La alegría de vivir

En los primeros compases de la mañana, recién abiertos los ojos, es habitual que el ser se sitúe en una zona nítida y ligera de presencia en la que cada objeto tiene peso, color y forma al tiempo que demuestra una inalterable voluntad de permanencia, como centros intemporales que se irradiaran a sí mismos en una explosión de creatividad. La sesión de Centramiento, lejos de ser un ejercicio cerrado, apuntala un estado que extiende su influencia a lo largo del ciclo vital que comienza, y te coloca en una posición privilegiada antes de la inmersión plena en el fragor del Trabajo, en ese continuo de autoobservación y despertar sostenido, de relaciones interpersonales que espolean mecanismos recurrentes, de conciencia expandida, de recaída en actitudes con personas cercanas y queridas, de redespertares, de remanentes del subconsciente que se manifiestan con titubeos, tartamudez o complejos, de conciencia de la rabia aun desatendida que te da la medida del amor que puedes dar, de unidad, de desidentificación, de distancia cercana…y de tantas cosas. Acabada la jornada, uno procura lanzar una mirada retrospectiva de lo acontecido, que le devuelve parte de aquella paz inicial y le sirve para rectificar en diferido los espacios vacíos del personaje. Lo maravilloso y notorio de todo este encadenamiento de experiencias es que se sostiene en una nueva fragancia, en un sentimiento inédito: el deseo y la alegría de vivir. 

 

                            Joie De Vivre (Chopin)

Extendiendo esa perspectiva de testigo a la propia historia personal, veo un hilo conductor ascendente salpicado de puntos de inflexión representativos de una catarsis progresiva. La niñez y la pre-adolescencia fueron, por una parte, épocas de gran conexión con la Naturaleza, que hoy en día mantengo, de atardeceres rojos en el mediterráneo puro, golondrinas recortando el aire, y juegos en el agua, de reventar salvajemente comiendo ciruelas, nísperos y cerezas tomadas directamente del árbol e incluso de momentos muy claros de conciencia de mí, acompañados de una sensación de eternidad. Por otra, puedo casi palpar la gestación de esa jaula de temor e inseguridad en la que me encerré a consecuencia de los problemas familiares, de las contradicciones del mundo adulto y de ser víctima de minusvaloraciones. En la adolescencia, ya totalmente desconectado, quise enfrentarme a todo ello revistiéndome de bondad y de plena sumisión a las reglas, hasta que todo estalló en la juventud, en la que, aparte de cometer ciertas barbaridades, que fueron la válvula de escape de un gran cantidad de energía retenida, me sumí en una negatividad que solo el Trabajo ha logrado abatir, devolviéndome, aun en las persistentes dificultades, esa alegría de vivir, eso que sentía cuando los amigos me picaban al portal para ir a correr aventuras. Todavía no sé evaluar muy bien que efectos tuvieron en el devenir ciertas experiencias, sobre todo una, que me confirmaban inequívocamente nuestra esencia profunda, ni por qué las envié al baúl de la inconsciencia, pero sí que, ahora, en momentos de agotamiento, son maná que me alimenta, y doy gracias a Dios por el regalo. Diría que lo superior no responde mientras luchas sino cuando le declaras tu impotencia y te abres a su amor tal y como eres. Después vinieron años de una trayectoria vital al albur de los acontecimientos, caracterizados por una rigidez mental que impedía aceptar la inestabilidad del entorno y concebir, en definitiva, el cambio como impulso de transformación: universidad, pareja, hija… tramos de felicidad en un trasfondo con tintes de calvario. 

Y así llegué al seminario de introducción impartido por ADCA. Presentí desde el principio que estaba ante una apuesta que no debía jugar irreflexivamente. Mi formación, de carácter técnico-científica, junto al recelo exagerado de caer en manos de desaprensivos de la nueva era, dilataron la decisión de empezar el Trabajo. Afortunadamente, subyacía una fuerte intuición de verdad y de que la comprobación personal era una vía de conocimiento. Durante muchos meses, los diarios fueron un vertedero de quejas y de ideas sublimes, con la consiguiente paciencia infinita del tutor, hasta que los primeros despertares se revelaron, paradójicamente, sin esfuerzo, sin pensar en que debía esforzarme en despertar sino despertando, incluyéndome en el mundo sin contrapartidas. Las excursiones por el pre-pirineo catalán y las rutas en bicicleta por Francia e Italia fueron, y son, islas de autoconciencia de una riqueza fuera de lo habitual, de ausencia de temor y de pensamientos erróneos, de total libertad y de vivencia del momento, de interés por los desconocidos. 

Manifiestamente este estado no se trasladaba a otros ámbitos más complejos. No fue hasta llevar un buen tiempo Trabajando que apareció, pues tarde o temprano lo hace, la interrogación crucial que debe ser contestada desde lo más profundo: ¿Quiero que mi vida sea la expresión ininterrumpida de lo que siento que soy? Siendo la respuesta positiva, estaba ente el único objetivo que merecía la pena establecer. Esta convicción, unida a un análisis detallado del personaje, permitió que aquel estado de independencia se convirtiera en una onda expansiva que lo está inundando todo progresivamente. Los cambios en el entorno laboral son ya evidentes. De acudir cada mañana a las oficinas arrastrándome, sentirme un bicho raro o ver amenazas por todas partes, he transitado a las muestras de interés por mis compañeros, a verlos en su completitud, sin juzgarlos, a la percepción de los retos como oportunidades de crecimiento. Ahora, lo que me produce animadversión o rechazo es un aliciente que me enseña el camino que debo tomar. En cuanto al entorno familiar, los bloqueos tienen una fuerza especial, no obstante, la introducción consciente de pequeños elementos de ruptura de situaciones en bucle está teniendo efectos considerables. 

Quiero hacer aquí un alto para poner la atención en la extraordinaria labor de concreción que supone el método creado por Jordi Sapés. Disponemos de miles de libros repletos de frases bellas y trascendentes como los de Antonio Blay, que me encantan, pero muy pocos sistemas de Trabajo rigurosos que se amolden al estilo de vida occidental. Por suerte, nació ADCA para darle continuidad, promoverlo y enriquecerlo. 

Se puede constatar que el motor del crecimiento interior no es la búsqueda de la felicidad, aunque tengamos nostalgia de ella, sino la demanda sincera de ser consecuentes con nuestra naturaleza cósmica, divina y consciente. De la primera se deriva el cuidado de nuestro cuerpo y de la Madre Tierra. De la segunda, la inmersión en el silencio primigenio que te indica el camino de lo profundo y la conciencia superior en la vida ordinaria, dando y recibiendo sin condiciones. De la tercera, la actitud de honrarlo todo con un baño de conciencia. Entonces, después de aplicarse con denuedo durante tiempo, quizás, y lo planteo como posibilidad porque solo la experiencia puede hablar, surja un flujo simultáneo de armonía y sencillez, cada vez más marcado, que tenga semejanzas con algo que se presentía. 

Por supuesto, este proceso es paulatino, requiere dedicación y se aleja de todas esas nuevas corrientes que pretenden sustituir con soluciones milagrosas a las religiones tradicionales, fracasadas estrepitosamente en la función de vehículos hacia una nueva espiritualidad. Así mismo, es muy importante darnos cuenta de que el desarrollo de nuestra capacidad de hacer, de relacionarnos y de comprender, se constituye como un medio idóneo y eficaz de cohesión social. Desde la atalaya del Trabajo deja de ser una opción el abandono de seres humanos en medio de la nada o prohibir la expresión de las minorías, no se criminaliza a los terroristas, a los violadores, a los corruptos ni a los que los denuestan sino que se buscan soluciones en positivo y se contrasta la información para elegir a los sabios que deben legislar, se comprende que la revolución tecnológica al servicio de la vieja economía está siendo la precursora de una nueva esclavitud; y que, bien utilizada, puede devolver al Ser Humano al centro que nunca debió dejar, se vislumbra que un nuevo Humanismo puede nacer en la escuela y que las noticias espeluznantes son noticia por anecdóticas, no por espeluznantes, ya que detrás hay todo un mar de convivencia y de buena gente.

7 comentarios en “La alegría de vivir”

  1. Magnífico artículo,tanto por su calidad literaria como por la profundidad con la que trata el desarrollo del Trabajo.
    Solo desear que esta labor de ADCA no decaiga sino que se multiplique.

  2. Muchas gracias por esta fantástica Reflexión, Javier. Estoy sorprendido de lo bien que escribes y de todos los recursos literarios que con tanta facilidad me han llevado emocionalmente y de manera directa a todas y cada una de las situaciones descritas.

  3. Si Javier, que bien te expresas, se intuye una gran sensibilidad y profundidad en el modo en el que percibes la realidad, y además me parece que tienes la capacidad de conectar a tu alrededor con estas cualidades.

  4. Fantástico y bello articulo; donde se explica perfectamente como a través del Trabajo recuperamos esa alegría o gozo de vivir. Muchas gracias Javier.

  5. ¿Madre mía!
    Cuanta verdad y profundidad hay en tus palabras.
    Muchas gracias. La alegría de vivir me llega con serenidad, tranquilida, suavidad. Lejos de explosiones, gritos o escándalos.

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