Feliz Año Nuevo

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Nos creemos originales pero necesitamos los ritos. Cada año repetimos las mismas tonterías o, disfrazadas de un punto de vista más culto, la misma liturgia. Una de las más importantes es la de año nuevo.

     Parece que el 1 de Enero empieza todo, cuando en realidad es una pura convención, que  comenzó cuando en occidente se adoptó oficialmente el calendario gregoriano.

           

     Los judíos viven en el año 5782 y celebraron su año nuevo (Rosh Hashaná) el día 06 de septiembre. En el Islam se celebra aproximadamente once días antes cada año, en este 2021 fue el 07 de septiembre. Para los chinos ocurre en la luna nueva del primer mes lunar, hacia el comienzo de la primavera; fue el 12 de febrero. Y así podríamos seguir en una colección amplia de citas y fechas, cada una de ellas propia de una cultura y religión diferentes.

           

     Todas las que conozco tienen algo en común: la fiesta, la alegría, la celebración. Salir a la calle y expresar algo, expresarse. Y en la versión más cutre, emborracharse.

           

     Os he de reconocer que, no sé desde cuando,  me parece algo encorsetado y forzado. Pero tengo que estar equivocado. Porque la expresión de fiesta, de que hay algo de lo que alegrarse, de tener que brindar, bailar, disfrutar y lo que se os ocurra más, es obligatorio; es masivo, en todo el mundo. Y hay que tirar cohetes y hacer mucho ruido.

           

     Creo que  revela la necesidad de esperanza. Hay una petición interna que abre los brazos al año nuevo, como si fuera un niño que acaba de nacer, y le recoge con un abrazo de  ruego y  súplica: Espero que nos traigas algo o mucho, pero todo bueno.

           

     Es la celebración de un deseo, la manifestación de un ruego, de un empuje. Se impulsa al tiempo que se tiene por delante, como si fuera un objeto, un ser viviente que pudiera moverse en la dirección que nosotros queremos. Como cuando se le da características humanas a lo inanimado, así se hace con el año que empieza.

           

     Ese empuje, teñido de luces de colores, serpentinas y matasuegras, es la metáfora de nuestro deseo, de nuestra esperanza, la cual no puede discutirse en esta fiesta. A nadie se le escucharía si dijera lo contrario.

           

     La energía que se despliega la noche de fin de año no puede ser la del descorche de la botella de champán, que explota en un instante para apagarse. Si el ánimo de esa noche, común y universalmente extendido, es el de vivir en el acorde unánime de que un año mejor es posible, y de que es un sentimiento compartido, que une; esa energía hay que mantenerla.

           

     El año nuevo no se hace vida nueva porque sí. Hacemos vida nueva con el hacer de todos y cada uno de nosotros. Y un hacer mantenido. El Trabajo no es algo para algún momento del día, o del año. No podemos seguir funcionando poco. No sé si  ese latido vital que se hace festivo la nochevieja, surge de lo mejor del ser humano, o de la costumbre convertida en hábito. Pero la esperanza, el deseo y la energía que se despliega, sí que salen de ese fondo. Y nos llama a que se mantenga: no se trata de cambiar de impulso, no es que funcionemos mal, sino que funcionamos poco.

           

3 comentarios en “Feliz Año Nuevo”

  1. Cierto Carlos, funcionamos poco y necesitamos ocasiones especiales para activarnos.
    A la luz del Trabajo no existen fechas concretas, existe un día a día de verificación y actualización de lo que somos.
    No necesitamos embriagarnos con alcohol para alucinar y olvidar el corsé del personaje.
    Es preciso ese mirar sincero de lo que somos, para sintonizar con el otro.
    Feliz de transitar este camino con tod@s vosotr@s.

  2. Ya ha pasado casi un mes del año nuevo. Y en realidad podríamos desearnos lo mismo. Pero siendo yo quien lo desea. Y en ese momento, ya está cumplido.

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