Las enseñanzas de Blay, y la propuesta de ADCA, promueven una espiritualidad desde el interior que entronca necesariamente el Ser social de la persona y su implicación activa y consciente con las dificultades que se va encontrando en su entorno. Una espiritualidad llevada a la práctica que pretende manifestarse desde el interior del sujeto hacia el exterior, integrando el contexto en el que nos encontramos (familia, trabajo, amigos, asociaciones…) y, de esta manera, poner sobre el terreno de juego, el Potencial Esencial que somos, participando conscientemente de las respuestas a los problemas que se nos van presentando.
Este ejercicio, implica una puesta en práctica de nuestra capacidad de VER, AMAR Y HACER para poder observar no sólo aquello que se manifiesta exclusivamente en nuestro interior, sino también aquello que sucede a nuestro alrededor; ya que los problemas sociales de nuestro colectivo, señalan indudablemente, algo que no funciona convenientemente y que hay que atender desde una visión de conjunto y lúcida. Y, este primer paso de observar lúcidamente y despiertos el error existente, nos va a permitir proponer soluciones con la clara vocación de revertir ese hecho.
Esta práctica del VER, nos facilita observar con total interés aquello que nos rodea, así como la forma con la que nos relacionamos nosotros con esa realidad; por ejemplo: el medio ambiente, nuestros propios vecinos o conciudadanos, incluso, los valores que se promueven en nuestra sociedad, así como, los sistemas económicos que imperan, o las políticas vigentes entre países o las distintas estructuras jerárquicas. Es decir, todo aquello que se manifiesta entre nosotros y que hemos ido construyendo, materializando, en nuestra experiencia de vida, ya sea material, estructural o ideológica, que no son más, que la manifestación de nuestra expresión en conjunto.
Por tanto, igual que ese potencial de VER lo podemos dirigir hacia nuestro interior para observar aquellas cosas que nos hacen sufrir y usarlas como despertador; de la misma forma, el mundo en el que vivimos, también nos ofrece un marco incomparable al que atender donde podremos observar multitud de conflictos que generan un profundo malestar, desafección, desasosiego, o incluso en muchos casos sufrimiento. Y, es por ello, que consideramos que esa observación e interés por el mundo que nos rodea, no es tan solo una excelente fuente de estudio para nosotros, a título personal; sino que, además, nos va a ofrecer la posibilidad de desarrollar nuestra existencia mediante nuestra capacidad de transformación e incidencia, poniendo en práctica el Potencial de Amor y Energía que atesoramos, sobre esa realidad
Bien, pues es aquí donde ubicamos nuestra exposición y dónde vamos a tratar de poner de relieve como la desatención a determinados desequilibrios personales y sociales acaban generando conflictos mayúsculos de convivencia y desarrollo, que por qué no, y esta es nuestra propuesta, podamos usarlas también como alerta y catalizador para el despertar social, y nos movilicen, por tanto, al mismo tiempo, con el objetivo de plantear alternativas viables bajo la influencia del Trabajo.
Héctor Bueno, Imanol Cueto y Marta Ortín. Artículo introduciendo la ponencia del III Congreso de ADCA titulada «El malestar social como despertador».