El capullo del personaje

El personaje se refuerza cuando se acercan las Navidades y pasa revista a sus relaciones: ¿qué tengo que hacer?, ¿qué pasa con mi dignidad?, todo tiene un límite, me deben explicaciones por las ofensas, puedo ser buena pero no tonta, a nadie le intereso, nadie me comprende… Con todo esto y más, el personaje se va haciendo su película, a pesar de que le corto también le doy de comer, y el poso va quedando porque entro en su juego.

Hay gestos ajenos que me devuelven la esperanza y mi actitud parece cambiar, pero entonces el personaje monta otra película para ser reconocida, aplaudida y aprobada: la de ser generosa y amable: ¡qué buena soy!, ¡que dispuesta estoy! El personaje se disfraza del “amor, energía e inteligencia del Trabajo” y utiliza este disfraz para creerse autosuficiente.

Pero en el centramiento me doy cuenta de que le estoy dando vueltas a todo, llena de dudas. El personaje revisa el guión que lo hace protagonista: “todo esto lo haces por amor, porque piensas que es lo mejor para todos; si se explican los perdonarás, pero que sufran un poquito…”. Él continúa intentando controlar la situación, pero juega con nuevas alternativas: puede pasar factura, pero también permitir que los demás hagan lo que quieran, desde su “amor y generosidad”.

Pero hay una tercera alternativa: no hacer nada y quedarme pasiva, esperando que los demás me llamen. El Trabajo me dice que esto no vale pero yo me revuelvo y repaso machaconamente las justificaciones del personaje. Incluso utilizo los gestos que han tenido conmigo para fortalecer la idea de reconocimiento. Curiosamente esta idea tampoco me satisface porque no lo veo como amor sino como justa reparación. Solo puedo verlo como amor cuando consigo acallar el personaje y dejar que surja el mío, de amor hacia ellos.

Un día percibo ese foco de luz en otras personas y el Trabajo me dice: “si lo ves en los demás ¿porque no lo ves en tus relaciones?”; algo no cuadra. El Trabajo insiste en que todo el conflicto que tengo en estas relaciones es una pelea de personajes, pero para mi es una manera reduccionista de ver las cosas y no le presto atención, incluso me enfado. Nunca pensé que se comportaran de manera mecánica, igual que yo; eso era lo que me faltaba por oír: que su comportamiento no era a posta. Esto me dejaba sin “enemigos”. Cuando me decían que valorara lo que cada uno hace yo lo identificaba con el personaje, no veía que el Ser siempre quiere salir por algún lado y el personaje se lo impide, igual que a mí.

Todo esto me está llevando a comprender que los demás son mi espejo, que hay un abismo entre el Ser y el personaje. El personaje se ha convertido en el protagonista del recorrido que hemos hecho en nuestras vidas y nos agarramos a él para ser nosotros mismos; lo defendemos con uñas y dientes como si en ello nos fuera la vida.

Cuando escuchaba hablar del Ser lo imaginaba como algo etéreo, sin peso, extraño a mí, algo procedente de estudios y filosofías, en el sentido de que todos somos seres. Lo miraba desde los supuestos del personaje. Y no es así. El Ser es la Esencia que percibo en el centramiento, allí soy felicidad, percibo que todo fluye y eso es lo real. Desde ahí me muevo, siento, observo. Ese Ser es el que se da cuenta de todo, incluido de este personaje que no existe porque solo son ideas, imaginaciones, suposiciones de pasado y proyecciones de futuro. Son fantasías de un  personaje que no vive. Cuantas veces se me ha dicho que he de despertar de la pesadilla, del sueño; yo lo aceptaba porque lo decía el Trabajo, pero llevo tanto tiempo tomado el personaje por la realidad que para mí este Ser era un sueño.

El Ser no cambia porque ya es y no hay que tocarlo. No tiene sentido querer cambiar a los demás. Desde el momento en que decidí dejar de luchar en la batalla de personajes, algo cambió; mi personaje se va acallando, y si deja de atacar al de los otros, el de ellos también pierde poder. Mi nueva actitud les da la oportunidad de entrever que hay una realidad detrás de esta tormenta que se está dispersando. Ahora todo se mueve hacia un encuentro que nada tiene que ver con lo que mi personaje había planificado: será un encuentro en el Ser, cuando la realidad lo propicie.

He hablado mucho últimamente de aceptar un destino. En eso hay una especie de rendición protagonizada por el personaje. Él quiere mantener su voluntad y, si no lo consigue, echa la culpa al destino, a los demás, o a la Voluntad de Dios. Ahora veo que aceptar es tomar lo que venga y a los demás como seres que son, sin poner condiciones ni hacer juicios. Es lo que hay, yo no soy nadie para aceptarlo o no aceptarlo.

El amor hacia los demás tiene que ser el que percibo cuando soy feliz y estoy en paz, sin papeles que representar; sin “aceptaciones”, “perdones” ni “generosidades” del personaje. Y hasta que no aprenda a actuar desde ahí la vida me seguirá dando sacudidas. No se como aprenden los demás, yo aprendo a base de tocar fondo una y otra vez: cada vez que sucede se produce un cambio; dejo de dar de comer al personaje y permito que salga el Ser que soy. El yoga, las lecturas, los psicólogos, los cursos y este Trabajo han aparecido porque, inconscientemente, yo quería despertar, encontrar la paz y vivir.

Y si a mis relaciones les pasa algo parecido; la vida se encargará de despertarlos. Yo no les puedo cambiar, ni enseñar, ni tan solo evitarles las dificultades que les harán descubrir que su personaje no es el Ser, que el ego fomenta actitudes sin sentido que no dan satisfacción. Y ahí es donde yo puedo estar para el encuentro, que mi disposición abierta hacia ellos pueda servirles de ayuda. Cada uno sabe lo que tiene que trabajar: ni más ni menos que las dificultades que se le aparecen en su existencia. ¿Quién soy yo para decir lo que tienen que hacer?, lo único que puedo hacer es no añadir obstáculos artificiales en su camino. 

Mi tarea es evitar que mi personaje estropee lo que tengo, dando importancia a lo que no tengo. Pondré de mi parte todo lo posible para mantener la conciencia, expresar el ser que soy día a día, agradecer los toques de la existencia, honrar a todos los seres que entren y salgan de ella, y dejarme guiar por el Trabajo, sobre todo cuando me resulta molesto.  Esto es lo mejor que puedo hacer para permitir que el Ser se exprese en mi.

4 comentarios en “El capullo del personaje”

  1. Siempre da gusto leer el trayecto de otra persona y sus descubrimientos. El ver como la mecanicidad vuelve una y otra vez, como se va desactivando sólo por estar presente dandote cuenta, quien actua ? la idea que tengo de mí o yo? ya és estar despierta.
    Me ha gustado tu exposición del artículo, como vuelve el personaje una y otra vez a enredarnos, y como con esfuerzo y dedicación el trabajo da sus frutos.
    Gracias Isabel.

  2. Felicidades por esta completa descripción de la lucha que tenemos inicialmente para mantenernos despiertos superando la inercia del personaje.
    Es muy interesante este comentario que haces acerca de que el ser te parecía antes una idea filosófica abstracta y que ahora percibes como lo más real que has experimentado nunca.
    Solo añadir que este personaje que ahora intentas jubilar, fue la manera que tuvo tu niña de sobrevivir psicológicamente a las presiones de su entorno infantil procurando complacerlo. Así que, junto al mensaje de que ya no lo necesitamos, tenemos que darle las gracias por los servicios prestados. Y también agradecer al Trabajo que nos haya señalado que ya podemos apoyarnos en nostros mismos y en la personalidad que hemos desarrollado.
    Mucha gente desconoce esta alternativa y sigue necesitando el auxilio del personaje para experimentar un mínimo de seguridad en sí mismos.

  3. Todo un placer leerte Isabel. Señalar ese doble sentido del título “el capullo del personaje” relacionado con la foto de la mariposa saliendo de la crisálida; justamente es eso el personaje nos sirve de protección necesaria en el entorno infantil y gracias al Trabajo brota esa mariposa que siempre ha estado latente en la crisálida; El Ser que somos.
    Muchas gracias

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