Los diferentes niveles de conciencia que podemos experimentar nos conducen a vivir en realidades distintas. Por eso es tan difícil dar consejos útiles a la gente que está en un nivel determinado y lo vive como algo problemático. No se puede hacer otra cosa que animarles a superar estas dificultades tomándolas como punto de referencia de lo que han de ejercitar.
A veces esto se interpreta como falta de compasión, pero es el único consejo que podemos dar. ¿No nos sentimos comprendidos?, observemos si nos entendemos nosotros mismos, miremos si nos queremos justificar ante los demás porque no estamos convencidos de nuestra propia postura. ¿No nos sentimos valorados?, haremos bien de examinar si estamos respondiendo conscientemente a las situaciones que se nos presentan, sin esperar agradecimientos o recompensas. ¿Nos parece que no vamos a conseguir lo que deseamos?, veamos si estamos poniendo los medios necesarios para ello o esperamos que suceda un milagro de estos que no existen.
En el fondo es fácil, lo único que hay que hacer es renunciar a la autocrítica, a la autocompasión y a la reprobación de uno mismo, porque son actitudes absolutamente estériles que no resuelven nada. ¿Significa esto que debemos criticar, devaluar o acusar a los demás? No, los demás forman parte de esto que hemos llamado “nosotros mismos”, así que tampoco resuelve nada darles la culpa de nuestros problemas. No caigamos en la tentación de recurrir a esta frase tan desagradable y tan repetida de “somos personas humanas”. Que somos humanos es seguro, que seamos personas conscientes está por ver: a lo mejor nos comportamos como máquinas, actuando en base a determinados estímulos que producen determinadas reacciones. Reacciones en vez de respuestas.
Cuando despertamos aparecemos en una situación determinada, así que lo primero es mirarla. Este consejo no es pueril porque, a menudo, no pasamos de advertir que no responde a lo que esperábamos y la rechazamos. Si esta actitud ya es una estupidez, considerar que la situación es problemática porque no responde a nuestras expectativas raya la paranoia. Es el apaga y vámonos de la inteligencia.
Claro que tampoco vale cualquier explicación, sobre todo aquellas en las que nos colocamos en el centro de la escena y describimos el resto en función de cómo nos afecta. Cuando despertamos constatamos que las cosas no nos pasan a nosotros sino que nosotros somos una figura más en este escenario que también afecta a los demás participantes. La explicación adecuada es aquella que describe la escena como un todo. Y somos nosotros los que damos valor a este todo, no al revés: lo valoramos porque nos ofrece un espacio para movernos, expresarnos y relacionarnos.
La realidad es dinámica: fuera y dentro, siempre en la conciencia. Podemos transformar el entorno o transformarnos a nosotros mismos. Desde un punto de vista evolutivo es lo mismo. En cualquier caso nos transformamos para atender las circunstancias con mayor eficacia, para adecuarnos a la situación que nos incluye. A veces la podemos elegir y a veces se nos impone. Cuando sucede lo segundo nos podemos considerar especialmente afortunados porque nos obligará a desarrollar nuestro potencial mucho más allá de lo que, por comodidad, habíamos decidido.
También esta afirmación se puede interpretar como falta de compasión, porque la mayor parte de imprevistos no presentan una imagen agradable sino todo lo contrario: se nos aparecen como algo inesperado, incomprensible, injusto y difícil; algo que nos va a pedir un plus de comprensión, amor y energía. Pero de eso se trata: hemos venido a este plano a ejercitarnos, no estamos de vacaciones. Y cuanto mayor sea el grado de energía, inteligencia y amor que hayamos actualizado mayor será la tarea que tendremos que resolver.
La más difícil se nos presenta justamente cuando creemos tenerlo todo resuelto o encaminado: entonces se nos requiere abandonar todo esto para despertar al ser esencial. Lo que hasta entonces venía siendo una ayuda: la espiritualidad, el Trabajo, se convierte ahora en el objetivo y requiere toda nuestra atención. Normalmente sobreviene cuando nos llega la muerte física, el imprevisto más grande, pero no siempre: a lo largo de la existencia podemos experimentar varias muertes y resurrecciones. Estas muertes extinguen una determinada personalidad, con un modo de existir, unas características propias, unos proyectos que nos identifican socialmente, etc. Todo esto, de pronto, desaparece: cambia nuestra manera de percibir la existencia, nuestros intereses, nuestros objetivos; y con ello nuestras relaciones circunstanciales. Es lo que se llama borrar la historia personal.
Esto puede suceder dos o tres de veces en esta existencia y es el camino más corto hacia la desidentificación porque uno acaba siendo un desconocido para sí mismo. Sólo sabe que es pero no sabe ni quién es ni lo que hace aquí. Solo intenta ser, sin dejar que las circunstancias lo anulen, lo nieguen o lo aniquilen.
Claro, siempre ha sido el ser, pero ahora se da cuenta de que solo es eso.
Gracias por el artículo Jordi, una vez más nos haces ver las dificultades como lo que son; puntos de referencia para la autorrealización, donde el potencial está contenido y en un punto óptimo de expresión.
Por si pensábamos que el Trabajo nos ahorraría trabajo, nada más lejos de la realidad. Como bien dice Jordi, en la medida en que desarrollemos las capacidades esenciales que somos, más grande será la tarea que tendremos que afrontar porque nuestro compromiso personal y social será cada vez más fuerte. Ahora bien, este ejercicio supondrá un fortalecimiento de dichas capacidades, que viviremos como el más maravilloso regalo que nadie nos haya podido ofrecer.
En cuanto al desarrollo extraordinario que permiten las situaciones complicadas que nos vienen dadas, recientemente he vivido momentos de desesperación y agotamiento profundo en los que me ha costado verlo. Sin embargo, cuando he conseguido separarme de la situación y verme como algo distinto de ella, he adquirido una nueva perspectiva de la realidad que me ha hecho volver a mi centro.
En ese momento me he dado cuenta de que algo había cambiado. Puede que sea algo aparentemente sutil pero ahí está. Es como si ya no fueras la misma porque has integrado una vivencia nueva e intensa que te ha transformado a un nivel profundo y te ha aportado una comprensión inédita de la existencia. Te ha abierto la puerta a algo que siempre estaba ahí pero no podías ver: una nueva dimensión. Entonces sí, entonces no puedes sino agradecer a la Vida que te haya dado la oportunidad de atravesar todo ese sufrimiento previo que de hecho ya no recuerdas como tal.
Gracias Jordi por tus reflexiones, son destellos de luz que iluminan espacios cada vez más amplios de la conciencia.
Cuando uno juega a ser “espiritual” contempla la vida desde una atalaya de superioridad, pero cuando se atreve a vivir el espíritu, el trabajo que se cierne delante de él es inmenso y la recompensa aun mayor; vivir y expresarte en esta existencia desde lo que tú eres, no hay mayor regalo que ese. Gracias Jordi por esos toques de realidad.