Interlocutor: Así ¿el modelo idealizado [yo-ideal] siempre hace una función evasiva? ¿es sólo como una evasión?
Blay: No sólo es una evasión, es una falsedad, es falso. Yo tengo el ideal sólo para «compensar» el yo-idea. Hemos de entender bien esta dinámica: si yo quiero llegar a ser fuerte es porque, en el fondo, me estoy sintiendo débil. Si no me sintiera débil, no habría para mí el ideal compulsivo de llegar a ser fuerte. Por lo tanto, la misma fuerza con que estoy rechazando ser débil, es la misma con la que estoy deseando ser fuerte, Lo que ocurre es que no nos damos cuenta de esto, porque el pasado, en la medida que es desagradable, tratamos de olvidarlo. En cambio, el futuro, el yo-ideal, como eso es lo agradable, estamos pendientes de ello. Por eso todos estamos mirando más hacia este yo-ideal y pensamos que así el yo-idea ya está superado.
Es necesario llegar a ver que toda la fuerza con que estoy viviendo el ideal, procede de la fuerza con que rechazo algo que llevo dentro. Esta fuerza es, a la vez, lo que nos impide descubrir nuestra realidad en el presente. El yo-idea está anclado en el pasado; el yo-ideal se proyecta en el futuro. Entonces toda mi vida es como una carrera loca que se dirige hacia este yo-ideal; y eso me está impidiendo tomar conciencia de mí, aquí y ahora; y me impide profundizar en este mí, en este aquí y en este ahora. Entonces resulta que toda mi vida es una huida de la realidad; porque la realidad sólo es aquí y ahora a través de mí.
Interlocutor: Pero el pasado cuenta ¿o no?
Blay: El pasado cuenta en la medida exacta en que yo estoy viviendo en la mente que registra este pasado. En la medida en que no estoy en esta mente, no cuenta para nada.
Esto yo no los califico de positivo o de negativo, simplemente explico causas y efectos,,. Se trata sólo de entender, no se trate de adquirir una moral: «hay que evitar esto, hay que hacer lo otro…», no. Yo no preconizo una moral de ningún tipo determinado, yo lo que explico son unos funcionamientos para que uno entienda lo que pasa; y si no ve lo que no es correcto, pues que uno mismo examine y decida. Por eso, yo no doy una normativa; cuando doy unos modos de trabajo, éstos se derivan de la comprensión de lo que sucede.
Interlocutor: Pero supongo que puede existir un ideal sereno, correcto.
Blay: Pues sí. Puede haber un ideal sereno, tranquilo, no compulsivo. El ideal compulsivo es: «yo he de llegar allí, y si no lo consigo, he fracasado, soy un frustrado»; ésta es la compulsividad. En cambio, el ideal sereno es decir: «yo me dirijo hacia allí y llegaré hasta donde pueda, pero con gozo en el camino».
Antonio Blay Fontcuberta. “Pláticas sobre el trabajo interior. Conversaciones con Antonio Blay”. Ediciones Indigo. 2005. Barcelona. [Transcripciones de unas grabaciones en su propio domicilio sobre conversaciones con alumnos, realizadas al principio de los años setenta].
Me parece muy interesante la diferenciación entre un yo – ideal compulsivo y uno sereno. Este último seria como ponerse una meta u
objetivo ilusionante donde el camino es lo importante, ademas del resultado. La gestion del fracaso, un gran aliado del personaje.
Hola Imma. Gracias por tu comentario.
El yo-ideal es siempre falso, un error. La respuesta serena ante los estímulos del exterior surge naturalmente
cuando estamos despiertos.