El Despertar, el Personaje y la inercia

Hemos nacido en una realidad física y mental que va progresando poco a poco desde el instinto hacia la conciencia. Progresa sobre todo porque, desde unas instancias más elevadas, se siembran periódicamente nuevos arquetipos que proponen una visión más profunda y holística de la realidad desde un nivel de conciencia superior que intuye y se acerca al Ser.

En este proceso debemos vencer un tropiezo monumental que es el personaje. El personaje es fruto de una alteración artificial de la mente que, en la práctica, desprecia a la persona y a su capacidad inherente de ver, amar y actuar en el mundo. Lo hace encargándole un objetivo: revestir una forma concreta de ser que, supuestamente, le ha de proporcionar identidad, fama y poder.

Por tanto, la persona no es ni vale nada de por sí: es, vale y puede en la medida que su entorno la reconoce.

Nos vemos pues separados de la realidad para vivir en una ficción: un personaje que no es de la forma que tiene que ser pero lucha por cambiar, mejorar y alcanzar esta forma en un futuro. Y la realidad se convierte en una especie de casting interminable en el que ensayamos diversos papeles y acabamos especializándonos en alguno de ellos. Normalmente secundario y trágico.

Visto desde fuera, es tremenda la cantidad de inteligencia, amor y energía que ponemos en interpretar este papel: es la inteligencia, amor y energía que somos y que ponemos al servicio de una mentira que nos hace desgraciados y absurdos. Por eso, al despertar, al verlo desde fuera, nos quedamos maravillados al descubrir nuestra esencia y ver que ya somos, que ya valemos y que tenemos una realidad a prueba de dificultades; una realidad que está hecha precisamente para abordar estas dificultades y contribuir al progreso que hemos descrito en el primer párrafo.

Ah, pero por desgracia está la inercia. La inercia son bastantes años, a veces muchos, de estar luchando contra fantasmas o a favor de espejismos que nuestra mente ha acabado por considerar reales. Podríamos decir que nos hemos convertido en brillantes actores de esta comedia trágica: hacemos el papel de víctimas, de incomprendidos, de abandonados, de sacrificados o de aspirantes a la iluminación con un realismo tal que nos sale solo. Y aunque lo pasemos mal, le tenemos tanto cariño a este personaje que nos negamos a abandonarlo.

El Trabajo se desgañita gritando que es mentira, proclamando que hay una realidad maravillosa a nuestro alcance con solo despertar y persistir en este nivel de conciencia que nosotros mismos hemos descubierto; pero claro, tenemos que atender las dificultades que tenemos en el nivel de costumbre, que es el que sentimos realmente nuestro.

Igual podemos rescatar un poco de tiempo para invertirlo en el nuevo proyecto de vida que nos propone el Trabajo, pero es tan poco que evolucionamos a paso de tortuga.  Y claro, ya somos mayores: cuando éramos pequeños nos podían castigar si no hacíamos los deberes pero ahora somos personas maduras, con obligaciones familiares y profesionales. Y la sociedad también ha madurado: hace unos años a los que no hacían los deberes espirituales se les amenazaba con el infierno, pero actualmente esto se contempla como de muy mal gusto.

Total que después de un tiempo intentando compatibilizar las obligaciones acostumbradas con las nuevas que plantea el Trabajo, ante la ausencia de cambios espectaculares, se van difiriendo los ejercicios hasta que acabamos abandonándolos  y saliendo disimuladamente por el foro. Eso sí, seguimos siendo partidarios del Trabajo porque la existencia nos sigue martirizando.

La Física define la inercia como la propiedad que poseen los cuerpos de oponerse a un cambio de su estado de reposo o movimiento en que se encuentran. La primera ley de Newton, llamada también ley o principio de inercia dice que este reposo o este movimiento en una dirección determinada solo se alteran por la acción de una fuerza  externa. Esta fuerza aquí son los ejercicios que plantea el Trabajo, pero no tenemos tiempo de hacerlos, o son muy complicados. Y sobre todo, no nos resultan útiles para resolver los problemas ficticios que seguimos alimentando.

Poco a poco, el Trabajo, como una ideología utópica más, puede acabar integrado en la comedia: para adornar las paredes de la cárcel o incluso para disimular la puerta de salida. El despertar lo utilizaremos como analgésico contra un dolor que debería obrar como señal de alarma; y luego, cuando la existencia nos presente dificultades imprevistas, obstáculos con los que el personaje no contaba, al no haber soltado los escollos artificiales con los que nos identificamos, los rechazaremos indignados considerando insoportable tanto sufrimiento.

Decía Blay que a veces el amor profundo puede tener apariencia de desamor. Todo lo que nos obliga a soltar la utopía, la cobardía o la misantropía, es una fuerza que procede de lo Superior capaz de sacarnos de esta inercia. Así que lo mejor es aceptarla y abrazarla cuando la propone el Trabajo porque, si no se elude, transforma la totalidad de la existencia y resuelve todos los problemas de personaje.

No tenemos ni idea de cuáles son nuestras posibilidades reales, estamos viviendo a un 5 por ciento de nuestra capacidad, sobre todo a nivel colectivo. Sin embargo, el hecho de mirar de empujar la humanidad hacia delante puede llevarnos personalmente a una conciencia muy grande.    

5 comentarios en “El Despertar, el Personaje y la inercia”

  1. Mirando como describes el personaje, o la idea que tenemos que llegar a ser de una forma concreta es despreciable. Me recuerda cuando era pequeña y los mayores me llamaban la atención por alguna acción o comentario que no era bien vista por la sociedad.
    Gracias por tu insitencia para que dejemos el lastre del personaje atras y vivamos la realidad que somos.
    Un abrazo!!!

  2. Poco más que añadir. La fuerza de la mecanicidad es tan grande que como nuestro compromiso con el Trabajo no sea total, ésta nos engulle con la fuerza de un tsunami. Lo importante es no desoír la voz interior que, cuando ocurre esto, nos grita que volvamos a casa.

    Gracias Jordi por el artículo.

  3. A mí me llama mucho la atención los primeros despertares porque son sacudidas brutales que nos devuelven a la existencia y nos anclan en un nivel de conciencia donde somos los sujetos de nuestros actos, esto no es nada figurado ni imaginado porque es la propia experiencia del alumno la que da fe que es así; sin embargo, perdemos de vista que es solo una pequeña llama interna que hay que mantener encendida todos los días, porque a la que te descuidas se termina por apagar y todo se queda en un recuerdo mental de lo que pudo haber sido pero no fue.

    Para evitar que esta pequeña llama no solo no se apague si no que vaya creciendo en calor y luminosidad están los ejercicios propuestos por el Trabajo: despertadores, eventos, centramientos, yo experiencia… al principio se cogen con ganas ¡cómo no! al personaje le encantan todas las novedades, pero poco a poco si nos descuidamos y no atendemos a las indicaciones del tutor, el propio personaje con su inercia correspondiente termina por convertir algo destinado a salvarnos del sueño de la inconsciencia en una pesada carga: “Ufff no tengo tiempo ahora para despertar, con todas las cosas que tengo por hacer” “mañana me pongo con los despertadores que ahora no me viene bien”… y demás frases características, el siguiente paso es el abandono o un dejarse llevar, que la verdad tampoco soluciona nada.

    Y es una verdadera pena porque el método del Trabajo es una gran autopista que devuelve al ser humano a su estado natural de conciencia, pero desgraciadamente nos quedamos en el peaje: el compromiso con nosotros mismos.
    Gracias por recordarnos estás cosas Jordi.

  4. Parece que está dirigido a mi.
    Es un resumen de las dificultades del Trabajo, que vamos a tener ocasión de ver y discutir en el próximo Congreso.
    De cualquier manera, no nos lo terminamos de creer. Por eso cuesta tanto mantenerse despierto.
    Pidamos en Oseira ayuda a lo Superior. Está deseando prestarla.
    Gracias Jordi

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