Sobre normas y leyes

En los modelos morales y de comportamiento en los que nos hemos movido desde nuestra infancia, muy usualmente recibíamos el mensaje de que para conseguir cosas como ser feliz, llegar a ser alguien en la vida, y similares era imprescindible cumplir una serie de normas que acababan por condensarse en frases como “ser un buen chico/a” o “ser una persona de provecho”; era a base de acatar el conjunto de directrices implícitas en estas acepciones (que hay que decir que eran muy diversas y, además, variables según familias) como se podían alcanzar cosas tan relevantes como, sin ir más lejos, la felicidad.

Sucedía algo muy similar en aquellas familias que compartían una vivencia religiosa, donde era también frecuente, por ejemplo, asociar el vivir cristiano con el cumplimiento de una serie de preceptos, entre ellos, y el más conocido, el código mosaico: los diez mandamientos.

Este carácter de condición sine qua non, a menudo sin mucha más información, generó y sigue generando en muchas personas una vivencia tortuosa de la realidad, ya que asumir estas normas era algo que se presuponía accesible sólo a través de un esfuerzo considerable. Kant sintentiza muy bien este carácter penoso al afirmar que cualquier comportamiento humano sólo tendría valor moral si implicaba un sacrificio personal, del ego; sin esta renuncia, ese comportamiento no era digno de mención.

Sin embargo, a pesar muchas veces de tener un cierto convencimiento de haber cumplido razonablemente bien lo de “ser un buen chico/a”, la realidad raramente se comporta según se nos prometió, y este vivir feliz, ser alguien, etc…, en la mayoría de los casos se acaba traduciendo en un ir tirando, por no decir en un mal vivir que se soporta más mal que bien. Siguiendo con el ejemplo cristiano, aunque siempre queda la esperanza de una vida más allá en la que se cumpla la, podríamos decir, contraparte, la verdad es que esta misma desazón con la que se vive la existencia actual, tan alejada de la vida gozosa que se describe para todo aquel que vive en Cristo, hace sospechar a más de uno.

En verdad, todo esto sucede porque el sentido real que tienen estas normas o leyes es muy distinto al que se suele presuponer, ya que no es cumpliendo normas y preceptos como vamos a alcanzar estos estados de felicidad, reconocimiento, dicha, etc..  que se nos anuncian, sino viviendo en el nivel de conciencia inherente al comportamiento que describen estos preceptos.

Como veis, aquí he introducido un elemento nuevo, el nivel de conciencia, lo cual entronca este texto con el Trabajo, y nos va a permitir, a través de él, encontrar una solución a esta disyuntiva. En este punto del relato, no puedo por menos que recordar la relación que Jordi Sapés establecía entre el código mosaico y el desnivel que hay entre un nivel de conciencia dormido y despierto, y su mención a las bienaventuranzas como referentes del nivel de conciencia impersonal.

Pues bien, no va ser cumpliendo de pe a pa estas indicaciones del evangelio como vamos alcanzar un nivel de conciencia determinado, o de gracia, sino que será cuando estemos en éste nivel que actuaremos de acuerdo a estas leyes de forma natural. Bajo esta perspectiva, las normas son más bien como una referencia, un medio para reconocer por donde pisamos, incluso un estímulo si se quiere, pero nunca un fin generador en si mismo. Sólo estando despiertos los mandamientos no serán motivo de esfuerzo sino respuesta coherente, y esto es algo que saben las personas que hacen el Trabajo ya que en él, por ejemplo, no nos fijamos como objetivo ser siempre sensatos, sino que descubrimos que estando despiertos no hay otra, y que cuando estamos dormidos no hay manera.

En verdad, Jesús ya da a entender esta correcta gradación de valores cuando dice: Buscad primero el reino de Dios, y todo lo demás os será dado por añadidura. Siguiendo con Jesús, y a modo de colofón de este texto que espero os de pie a comentarlo de la forma que os plazca, si algún mandato hay en el que el precepto es norma y al mismo tiempo camino es, precisamente, los dos mandamientos con lo que Jesús agrupa el código mosaico: Amarás a Dios sobre todas las cosas (en términos de Trabajo, Trabajar para tomar conciencia plena del SER ), y al prójimo como a ti mismo (ser consciente de la unidad del Todo)

 

6 comentarios en “Sobre normas y leyes”

  1. Para mí, está claro que el principio de la recta conciencia es primero y está por encima de cualquier religión o forma de religiosidad.
    Porque soy libre, puedo elegir en todo momento libremente …
    Blay indagó en todos los caminos de autorrealización que pudo, quedándose con lo mejor.
    Hoy en día se abre una vía de espiritualidad laical que tomada en serio ¡merece la pena!
    Gracias por este excelente artículo.

  2. Gracias a ti por comentarlo, que eso es lo que les da vida.

    La vivencia espiritual, en el sentido que Jordi menciona en su artículo, es decir en tanto que expresión consciente del espíritu en la existencia, podríamos decir que es una aunque se puede acceder a ella por más de un camino.

  3. Bien, este texto me ha dado que pensar en lo confusos que estamos cuando abordamos las leyes o normas relevadas en los textos sagrados ya que parece evidente, visto ahora después de leer estas palabras, que las interpretamos con los mecanismos de nuestro personaje, con lo cual la norma o ley sagrada esta ineludiblemente supeditada al premio o castigo, hablando claro está en las claves del personaje. Todo esto lleva a desvirtuar un mensaje proveniente de lo superior en algo superficial y a veces como dices tortuoso e inalcanzable. Pensando en esto veo, por ejemplo, un mandamiento como el de “no cometerás actos impuros” no como algo pecaminoso o moralista sino entendiendo la pureza como los actos naturales que surgen del despertar y los actos impuros como algo proveniente de la mecanicidad habitual cuando estamos dormidos y el mandamiento de “no mataras” no como un asesinato a tus congéneres, sino como un respeto a la vida de todos los seres que te rodean porque están dentro y contenidos en la unidad que uno experimenta dentro de sí mismo.

  4. Es muy curioso como esta indicación de cumplir unas normas para ser feliz se acaba convirtiendo en una fantasía de lo felices que podríamos ser si no tuviéramos que cumplir las normas.
    Y sin embargo, no nos atrevemos a romperlas porque la mayoría, por mucho que las hayan retorcido, son de sentido común. Esto es lo que indica Jordi Calm en su escrito: que esto se hace evidente cuando estás en un determinado nivel de conciencia.
    Sin embargo, los que no han alcanzado dicho nivel también las pueden comprender si se imaginan a sí mismos como sujetos pasivos de su incumplimiento: siendo asesinados, robados, violados, difamados, o víctimas de adulterio. Y en este plan las normas también son eficaces porque no se mata para evitar que te maten a ti y no robas si crees que te van a descubrir y meter en la cárcel.
    Pero fijaros que esto no es ser bueno, solo es evitar ser malo. Y a la mayoría nos han educado de esta manera: para evitar que fuéramos malos y dando por supuesto que, sin esta restricción moral, lo seríamos porque está en nuestra naturaleza la inclinación al egoísmo y al mal.
    Esta es una de las grandes dificultades que tenemos en el Trabajo: convencer a la gente de que lo natural es el bien. Y animarles a practicarlo de una forma gratuita, sin esperar ningún reconocimiento.

  5. Este artículo me recuerda la tan traída frase de Jordi Sapés que decía: «si los pensamientos matasen no tendríamos problemas de superpoblación». ¡Y qué razón tiene! Acostumbrados a vivir en un nivel de conciencia donde las leyes morales se cumplen para evitar en lo interno, como por pura magia, que te ocurran a ti, estamos precisamente viviendo una vida de segunda clase. Y en esa vida de segunda clase la felicidad es imposible porque precisamente la justicia está basada en los propios presupuestos del personaje, y con él sabemos que opera el «yo te doy para que tú me des». Cuando Jesús decía «mi reino no es de este mundo» creo que nadie lo llegó a entender porque precisamente se refería a que en este nivel de conciencia en el que operamos habitualmente la justicia y la felicidad son imposibles mientras que en su reino, en ese nivel de conciencia donde somos capaces de operar desde el bien colaborando activamente en ese Todo que nos incluye y en el que somos sin ningún tipo de calificativo es donde podemos encontrar el vehículo que nos haga participantes activos de una vida que merece verdaderamente la pena, una vida donde nuestra acción parte de la verdadera gratuidad de sentirnos profundamente amados y partícipes de ese Todo que experimentamos. Gracias Jordi Calm por tus palabras.

  6. Excelente artículo.
    Los cinco primeros párrafos son un calco de lo que sido mi existencia hasta la llegada al Trabajo.
    A lo largo de mi vida he tenido épocas en que mi objetivo era cumplir los 10 mandamientos, el «amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como a ti mismo» u otros códigos morales. Nunca lo conseguía y esto me llevaba frustrarme. Me juzgaba en función de si los cumplía o no. Ahora veo que estaba dormido. Los 10 mandamientos son actitudes que tomas de forma natural cuando estás despierto.

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