La persona en sí no es más que cosas positivas. La persona no está hecha de nada malo, pues no existe el mal como algo sustancial; el bien sí existe, pues la Realidad es, en sí, bien. Pero cuando este bien, en lugar de vivirlo en directo, lo estamos comparando con otro modo de bien, entonces es cuando surgen las interpretaciones, y en lugar de vivir las cosas tal como son, las vivimos tal como quisiéramos que fueran y nos lamentamos de que no sean de otro modo.
Si yo tengo una inteligencia 10 pero me gustaría tener una inteligencia 25, lo que sucede es que yo me lamento por un valor de 15. Y este 15 del que me lamento, que creo me falta y desearía tener, me absorbe tanto que me impide vivir la inteligencia 10 que tengo. Entonces yo me defino a mí mismo no como inteligencia 10 sino como ignorancia 15.
Si yo pudiera vivir sin interpretar, sin comparar, si yo aprendiera a vivir la simplicidad de lo que soy, si yo tomase conciencia directa de mi inteligencia actual, tal como es, sin compararla, esta inteligencia 10 me llenaría. Y si yo me capacitase para desarrollar más mi inteligencia, es -a partir de la inteligencia real que poseo como la desarrollaría más rápidamente. Pero mientras yo esté pendiente de comparaciones, de lo que me falta, mientras me esté interpretando en función del contraste, esta crispación sobre el contraste me impide vivir mi inteligencia 10.
Lo mismo ocurre con el amor y la felicidad. Yo estoy hecho de felicidad, ella es mi naturaleza profunda. Pero yo aspiro a una felicidad determinada, porque dentro de mí hay el presentimiento, la demanda, de una felicidad muy grande, sin límites. Entonces, como yo tiendo hacia esta felicidad sin límites y por otra parte estoy viviendo una pequeñísima felicidad, veo la gran distancia que hay entre lo que vivo y lo que desearía vivir.
De hecho, ocurre lo mismo que con la inteligencia. En lugar de vivir la felicidad 10 que está presente en mí, estoy pendiente de lo que me falta para llegar a la felicidad 25; el resultado es que yo me siento desgraciado 15. Y entonces me lamento constantemente de que soy desgraciado, y deseo que las cosas cambien, que los demás sean diferentes, para que yo pueda tener la felicidad 25. Pero el único modo de llegar a la felicidad 25 es vivir conscientemente la felicidad 10. Mientras yo esté pendiente de la diferencia, de la crispación sobre lo que no es, no podré vivir lo que sí es. El único modo de desarrollar algo es ejercitarlo. Ejercitar lo que es, la felicidad real, la 10, la que tengo. Sólo ejercitándola, viviéndola, ésta crecerá hasta su total capacidad, hasta la plenitud.
Veamos cuán importante es aprender a centrarse en el aspecto real positivo que es la naturaleza profunda de sí mismo (y de los demás). Pues si yo, en lugar de vivir el grado 10, estoy lamentándome de la infelicidad 15, lo que estoy desarrollando es la conciencia de infelicidad. Y mientras yo no viva esto mío positivo como positivo, esto no podrá crecer.
Esto recuerda aquellas frases del evangelio en que se ensalza la sencillez, la simplicidad, la humildad -no la humillación ni el relajamiento, sino la auténtica sencillez- como camino para crecer y llegar a Dios.
Cuando yo vivo simplemente lo que soy, con toda el alma, entonces vivo mi verdad, de un modo sencillo pero intenso; y esta sencillez es la que permite que todo lo que está en mi interior encuentre camino libre para crecer y desarrollarse.
Los defectos y las cualidades
Cuando hablamos de que las personas son (o somos) muy imperfectas, de que son egoístas, o muy vanidosas, orgullosas, etc., cuando nos lamentamos de esto, tenemos razón, pero desde un punto de vista comparativo incidiendo en el concepto de defecto. Pero lo que llamamos defectos no es nada más que una interpretación de las cualidades; naturalmente, una mala interpretación, una deficiente interpretación. Pues si la persona está hecha toda ella de cualidades positivas -como expresión que es de Dios-, todo lo que vemos o valoramos como negativo no forma parte de su naturaleza esencial, sino que es consecuencia de un modo de funcionar de esto que es en sí positivo.
La persona egoísta no es realmente egoísta. Egoísmo es el nombre que damos a un modo de manifestarse que tiene su origen en dos cualidades positivas básicas: un amor a sí mismo (1ª cualidad), el cual es profundamente positivo, pero que queda reducido a esta área de sí mismo en lugar, de vivirse de un modo amplio, como un valor colectivo (2ª cualidad). Pero el amor de la persona hacia sí misma es totalmente positivo; aparece como negativo al compararlo con un amor vivido con mayor anchura, a un nivel más amplio, más inclusivo. Observemos que el egoísmo no es nada; es el nombre que damos a una diferencia. Por eso, cuando a una persona se le dice que no sea egoísta, no sirve de nada, no tiene sentido, porque estamos diciendo a la persona algo que no es (que no es real en sí).
Si nosotros en propia persona queremos modificar eso que se llama egoísmo, no hemos de simular que pensamos menos en nosotros y más en los demás, porque esto simplemente cambia las apariencias pero no lo que yo pueda ser. No sirve cambiar la acción externa si no cambia la motivación, la causa de la acción. Si mi problema es que estoy encerrado en un campo restringido de intereses de amor, yo he de vivir más conscientemente la misma gama que vivo ahora, para que ahondando en ella pueda ampliarse. Pero si yo pretendo interesarme de repente por los demás por un gesto de mi voluntad, yo estaré jugando al escondite conmigo mismo. Se crece por desarrollo, no se crece cambiando algo exteriormente. Y la única forma que tengo para crecer es ejercitar mi desarrollo actual, lo que yo soy actualmente.
Para que una persona deje de ser egoísta debe vivir de un modo más consciente y más pleno su propia realidad. Viviendo más consciente, más afirmada, más segura, entonces, de un modo natural, crecerá, expandirá su interés, su conciencia hacia otras personas. Pero si decimos que la persona no debe pensar en sí misma y sí en los demás, eso es simplemente un cambio artificial en su mente, lo cual no desarrolla nada. Se intenta sustituir una dirección de la mente con otra dirección que se contradice con la primera, y eso no es desarrollo, es la imitación de una cualidad pero sin la cualidad, porque no existe la conciencia correspondiente a aquella cualidad.
Dios se expresa en nosotros
En todo hemos de partir de nuestro modo de ser; no se trata de jugar a ser de otro modo. Hemos de descubrir nuestra identidad, pues ella en sí es profundamente positiva, y ejercitando esto positivo es como obtendremos la posibilidad de un desarrollo óptimo. Es en la medida en que yo ejercite lo que soy y que lo haga a partir de mi situación real presente como tendré la posibilidad de crecer. En esto puede ayudarnos el recordar que Dios -que es la Inteligencia, la Energía y la Felicidad absolutas- está expresándose en mí. Que está expresando estos atributos porque ésta es su naturaleza; y que yo soy básicamente (también) estos atributos, a los que he de dar paso a través de mí. Y que toda persona con quien me pongo en contacto, lo sepa ella o no, lo quiera o no, es igualmente esos atributos. Y aunque esto pueda quedar oculto bajo un estado de angustia de sugestiones, de negación o de crispación, detrás de todo esto que niega o que impide una plena expresión de esas cualidades, éstas siguen allí y siguen empujando para expresarse. Podríamos decir que todo el mundo es esto y que lo está expresando en la medida que puede. Esta es la verdadera naturaleza de las personas y la verdadera naturaleza de todo lo que existe; todo es expresión activa y voluntad manifestada de Dios; es Dios en la forma; es Dios revelándose a través del mundo; es Dios que se encarna para dar forma a esos atributos esenciales de su Ser.
A medida que la persona va tomando más y más conciencia de esa Realidad, esto le permite dar una mayor expresión a estas cualidades, y ésta es la única perfección del hombre. Reconocer esta naturaleza y abrirle paso para que se exprese es lo que en lenguaje cristiano se llama «unirse a Cristo» (o la Conciencia Crística, la Conciencia del Verbo manifestado). Que no viva yo, sino «que Cristo viva en mi»; pero no Cristo en el sentido personal, humano, sino Cristo como Verbo creador, Cristo como la Conciencia creadora que da existencia a todo lo existente. Ésta es la Conciencia Crística, el auténtico «vivir en Cristo y de Cristo», en el sentido del Verbo divino, que es ese nivel de Unidad de la Existencia.
Antonio Blay Foncuberta. «Personalidad y Niveles Superiores de Conciencia». Ediciones Índigo. 1991.
Imagen Pixabay.
Nos han dicho desde pequeños nuestros padres, luego la sociedad, que debemos superarnos, que , incluso ser más que fulano de tal, nos han mostrado ejemplos, porque también a ellos se los han mostrado, y aceptamos evidentemente que ésa era la única manera, ver a otro para compararnos, incluso usar esto hasta como «incentivo», como la cara buena de nuestro crecimiento. Partiendo de la falta, o diferencia con el modelo, en ése mismo origen espurio, en donde se parte con crispación desde un saldo ficticio negativo, la vida se convierte en una carrera hacia un llegar a ser, donde se vive mirando a nuestro costado, para sentirnos orgullosos o humillados.
A mi sentir, Antonio Blay plantea y nos señala que, vivir el camino libre para el desarrollo y crecimiento, el cual ya poseo como potencial, que no es medible, ni con uno mismo, ni con otros, porque eso entra en la dimensión del tiempo para recordar mensuras, lo que es muy peligroso, porque también concatena con las interpretaciones y caeríamos en bucle de nuevo.
Ver, sentir, hacer, desde lo que somos, desde esa sencillez, donde hay un ahorro tremendo de energía (no desperdiciada), ni agobios adonde llegar, ni odiosas comparaciones, siempre actualizado sin contabilizar saldos, ni mirar para el costado, ni siquiera para adelante, vivir como origen desde lo que soy, vivir más, y más conscientemente desde el tono actual, VER si caigo en imagen propia, VER si me califico, VER si quiero enderezar algo que fantaseo que está torcido, VER… , sólo desde la simplicidad del lugar actual, podré desarrollarme, y crecer, despojado esto de presiones, estereotipos, juicios, prejuicios, ambiciones, etc, el camino debe ser actual, sencillo, simple, NATURAL, como lo natural tiende a su máxima expresión, y viendo lo que impide y cubre , y siendo honestos con nosotros mismos, la voluntad de expansión es ilimitada.
Gracias, y les deseo un divino retiro de, hacia un encuentro.
Gracias Carlos por recordarlo.
Maravilloso, lúcido, Real. Leerlo es siempre una vuelta a la Verdad.
Mil gracias por recordar a Blay, por tenerlo presente a través de vuestro trabajo.
🙏🏼🙏🏼🙏🏼🙏🏼🙏🏼❤️