El deseo (capítulo 5). Los deseos son realizables

Los deseos son realizables.

Siempre yo puedo realizar mi deseo, porque el deseo es expresión de mi propio fondo. Si yo quiero llegar a una mayor plenitud es porque esta plenitud existe en algún sitio en mí. Si yo quiero llegar a una mayor realidad es porque esta realidad existe en mí. Y si no existiera en mí, yo no tendría noción de que pudiera existir una mayor realidad.

Todos podemos realizar nuestros deseos del todo, en el sentido de actualización de nuestro modo de ser y de sentimos. Nuestro modo de ser y de sentirnos no depende del exterior aunque creamos que es así; depende de cómo yo reacciono al exterior, no del propio exterior.

La realización del deseo depende de la conjunción de tres factores. Del sentimiento (que en parte viene reflejado por el deseo), de la mente y de la voluntad. Pero al decir esto no quiero indicar que yo debo usar la inteligencia y la voluntad para luchar activamente y conseguir los objetivos que busco -aunque esa es la fórmula que se da generalmente-, no; yo estoy hablando ahora de una actualización, de una realización inmediata. Hay una posibilidad de realizar inmediatamente nuestros deseos, porque las condiciones de la realización están todas en nosotros. Por alto que sea el deseo, por ambicioso que sea, mientras se pueda formular como un modo de sentirme yo, como un modo de ser, entonces se podrá realizar, al contado. Pero siempre exige la actualización de estos tres resortes que son las tres cualidades básicas de nuestro propio ser, que son: el aspecto afectivo, el aspecto mental y el aspecto energía.

 

1 comentario en “El deseo (capítulo 5). Los deseos son realizables”

  1. Estas últimas consideraciones de Blay sobre el deseo nos llevan a una cuestión decisiva en el Trabajo espiritual. ¿Realmente tenemos el deseo de descubrir nuestra realidad?
    Hay un deseo profundo, que surge del fondo y se realiza en el fondo, y luego tenemos unos deseos más superficiales que van y vienen en función de lo que sucede en el entorno. A estos deseos los llamamos “ganas” y son inestables porque los referimos a cosas externas. Claro, fuera hay muchas cosas, de manera que las ganas de algo se pueden retirar porque aparece otra cosa más deseable.
    El problema de las ganas es que consideran que el objeto deseado les va a dar la felicidad; y si ven que no se la da se van en busca de otra cosa supuestamente mejor. Pero ¿qué es la felicidad?: es el gozo de ser amor y proyectarlo en la existencia. Así que solo deberíamos tener ganas de las propias ganas, deseo de desear. Todos nos hemos descubierto en algún momento de nuestra existencia estando enamorados del amor, buscando una excusa para sentirlo. Y nos han acusado por eso de falta de madurez emocional. Quizás no andábamos tan equivocados.

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