Está claro que conviene volver periódicamente a repasar la diferencia que hay entre estos tres conceptos que utiliza la mente para referirse a nosotros.
Decimos que nuestra identidad es aquello que no cambia en el transcurso de nuestra existencia, lo que permanece constante e inmutable. Si hacemos un proceso de observación en nosotros mismos, desestimando todo aquello que constatamos que ha cambiado a lo largo de nuestra existencia, veremos que cuando decimos “yo” no nos podemos referir a nuestro cuerpo, ni a nuestros pensamientos, ni a nuestros gustos ni a nuestra profesión, porque todas estas cosas han ido cambiando y seguirán haciéndolo mientras continuemos en este mundo.
¿Qué es lo que vemos que ha permanecido invariable? la capacidad de comprender, la capacidad de amar y la capacidad de hacer. Estas capacidades la hemos invertido en diferentes asuntos, pero esto no las han modificado. Así que podemos afirmar que somos eso.
Ahora bien, para decirlo en voz alta o escribirlo, necesito un cuerpo. Y puedo escribirlo porque sé escribir y porque tengo una mente educada que me permite expresar mediante conceptos o ideas esta realidad que percibo. Y además me gusta escribir, le he cogido afición y he ido desarrollando una cierta habilidad con la que consigo que mis escritos no sean tan soporíferos como cuando empecé. Todo esto es consecuencia de haber puesto en práctica estas capacidades esenciales. La energía que soy ha hecho crecer mi cuerpo y lo mantiene vivo, la inteligencia que soy ha desarrollado mi mente y el amor que soy ha extendido mi alma a muchas cosas y personas que me han acompañado en mi existencia. Todo eso: el cuerpo, los conocimientos, las relaciones, las habilidades… todo esto es mi personalidad. Y está claro que esta personalidad es algo indispensable para caminar por este mundo y relacionarme con los demás.
Bueno, ¿y el personaje qué es? El personaje es una opinión: si a ti te parece bien o mal mi personalidad. Y también es que si yo me entero de que no te gusto, me deprimo y me siento desgraciado e impotente. Esto es el personaje: lo que tú piensas de mi personalidad y lo que yo pienso de ella cuando me entero. El personaje es que resulta que tengo que ser de otra manera, para gustarte a ti y poderme sentir seguro de mi mismo.
Pero también puede ser que, cuando me entere de que no te gusto, te ponga a parir y considere que eres tú el que tienes que ser de otra manera. Y también puedo opinar que, cuando la gente me mire, no han de sentir si les gusto o no; y si lo sienten lo han de ignorar; no digo disimularlo sino ignorarlo.
¿Es complicado verdad? Pero bueno, ¿por qué tengo yo que tener la personalidad que quieren los demás?; si además es imposible porque ¡son tantos!, ¡no puedo satisfacer a todo el mundo!
Lo mejor es ser como soy porque esta es mi manera personal de ser. Y esto es la personalidad. El personaje sobra.
Definiciones:
Yo: el ser.
La personalidad: mi manera de ser.
El personaje: la opinión que creo que los demás tienen de mí.
Muy bien explicado, siempre viene bien el repaso
Muy clarificador el texto Jordi. A mi todo esto me sugiere relacionarlo con el tiempo; el yo Esencial es intemporal, en él no hay sucesión de momentos o instantes, ha sido, es y será eternamente. La personalidad es aquello que ha día de hoy, en este instante, he actualizado del potencial que soy. Y el personaje es el que lo lía todo y da lugar al tiempo al relacionar el “no debo ser así” con el “debo ser de esta manera determinada”
Sí, ésta explicación es superlúcida y muy sencilla y como ayuda para vivenciarlo no hay nada como acudir a la identidad esencial, que aporta mucho discernirmiento entre personalidad y personaje, aplicado a la propia vida.
En el momento que percibes quien eres realmente, ya todo deja de ser un fin por algo, simplemente eres.
Que libertad verdad!!
Besos.
De acuerdo con Pedro en que está muy bien explicado. Queda clarísima la distinción.
Me sigue sorprendiendo después de tanto tiempo lo bien que relatas el fenómeno del personaje y lo absurdo que aparece cuando leemos éstos ejemplos que de entrada hacen tanta gracia, pero que después tienen todo un peso y nos condicionan tanto el día a día.
Aquí queda claro que el personaje no es ningún primer escalón en el Trabajo ni nada por el estilo, sino que es una vivencia errónea de la existencia de la que hay que deshacerse cuánto antes para poder establecerse en el Yo experiencia e ir acercándonos al Yo esencial. Lamentablemente, no conozco personalmente otras líneas que hagan lo que tú denominabas antes como «el trabajo sucio» de quitar primero el personaje. Y sin embargo es algo primordial, un trabajo psicológico imprescindible que sienta las bases necesarias de estabilidad para encauzar el Trabajo
Uy, a esto precisamente me refería cuando leo a Blay y leo al Jordi; a mí esta simplicidad me resulta más pedagógica y estoy de acuerdo con todos vosotros. Me ha encantado la semejanza de Imanol con el tiempo, es muy gráfico y esa sensación de libertad a la que se refiere Emi. Yo esta sensación de libertad la asemejo a sentirme querida y completa por el simple hecho de ser, porque asumo el personaje como intentar ser de una forma concreta para otros y el vivir la esencia como forma de ser para mí misma, el redescubrimiento de mi persona lejos de todo fenómeno.