En el Trabajo tenemos que enfrentar a menudo lo que llamamos: “efecto del negativo”. Nos referimos a este fenómeno de la fotografía analógica en el que la realidad aparece justo al revés en una película, que debemos “revelar” para obtener las tonalidades reales, porque lo blanco nos aparece negro y lo negro blanco.
En el Trabajo lo negro nos aparece blanco cuando observamos el personaje de entrada. Nuestra mente está acostumbrada a blanquear las advertencias del personaje, por aquello de que nuestros padres nos reprendían para nuestro bien y, de esta manera, esconde su naturaleza enervante y bloqueante.
Por ejemplo: Una de las costumbres más habituales del personaje es acusarnos de ineficacia, de falta de diligencia, de andar con retraso y de ser incapaces de cumplir con todas las tareas que tenemos que implementar a lo largo del día. El personaje nos está anunciando todo el rato todas las cosas que tenemos pendientes y nos está llamando la atención porque, a su entender, no vamos lo rápido que él considera necesario para poder cumplir nuestros compromisos. O nos anuncia que, si no andamos listos y prestamos toda la atención a estos trabajos que tenemos pendientes, los haremos de una forma deficiente.
Consigue así ponernos nerviosos y hacernos malgastar una enorme cantidad de energía en procurar evitar estas profecías negativas, convirtiendo nuestro día a día en una especie de pista americana que recorremos de tal manera que llegamos exhaustos a la hora de acostarnos. Y a menudo nos acostamos sufriendo por lo que nos espera al día siguiente.
Bien, pues a este conjunto de presupuestos negativos y paralizantes nuestra mente está acostumbrada a llamarlo “responsabilidad”. Abordamos la solución de los problemas que se nos presentan teniendo que combatir la idea del personaje de que no lo conseguiremos; pero a esto lo llamamos “preocupación”. Emprendemos algún objetivo que nos parece interesante pero con el miedo a no poderlo alcanzar; y a eso lo llamamos “voluntad”.
Y así podemos poner miles de ejemplos en los que el personaje nos manda mensajes depresivos, en los que nos trata de cortos, inútiles o torpes. Él lo hace para que espabilemos y nosotros, en vez de denunciar estos mensajes como falsos, los aceptamos como algo normal; como si para cumplir nuestras obligaciones necesitáramos que nos fueran azuzando y advirtiendo. Esto, utilizando la jerga económica, es “blanquear al personaje”; presentarlo como un factor positivo, indispensable, para nuestra existencia. Consideramos normal que nuestra mente nos presente todo el tiempo problemas ficticios, que nos hacen sentir pesimistas y convierten la existencia en un remedo de los trabajos de Hércules.
Y con el despertar hacemos lo mismo pero al revés: el despertar lo oscurecemos. Explicamos la experiencia del despertar como ausencia de lo habitual: no hay cavilación, no hay nerviosismo y no hay angustia. Y de aquí nos cuesta salir. Tenemos que esforzarnos a percibir lo que hay; en vez de constatar que lo negativo ha desaparecido: ¿qué notamos que aparece en su lugar?
Claro lo que hay es muy sutil, y el hecho de dejar de estar angustiados y nerviosos es muy notorio, así que es lógico que esto, de entrada, nos llame la atención. Pero hablar de lo que no sucede no explica la realidad. Después de dejar atrás la angustia y las proyecciones terroríficas hemos de empezar a degustar la realidad que se nos aparece a nuestro alrededor y la prerrogativa que tenemos de contribuir a perfeccionarla con nuestra respuesta, aportando nuestra luz y nuestro amor.
Despertar es notar la vida y la conciencia en nosotros mismos y en los seres que nos acompañan, sean personas, animales o plantas. Nuestro ser es el mismo que el suyo y su aportación a la realidad es tan rica como la nuestra. Pero personalmente gozamos del privilegio de existir de un modo creativo y nos hemos de esforzar en ejercitar esta capacidad de forma activa. No nos podemos quedar en no pasarlo mal.
Observad que tanto una cosa como la otra: dejar de positivizar las neurosis del personaje y dejar de negativizar el despertar, considerándolo como un descanso o como un paréntesis, nos sitúa en una nueva realidad. Es como haber resucitado.
Cuánta verdad en esos actos de «blanqueamiento del personaje» y «oscurecimiento del despertar». No son más que dos herramientas al servicio del personaje en otro afán más por sostener y mantener su báculo de poder. Gracias por el artículo.