La Belleza y la Mente

La belleza fascina; pero no es un objeto. El objeto se encuentra siempre delante del sujeto, y se intenta adquirirlo o rechazarlo. Dinero, fama o renombre, posiciones en la sociedad son objetos, que sibilinamente se ofrecen como clave de felicidad a todo sujeto humano. No ocurre lo mismo con Belleza; al contrario, requiere despojo y silencio.

No se posee, porque es inmanente al sujeto, el ser humano. En la belleza “se es” en verdad. La Belleza, aun siendo metafísica, es real, por tanto no se puede adquirir. Por eso es presencia auténtica de sí mismo; es Fuente; es Luz que reúne en un único haz todas las concepciones y creaciones humanas. La belleza emerge desde la zona nuclear del ser; en concreto, de sus tres propiedades: unidad, verdad y bondad. Cuando llega a emerger en la conciencia se reviste de luz. Es fulgor. Se vuelve luminosa en quien emerge y para quienes contactan con el sujeto humano así bellamente luminoso.
Lo que expresa la Belleza en su luminaria personificada se traduce en un efecto exterior, la estética y la obra de arte. Pero ya la estética es exterior, es objeto, en cuanto requiere una percepción o sensibilidad como capacidad de apreciar rasgos de Belleza en un objeto. Por eso la percepción de lo estético y de la obra artística remite al núcleo emergente de la belleza en el sujeto humano.
Si Dostoïevski dejó escrito que únicamente la belleza salvará al mundo, apuntaba a su emergencia en la persona humana. El hombre transfigurado en su belleza de ser será único salvador del mundo, sin posibilidad de ningún otro salvador.
Todas las realidades existentes en cuanto que son emergencias del ser, son luminarias de Belleza. Las expresiones de la Belleza son múltiples; pero la Belleza es una. Cada cosa bella expresa un aspecto, del misterio de la Belleza; pero ninguna realidad ni obra la agota; todas se bañan en su misterio y participan en su eternidad. Y si todas son bellas, y ninguna es la Belleza. Cabe una pregunta: ¿no estamos efectivamente ante un misterio fascinante que mora en nosotros y nos anima? La desgracia es que para la mayoría de los humanos la Belleza duerme. Aunque es cierto que nadie puede decir lo que Ella es; tampoco lo que no es: porque proyecta, por así decirlo, en columna de luz la sombra deslumbradora que Ella diseña en nosotros. Pero estos destellos de luz solo los descubre el hombre impregnado en su propia Belleza mediante su mente luminosa y silenciosa. En última instancia con su mente despojada y serena.
Mente serena y silenciosa es la mente unificada y simplificada. Simplicidad requerida por la Belleza porque la simplicidad es su propiedad esencial, que la hace una y simple; pero a su vez universal. De universo, sí. Porque el universo vivo, como lo expresa su misma etimología, es un giro incesante en torno al Uno, a lo simple. Bajo este aspecto, la Belleza penetra la parcela más insignificante de materia, que se revela como bañada en una mirada divina.
La energía que mueve a la mente en este giro constante unificador es el amor. Amor por lo excelente, que corresponde a la Belleza, y que la mente va asimilando. En este proceso el amor es el motor.
Controlar la mente; mantenerla en sosiego es simplificarla, lo cual supone un paciente combate en rechazo y despojo de todo elemento dispersante y superficial, incluidos los mismo razonamientos. La tradición monástica cristiana lo ha entendido acertadamente y ha establecido la clave de la oración espiritual. Por la oración la mente se eleva al conocimiento de Dios con toda la potencia y las disposiciones del amor. Entonces el deseo y las necesidades reales o virtuales de la carne desaparecen; todas las sensaciones de placer quedan en suspenso, las bellezas de la tierra se superan. Pues la mente pone tras de sí todas esas realidades corporales, todo lo concerniente al cuerpo, mientras que ella misma se sitúa tras la belleza de Cristo, el personificaco, mejor, la hypóstasis, de la belleza humana, que mora ya como luz inmortal en el corazón del creyente.
También, de alguna manera, los monjes de confesiones orientales no cristianas han expresado a lo largo de siglos la realidad esclarecedora de la Belleza. Pues ser “hombre interior” es ser monje; y ser monjes es ser expresión de la Belleza. Belleza que es amor; plena y efectivamente amor cuando la mente luminosa se traslada al corazón, según la vieja experiencia monástica. Entonces, en una diástole y sístole constantes, la belleza se trasmuta en energía, proyectada a todas las zonas de la persona, para expandirse después hacia fuera sin obstáculos. Por eso, la belleza no se revela más que a través del amor. Mientras tanto va realizando en su orden todo ese conjunto de bellezas parciales, denominado, con toda propiedad y en sentido etimológico, kosmos. Lo que el conocimiento produce en nosotros: amor mismo, liberación, búsqueda de lo Infinito.

9 comentarios en “La Belleza y la Mente”

  1. Gracias por transmitirnos tu vivencia de algo tan profundo y delicado al mismo tiempo que sencillo y cotidiano como es la percepción de la belleza. Lo que hace falta es detenernos para mirar y afinar nuestra forma de ver porque la belleza se encuentra ante nuestros ojos en aquello aparentemente nimio pero muchas veces ni siquiera somos capaces de intuirla ofuscados en nuestros laberintos mentales.

    Me quedo con ese aspecto de simplificación mental que nos animas a conquistar para disfrutar del sosiego que nos hará reconocer y admirar la belleza.

  2. Hablar de la belleza ha sido siempre un tema difícil. Me acuerdo de una definición en la asignatura de Estética de la carrera de música que decía: «la estética es el estudio de lo bello». Es parecida a aquella definición de la inteligencia que dice que «la inteligencia es lo que miden los tests de inteligencia». Y es que lo esencial es dificil de definir porque solo puede ser sujeto, no puede ser objeto.
    Sin embargo, en este artículo Juan Maria consigue hablar de la belleza como algo universal, propio de todos los seres, que se expresa de un modo personal en cada uno; justamente porque una de las manifestaciones de esta Belleza con mayúsculas es la diversidad. Imaginaros que solo existiera una manera de ser, por bella que fuera, sería algo muy soso comparado con la riqueza de la creación. Pero además, nuestra forma personal es lo que justifica nuestra existencia y también el amor porque, si solo hubiera una forma de ser, el amor no tendría objetivo alguno.

  3. Es muy impresionante como a través de la palabra, que siempre parece limitante, transmite Juanmaria sus reflexiones. Para mí que lo hace con tal conocimiento, profundidad y sensibilidad que lleva al oyente o al lector a vivir en su interior lo que expresa.
    Juanmaria nos tiende un puente…que nos lleva a través de la mente a contactar con la dimensión de la belleza interior, a gustarla y reconocerla en su expresión de luz,de energía y de amor emergente.

  4. Un artículo, que cuantas más veces lo lees, más cosas descubres. Hay ciertas frases en las que se intuye que se condensa una sabiduría forjada a fuego lento durante muchos años; me impacta sobre manera unas frases del texto: “Mente serena y silenciosa es la mente unificada y simplificada. Simplicidad requerida por la Belleza porque la simplicidad es su propiedad esencial, que la hace una y simple; pero a su vez universal” sencillamente magnifico.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio