La fe

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Interlocutor: ¿…qué quiere decir fe?

 

Blay: Ahí, ahí. San Pablo da la definición… «Es la substancia de las cosas que esperamos».

 

Interlocutor: Es lo mismo que saber observar, o ver, me parece.

 

Blay: No. Esto que tú dices es un acto de uno mismo en relación a unas facultades determinadas. En cambio, la fe, en todo caso será la adhesión a una intuición que uno tiene de algo (aunque esto no sea la fe tal y como habitualmente se define); tomándolo en el sentido de experiencia interior, la fe es esta adhesión mental, afectiva y volitiva, incondicional, a lo  que uno intuye como real, como cierto.

 

Interlocutor: El estar atento, silenciosamente atento en la meditación, para mí, esto es fe.

 

Blay: ¿Por qué a esto le das el nombre de fe? La fe es más que esto. La fe es una aceptación de las cosas que no se ven. Es una aceptación actual de algo que todavía no está actualizado. O sea, que hay aquí, en la fe, un desfase interior que uno tiene que aceptar. Este es el riesgo de la fe; y esta es la fe que produce efectos.

     

     En  el Evangelio el tema de la fe siempre aparece de un modo concreto y operativo. Fijaros en las ocasiones en que surge la opción de la fe; siempre existe una situación difícil. Siempre es una fe que se manifiesta como un efecto: sea en las curaciones, sea cuando los apóstoles están en el lago y temen hundirse y Jesús les dice: «Hombres de poca fe…»; sea cuando Jesús se acerca caminando sobre las aguas y el otro le dice: «Si tú eres tal, dime que yo venga a ti sobre las aguas», y después… «Sálvame que me hundo». Y Jesús dice: «¿Por qué has dudado?»

 

     Vemos pues, que aquí aparece la fe en un sentido concreto, en un sentido aplicado. O sea, que no se trata de una fe de abandono, de entrega, de indiferencia total, sino que se trata de una fe respecto a algo concreto. Tiene fe en que puede curar una enfermedad, la fe en que puede resucitar a un muerto, la fe en que puede echar a los demonios. Siempre es una fe relativa a unas cosas determinadas. Y Jesucristo no va en contra de esto. Precisamente les dice: «Si tuvierais fe, diríais a la montaña: “cámbiate de lugar”, y la montaña se cambiaría».

 

Interlocutor: Yo entiendo la fe como una entrega a la voluntad de Dios.

 

Blay: Se trata de dos conceptos distintos. Para ti, el tener fe quiere decir no tener opinión personal, y por lo tanto no tener deseo. Es una línea posible, correcta. En cambio, en el Evangelio, la fe aparece como un medio que permite colmar unas necesidades o unos deseos específicos, concretos.

 

Antonio Blay Fontcuberta. “Pláticas sobre el trabajo interior. Conversaciones con Antonio Blay”. Ediciones Indigo. 2005. Barcelona. [Transcripciones de unas grabaciones en su propio domicilio sobre conversaciones con alumnos, realizadas al principio de los años setenta].

Imagen: Tintoretto. Cristo en el mar de Galilea 

2 comentarios en “La fe”

  1. Me parece muy interensante introducir el tema de la fe, tan mal entendida a veces.
    No me queda claro este párrafo: «Para ti, el tener fe quiere decir no tener opinión personal, y por lo tanto no tener deseo. Es una línea posible, correcta. En cambio, en el Evangelio, la fe aparece como un medio que permite colmar unas necesidades o unos deseos específicos, concretos».
    ¿Existen diferentes líneas posibles? y por otra parte, la fe, ¿colma nuestras necesidades y deseos específicos?

  2. Muchas gracias, María Jesús, por tu comentario.
    Es interesante saber que Blay habló de la fe, que a veces se pasa por alto.
    La referencia al deseo es budista (Noble verdad 1 y 2: La causa del sufrimiento es el deseo. Eliminando el deseo cesa el sufrimiento).

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