Lo espontáneo o mi primer Pinocho

Atribuyen a Platón la siguiente respuesta ante la pregunta de un alumno:

-Maestro, ¿qué sabías al nacer?

-Al nacer lo sabía todo…pero lo he ido olvidando.

El sentimiento de plenitud de la infancia es algo que sigo teniendo muy vívido en mi recuerdo. Con seis o siete años de edad mi padre organizaba una de sus muchas ferias del libro como parte de su actividad en el movimiento asociativo que se generó en la transición española. Fundó la asociación de vecinos de la localidad con unos estatutos en los que se reflejaban una prioridad que le obsesionaba: el acceso a la educación y a la cultura gratuitas para beneficio de las clases trabajadoras. Entiendo de dónde venía y entiendo hacia dónde quería ir, pero lo que más entiendo es que la infancia y la juventud eran para él un terreno en el que sembrar, un terreno favorable para parir un nuevo mundo.

No puedo describir la complicidad que tenía con mi padre pero era como si conociese todas mis esperanzas e ilusiones, abierto a mis ideas y mis locuras de niña, fomentando mi relación con el mundo sin asfixiar la identidad que me era propia. Pero debo señalar que el mundo que recuerdo cuando observo ahora mi infancia no está exento de grises y negros y aun no comprendo cómo muchos niños y jóvenes sobreviven a la demencia de encajar forzosamente en una sociedad que acaba arrebatando la misma esencia a base de imponer lo que se considera “políticamente correcto”. 

Comenzó la feria y acudí a un puestecito donde se abría todo un mundo de cuentos que me hacían viajar con la imaginación a lugares y situaciones novedosas para una niña que nunca había salido de su pequeño pueblo pero llamó mi atención un libro donde se narraba la vida de un muñeco que se llamaba Pinocho, al abrirse salían las figuras en relieve, era una novedad entonces: el hada azul desplegaba sus alas, una ballena gigantesca abría sus fauces para encontrar dentro a Gepetto …era pura magia…y me enamoré de ese libro. Cada día que duró la feria iba desde la mañana a ver el libro, pasaba horas repasando sus hojas y siendo atentamente observada por la vendedora sin darme cuenta de que alguien más en la distancia observaba mi emoción y mi entusiasmo; era mi padre.


Teniendo cuatro hermanas y viviendo de forma austera sabía que un libro semejante estaba lejos de mis posibilidades, llevaba hacía unas semanas un agujero en el zapato y sabía que mi madre me compraría unos nuevos porque ese mes me tocaba a mí renovar algo de mi armario, por eso cuando mi padre se acercó para charlar no esperaba que leyese en mi interior mis cuitas.

-¿Qué? Te gusta, ¿verdad? Es un libro increíble. Vamos a decir a mamá que te lo compre.

Pero le hice ver a mi padre el problema del zapato, levanto la planta del pie y enseño el agujero bien cubierto por una plancha de cartón que hábilmente me había recortado con la ayuda de mi madre. De lo que sucedió luego puedo hablar ahora que entiendo el valor del gesto que tuvo mi padre demostrándome que la espontaneidad de la infancia es un vínculo íntimo con la esencia y que las manifestaciones de este vínculo no sólo enriquecen la vida sino que sirven de inspiración para afirmar nuestra identidad en la búsqueda de lo esencial, de lo verdaderamente importante.

Pilar María, ¿qué es más importante? ¿Pinocho o unos zapatos nuevos?– preguntó mi padre.

La sociedad, el personaje, la rueda que gira sin control casi me estaba atrapando en esa edad por eso contesté lo “políticamente correcto” aunque mi interior me gritaba otra cosa que intentaba reprimir por todos los medios para ajustarme al rol de buena chica que se preocupaba por lo importante y no por los caprichos materiales.

-Los zapatos nuevos papá.- contesté con un suspiro y agachando la cabeza.

Mi padre me cogió con ambas manos la cara y levantó muy alto mi cabeza para que pudiera estar a la altura de sus ojos, me miró profundo y me regaló mi yo auténtico.

-¡Pinocho! ¡Pinocho es más importante! ¿Cuándo vas a tener otra vez un libro más maravilloso que éste? Recorta más planchas de cartón en casa y guárdalas en la mochila del cole por si las necesitas, pasa el turno de comprarte los zapatos a otra de tus hermanas este mes y compramos el libro. El mes que viene te compramos los zapatos y listo.

Mis ojos se iluminaron con un fuego interior que nunca he olvidado, fue uno de mis primeros libros y una de mis primeras lecciones para reconocer en la espontaneidad una vía para no perder mi esencia, mi identidad real.

Ni que decir tiene que sigo conservando el libro, por cierto, Pinocho buscaba ser un niño real porque quizás dudaba de que Gepetto lo quisiese tal y como era, en sus muchas aventuras se perdió hasta que miró dentro de sí y encontró el amor que sentía por su padre y fue ese amor el que finalmente lo transformó en niño.

10 comentarios en “Lo espontáneo o mi primer Pinocho”

  1. Ya podemos ir a cursos y leer todos los libros de autoayuda que queramos, que para reconocer el amor que somos a veces solo hace falta leer unas pocas lineas, y sonreír con una ilustración.

  2. A mi si me ha hecho llorar de emoción, que hermoso realato.El gesto de tu padre, ver más allá de lo «politicamente correcto» ver tus necesidades y valorar tu esencia de niña me viene a la cabeza la seguridad y amor con que vivirias ese gesto.
    Felicidades y gracias por compartir tu experiencia.

  3. Hay personas que cuando se ponen a escribir tienen la virtud de trasformar las palabras en vida y tú eres una de ellas Pilar, enhorabuena por el artículo, y muchas gracias.

  4. Menos mal que siempre hay personas capaces de sobreponerse a la mediocridad ambiental, representada por el sentido común, y levantar la mirada para destacar lo superior.
    Basta un acto tan simple como éste para vacunar a un hijo o a una hija contra la desconexión total, para mantener encendida la luz de su conciencia y proporcionarle una visión de la existencia plena de sentido.

  5. Pilar, muchas gracias por esta historia tan humana y tan vivida. Ojalá hubieran más padres así, menos preocupados por la periferia y más propensos a mantener la ilusión principal, tan presente y nítida cuando somos niños. Besos desde Navarra y, ¡espero que sea el ptimero de muchos!

  6. Qué frase tan bonita: “El sentimiento de plenitud de la infancia es algo que sigo teniendo muy vívido en mi recuerdo” al leerla me doy cuenta de lo importante que es volver a conectarnos con ese sentimiento que nos hace libres; de poder vivir las experiencias que se nos van presentando en el día a día… el saber que estamos en el camino que nos va a conducir a esa plenitud de la que hablas. Has escrito un artículo precioso, lleno de vida y esperanza. En él, se respira amor, ilusión, fuerza… eso es lo que nos va transformando, haciendo de nosotros personas comprometidas con la VIDA, aportando lo que somos en todo lo que hacemos. Muchas gracias, Pilar, tus recuerdos llegan al alma.

  7. Estos son los pequeños grandes detalles que marcan la diferencia entre mantener encendida la luz de la conciencia o dejar que se vaya apagando eclipsándose con los atractivos destellos que nos presenta el exterior. Como adulta y profesional de la educación me recuerda la gran responsabilidad que tenemos para con los niños, pues el modelo que les ofrezcamos va a ser la base sobre la que desarrollarán su visión del mundo. Gracias Pilar por aportarnos ternura en esta bonita metáfora de Pinocho.

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