la forma es, por definición, algo transitorio. Ni tampoco puede alcanzarse mediante la razón. La razón nos puede llevar a pensar en el Ser, incluso a considerarlo necesario, pero no puede hacer que lo experimentemos, por mucho que lo anhelemos o nos lo propongamos.
Tampoco puede ser algo que Dios ponga en nosotros en el momento de nacer porque Dios es trascendente y no interviene directamente en la existencia. Y sin embargo el prólogo dice que esto se lo debemos a Dios; y además dice que los hijos de Dios lo son. Así que la única explicación es que eso lo somos previo a la existencia, durante la misma y después de ella. La vida es eterna y nosotros somos una manifestación temporal de la misma.
Esto es justamente lo que se nos indica a continuación, que el Ser adopta una forma corporal y se manifiesta en el mundo, de manera que el mundo puede tomar conciencia de serlo: viene detrás en cuanto a nuestra comprensión porque, previamente, nos ha dado el ser capaz de realizarla. Pero esta comprensión no es una idea sino una experiencia: la experiencia de ver la creación como bien y claridad.
Llevar una vida ordenada, a la altura de las recomendaciones del Decálogo, resulta útil para acercarnos a esta realización, pero es insuficiente. Debemos ir más allá, trascender la forma, por sublime y excelsa que sea. Y la referencia para eso es Jesucristo, tanto en su vida como en su muerte. Solo un ser humano consciente de su divinidad podía responder como él lo hizo, con la desapropiación total que demostró poniéndose al servicio del ser esencial y agradeciendo el regalo de la existencia.
Una vez más tenemos que resaltar la necesidad de pegar un salto en nuestra conciencia, de no conformarnos con ser mejores y de optar de manera decidida por vivir y actuar desde la esencia.
En esto nos quedamos muy cortos en el Trabajo, nos preocupa excesivamente lo anterior: encontrarle sentido a la existencia y ser felices en ella. Son buenas intenciones que nos honran y nos colocan por encima de la mayoría, pero el hecho es que el sentido de la vida lo somos nosotros y la felicidad es la conciencia de formar parte del Todo entregándonos a él.
No obstante, algo estamos adelantando porque, en estos últimos tiempos, al leer las noticias de los periódicos, en vez de indignarnos estamos empezando a avergonzarnos. Y esto es buena señal.
Jordi, me gustaría que me explicaras este párrafo:
«Esto es justamente lo que se nos indica a continuación, que el Ser adopta una forma corporal y se manifiesta en el mundo, de manera que el mundo puede tomar conciencia de serlo: viene detrás en cuanto a nuestra comprensión porque, previamente, nos ha dado el ser capaz de realizarla. Pero esta comprensión no es una idea sino una experiencia: la experiencia de ver la creación como bien y claridad».
Es cierto cuando dices que nos quedamos cortos en el trabajo. En mi caso, despues de años de infelicidad, empecé el trabajo con unas ganas locas de encontrame bien. Ahora lo estoy consiguiendo pero veo que el trabajo no es un placebo para paliar el malestar existencial. El verdadero trabajo consiste en saltar todavía más lejos, a un lugar que es mi ser.
Cada día es un aprendizaje, un ir más adentro, no contentandome con el bienestar momentaneo.
Gracias Jordi por llevarme siempre más allá, hacia lugares que ni yo misma hubiera podido soñar.
Hola. Animáos a escribir vuestros comentarios. Que enriquecen la lectura. Ahí va el mío:
Está claro: vivir nuestra existencia conscientes en el ser que somos. Dar ese salto de conciencia. El problema es el cómo. Y ahí no hay más que una respuesta: Trabajar, Trabajar y Trabajar. No es fácil ¿verdad? Pero la firme decisión que tenemos nos abre las puertas.
Soy nuevo en esta casa, me he registrado como socio simpatizante y me he apuntado al seminario de introducción al Trabajo del próximo mes de mayo, que espero con impaciencia, todo ello a raíz de haberme iniciado en los textos/conferencias de Antonio Blay por sugerencia de un amigo. Esto ha sido después de varios meses de frecuentar las enseñanzas y las prácticas meditativas budistas. Por lo que llevo leído de Blay, da respuesta plena a mis inquietudes y necesidades, seguramente mejor que el budismo, que tiene demasiado ingrediente religioso y mágico para mi gusto. Lo raro es que en los años ochenta, cuando yo estaba en plena efervescencia ideológica veinteañera, no me llegase en Barcelona, mi pueblo, noticia de Blay. Cada cosa a su tiempo, no hay duda.
«El sentido de la vida lo somos nosotros y la felicidad es la conciencia de formar parte del Todo entregándonos a él», escribe en el artículo de arriba Jordi Sapés. He aquí el gran resumen. Sin embargo, confieso que no sé qué hacer con la figura de Jesús de Nazareth, ni con la del Dios judeocristiano en general. El acercamiento de Blay a la figura de Dios lo entiendo: es un Dios no personal, más bien equivalente al Tao, a la Vida… Pero en estos artículos y en una reciente conferencia online vuestra encuentro «demasiado» acercamiento a esas figuras, incluso a la Trinidad, que todavía es más estrambótica. Figuras que, en todo caso, no puedo entender más que como eventuales símbolos. El único evangelio que acepto de entrada, como texto sapiencial, es el evangelio gnóstico de Tomás. Pero el resto, que saturó mi infancia y mi primera juventud como educando de colegios religiosos, y que rechacé «oficialmente» a mis 18 años, no lo entiendo y posiblemente no lo necesito. Lo peor, sin embargo, es que a la sombra de esas enseñanzas se generó una iglesia que considero infame.
En fin, no sé. Para eso estoy aquí, para aprender. Como escribo en mi perfil, sigo «buscando aquello que presiento a mi lado desde que era niño. Quieran Blay y sus amigos y amigas ayudarme a encontrarlo.»
Un afectuoso y esperanzado saludo.
La Palabra tomó forma corporal y habitó entre nosotros.
La Palabra es la bondad y verdad que muestran a Dios. La Palabra sucede y se hace evidente con contundencia. Leemos en Hebreos 4:12”Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. No podemos confundir esta realidad experiencial, que posee el poder de transformarte, con la interpretación de los hechos por medio de las palabras, porque allí estamos poniendo nuestro pensamiento que normalmente es una mochila llena de retazos conscientes e inconscientes de la propia historia y otras creencias culturales memorizadas.
La Palabra tomó forma corporal, afectiva, lógica y vivencial en Jesucristo, y en los humanos que han internalizado al Cristo llevándola a la acción con coherencia. Su última Palabra fue la desidentificación de la forma, para unirse a la última realidad tras haber cumplido la transmisión esencial de ella.
Básicamente todas las religiones mandan el mismo mensaje, pero lo hacen adecuándolo a la cultura en la que se manifiestan. La mayoría de los que estamos en esta línea hemos hecho el circuito desde las enseñanzas católicas al budismo y vuelta al Evangelio, pasando a menudo por el ateísmo. Es lógico que esto suceda cuando el mensaje espiritual se intenta utilizar para dominar la sociedad a través del monopolio de la moral.
Pero la búsqueda del Ser rechaza toda manipulación y el hecho de despertar de la identificación permite captar la verdad más allá del uso que se puede hacer de las palabras. Sobre todo, permite leerlas sin intermediarios que te indican cómo las has de interpretar. Entonces es cuándo adquieren sentido porque reflejan una experiencia que tú estás viviendo.
Todas las palabras son símbolos, pero adquieren sentido solamente cuando uno pisa el terreno que describen. Entonces el mapa adquiere significado, porque indica lo que te estás encontrando. Y aceptar o rechazar mapas con antelación no resulta muy útil.