En el mismo nivel mental superior existe la capacidad de hallar ideas nuevas, originales: la creatividad mental. La mente concreta no puede conseguirlo porque se limita a barajar los datos que ha ido recogiendo, haciendo combinaciones dentro siempre del mismo círculo cerrado. A lo más conseguirá nuevas combinaciones de los mismos datos, pero no una auténtica obra nueva, una creación.
La creación es la visión, también repentina, de una perspectiva inédita. Para conseguir esta perspectiva es obvio decir que hay que situarse en un nivel distinto del acostumbrado. Hay que dejar lo viejo, aunque no sea más que por un momento, dejar de dar vueltas alrededor de los datos conocidos. Y requiere un adiestramiento.
De nuevo estamos ante la necesidad de renunciar a pensar, de tranquilizar la agitación de la mente concreta. El método más rápido para obtener el silencio mental consiste en aprender a mirar las cosas con atención, interés y sin pensar sobre ellas. Sólo mirarlas, aunque sean cosas o personas ya muy conocidas.
Ante los objetos conocidos solemos adoptar siempre las mismas actitudes, que se han hecho ya mecánicas, y que resultan más cómodas, pues no exigen esfuerzo de adaptación. Y ahí está el mal: llegamos a encajonarnos en un número de actitudes que nos condicionan impidiéndonos ver nada nuevo. Es preciso que ante cada persona y ante cada situación podamos situarnos como si fuera la primera vez que la vemos o que la vivimos: con expectación pero con silencio -sin inquirir, ni dejar andar a la mente a su alrededor-. Aconsejamos al lector que lo pruebe y descubrirá cosas asombrosas respecto a la gente que creía conocer muy bien, empezando por sus propios familiares. Y es que estamos tan acostumbrados a mirarlos siempre desde un ángulo y una postura mental ya cristalizada, que aunque hicieran milagros, continuaríamos viéndolos igual y dándonos las mismas explicaciones.
Es frecuente el hecho de que cuando se ve por vez primera a una persona se tengan intuiciones respecto de algunos detalles, incluso importantes, sobre su modo de ser, etc. Y luego, a medida que se la va tratando, dejan de producirse estas intuiciones. Es que la primera vez que tratamos a una persona no estamos condicionados respecto a ella, la situación es enteramente nueva: no hemos viciado aún nuestra visión con un enfoque particular en el modo de mirarla. Desde el momento en que empezamos a formarnos una opinión de ella, a hablarle de cierta forma, esto mismo va estableciendo un hábito o condicionamiento que nos impide situarnos de modo espontáneo e imparcial ante ella.
Cultivemos la actitud libre de que estamos hablando y veremos que la intuición primera se extiende y se descubren cosas del todo nuevas e inesperadas acerca de las personas, amigos, familiares, con quienes tratamos desde hace muchos años. No sólo sobre su carácter, sino sobre otros aspectos, por ejemplo, si se trata de colaboradores o subordinados en el trabajo, acerca de su aptitud para el trabajo, de su modo de concebirlo, de las posibilidades que ofrecen, o acerca del mismo trabajo, variantes que podemos darle, etc.
Es preciso que la mente aprenda a emanciparse de sus propios hábitos, que salga de su prisión. En el círculo en que nos hemos encerrado, nos movemos muy bien, porque estamos acostumbrados a hacerlo y nos sentimos seguros, pero esta seguridad va siempre en perjuicio de la creación, de la originalidad, de la posibilidad de ver cosas nuevas.
No combatimos los hábitos. Los necesitamos. Sin ellos no podríamos vivir: si tuviéramos que hacer todo de un modo consciente y deliberado, haríamos muy poco. Hemos de apoyarnos en nuestros automatismos. Pero por otro lado sólo podemos ver las cosas cada vez de un modo nuevo desconociéndonos ante ellas. La solución está en combinar ambos aspectos de la cuestión: usemos los hábitos para las cosas que sean de necesidad cotidiana y que no requieran una atención consciente, y esforcémonos en quedar libres para otras en las que conviene que empleemos nuestra mente consciente.
En rigor, formulando un juicio realista sobre la situación de la mayor parte de las personas de nuestra sociedad, lo que necesitamos es salir del estado de hipnosis en que vivimos. Tenemos la conciencia acostumbrada a vivir dormidos, y sólo despertamos del todo cuando nos vemos ante un grave peligro, como si entonces se encendieran de repente todas las bombillas de alarma interior y abriéramos más por dentro nuestra capacidad consciente.
Si nos mantuviéramos con todo el conocimiento abierto, viviríamos cada situación no en función estricta de nuestra historia, influidos por todo lo anterior, sino como algo nuevo en lo que también se incluye la historia de nuestra vida. La experiencia adquirida sobre cada situación es útil con tal de no ligarnos a ella. Que no nos suplante: utilizarla, pero al mismo tiempo estar del todo disponible para mirar la situación, la conducta o a la persona de un modo nuevo.
Antonio Blay
ENERGÍA PERSONAL
Técnicas prácticas para su pleno desarrollo y aprovechamiento
Editado en 1990
Blay como siempre sublime, me parecen reveladoras y muy actuales para los tiempos que corren hablar de tranquilizar la agitación de la mente y mirar las cosas y personas con interés pero sin pensar ni juzgar sobre ellas, gracias por el artículo Marga.
Gracias por la selección Marga. Es que habla de libertad, creatividad, interes, apertura, realidad…como una actitud natural. Sublime sí.
*Me parece un ejercicio precioso el que se propone: aprender a mirar con atención y situarnos ante las personas y situaciones como si fuera la primera vez que las vivimos. Gracias por recordarlo con este artículo*
Me ha encantado el artículo, sobre todo la facilidad y la frescura con la que se lee, lo que hace que las palabras de Blay lleguen y nos veamos reflejadas en ellas. Algo que parece tan sencillo pero que nos cuesta tanto como mirar a las personas y a las situaciones de manera nueva en cada momento desligándolas de las ideas que tenemos acerca de ellas y que no hacen sino contaminarlas. Gracias Marga por trasladarnos la sabiduría que contienen estas palabras, que de manera tan sencilla y al mismo tiempo tan penetrante, inciden en un aspecto tan trascendente de la existencia.
Gracias Marga porque el ejercicio que propone Blay para mí es muy sugerente, intentaré aplicarlo porque es verdad que a veces nos dejamos arrastrar por experiencias del pasado, por visiones incompletas de momentos puntuales y nos perdemos el poder crecer con personas conocidas sólo por tener dentro ya la etiqueta asignada. Es un ejercicio de actualización precioso. Gracias Marga.