Hay otro aspecto que entra, también, en la autoexpresión: la vida considerada como un todo.
En la vida podemos tener una actitud egocentrada, como suele ocurrir. La vida, generalmente, es para conseguir unos medios que me den seguridad, tranquilidad para mí y los míos; yo me esfuerzo, pero luego descanso; me divierto, obtengo una cierta satisfacción y así voy tirando. Esto es natural, inevitable; podríamos decir que es la primera fase de la motivación humana y nadie puede pasar más allá hasta que no ha superado esta primera etapa.
Pero llega un momento en que uno descubre que no vive sólo para sí, sino que vive con los demás, y que quizá, también, debiera vivir por y para los demás. Es el momento en que la vida se convierte en expresión: la vida vivida como servicio, la vida vivida como función hacia los demás; no ya la vida enfocada de cara a mi seguridad, a mi estabilidad, a mi satisfacción, sino que, cuando estas actitudes han sido superadas, se puede pasar a la fase en la cual la vida tiene sentido, no sólo vivida para mí, sino, también, cuando la vivo para los demás, en una función constante de servicio.
¿Qué es servicio? La actitud de servicio consiste en que, en el modo que yo pueda, ponga toda mi capacidad, mi experiencia, mi energía, mi inteligencia, para el bien de los demás, para ayudarles un poco más; esto no ha de neutralizarme, no ha de hacer que olvide mis obligaciones, mis necesidades, etc. No es tanto un problema de tiempo, de si me dedico a esto y no me dedico a lo otro, sino un problema de actitud. Uno ha de tener una actitud que incluya, al mismo tiempo, lo suyo y lo de los demás. Cuando yo intuyo ser útil a alguien, a los demás, de un modo sencillo, se siente una satisfacción extraordinaria, un sentido de ensanchamiento profundo, de algo que tiene realidad.
En el fondo, YO soy lo que soy gracias a los demás, ya que en conjunto, cada elemento se puede ver, únicamente, en función de los demás elementos. Si yo miro retrospectivamente mi historia, veré que soy el producto de una serie de hechos, circunstancias y factores agradables y desagradables, positivos o negativos. Todo lo que yo soy y pueda tener de valor ahora lo debo a un conjunto de posibilidades, de disponibilidades y de medios con los que me he encontrado. Esos medios me han permitido adquirir una cultura, una experiencia, etc., y, siempre, ha sido en una interrelación estrechísima con los demás. Soy como soy en todos los aspectos gracias a los demás, aunque a veces pensemos que es “a pesar de los demás”. En el fondo es como si mi personalidad la debiera a los demás.
Cuando yo presto este servicio no hago nada más que restituir, devolver a los demás lo que ellos me han dado, aunque ellos no tengan, ni yo tenga tampoco, conciencia de esta donación. Cuando yo lo doy todo (suponiendo que yo lo diera todo) no hago ningún favor; simplemente, estoy devolviendo las cosas al lugar de donde proceden. Ya hablaremos ampliamente de ello más adelante. Por el momento, podemos decir que aquí hay una nueva modalidad de expresión.
Ya no es una expresión del sentimiento, de la mente o del cuerpo, sino que se trata de una expresión del alma, de lo espiritual. Lo espiritual se expresa en forma de servicio a través de nuestra personalidad. Lo que hemos ido observando a nivel físico, afectivo e intelectual existe, de un modo similar, a nivel superior, en ese nivel espiritual en el que se vive más y más la unidad de todo. Esa unidad superior que hay arriba se expresa, a través de lo de abajo, en un sentido de responsabilidad, de colaboración, de servicio. Por lo tanto, cuando yo desarrollo mi verdadero sentido de servicio, no estoy nada más que expresando, a través de toda mi personalidad, lo que es la cualidad fundamental de mi Yo espiritual. Es una forma distinta de verlo, y, por el hecho de ser distinta, cuesta percibirla, cuesta entenderla bien. Aunque todos acepten que el servicio es bueno, el verdadero sentido de la existencia y de la fuerza de este servicio permanece oculto para muchas personas.
Antonio Blay
Caminos de Autorrealización
Magnifica descripción del término “servicio” uniéndola a la palabra actitud: poner toda mi capacidad para el bien de los demás incluyendo al mismo tiempo lo propio, y de un modo sencillo.
Por cierto, recomiendo que os hagáis con esta trilogía rescatada por ADCA del fondo de un almacén donde se iba a echar a perder; de lo mejorcito que se puede leer hoy en día de Blay.
Muchas gracias Georgina.