Luz, Verdad, Identidad

La historia empezó para mí, cuando tenía 17 años, una noche. Una noche me desperté fuera del cuerpo en un estado de felicidad inconcebible, fabuloso.

 Una luz que era un gozo, inenarrable, sin límites, algo de lo que yo no tenía absolutamente ningún precedente, ninguna teoría, ninguna noción teórica en absoluto. Era la felicidad total. Pero lo curioso de eso es que, en esa felicidad yo tenía la evidencia de que eso era Yo, de que no era una cosa ajena a mí, sino que esa era mi identidad. Yo en esa felicidad era yo mismo del todo.

 

Eso, no fue solamente una experiencia, sino que fue un estado, que después, al descender –diríamos- a la conciencia personal, no tiene –no tenía- aquel resplandor, aquella fuerza fabulosa, pero que se mantenía ahí todo el rato. Con el tiempo, pues esto ha permanecido siempre, pero como si mi conciencia personal se hubiera ido –diríamos- distanciando un poco de eso al meterme más en las cosas personales. Esa experiencia me dio, pues la demostración primera, la experiencia primera, de que existe una realidad superior hecha de felicidad y que no tiene nada que ver con ninguna teoría. Eso que me vino por las buenas, es evidente que constituyó para mí, pues algo fundamental, y que luego yo, desde abajo, traté y aprendí a volver a ello. Y ahí está el interés. O sea que hay un modo, como esa realidad superior, a nivel de felicidad, podemos tener acceso directo a ella, aunque personalmente nos sintamos metidos dentro de nuestra estructura personal y limitada…

 

…Más adelante, para mí fue un problema -que curiosamente este modo de vivir no me solucionó- el entender el por qué y el cómo de las cosas. O sea que había una felicidad y que yo era fundamentalmente esa felicidad, para mí era un hecho; pero las cosas debían tener un sentido, había en mí una exigencia de verdad, no solamente de felicidad, de plenitud. Y también me pasé en esta fase mucho tiempo sólo tratando de entender, entender… y para mí la vida se hacía insoportable si yo no entendía. Hasta que un día, -esto era vivido en serio, esto era vivido día y noche, o sea todo lo que estoy explicando es vivido en serio-, hasta que un día, en un estado límite de mi demanda de deber, de saber, se produjo una experiencia enteramente distinta, por la cual es como si se abriera ahí un espacio enteramente nuevo, y yo estaba ahí arriba y desde ahí arriba se veía en una visión inmediata y plena, total, la verdad de todo. Ya sé que eso no tiene mucho sentido explicado en el lenguaje corriente, pero así es.

 

Ahí se ve -está- la verdad de todo, y al tener acceso a esa dimensión desaparecen todos los problemas -todos los problemas de entender-, y desde entonces, no he vuelto a tener ningún problema de comprensión. O sea, descubrí con eso (lo que luego aprendí, a poner un nombre -que entonces ni eso, no sabía cómo nombrar-) que es el nivel superior de la mente…

 

…Y luego podríamos hablar de otra experiencia fundamental en la que, en último término, para mí había el problema, a pesar de las experiencias, había el problema de en qué medida yo era yo personalmente, en qué medida la realidad -esa suprema- era una realidad aparte de mí. Tenía constantemente la inquietud del sujeto real y de la realidad trascendente, y aunque esto pueda parecer extraño, existía a pesar de esas experiencias vividas habitualmente, en un grado único. Y también esto, en la medida que yo estaba pendiente de ello constantemente, constantemente… y un día después de las sesiones que yo hacía de silencio y de meditación durante horas, entonces apareció esa consciencia superior que se manifestó de un modo explosivo dentro de mí, con la evidencia rotunda de que sólo Dios, la realidad suprema, es el sujeto, el único sujeto real que hay en mí, en todos. 

 

Esto procedía del resultado de la formación religiosa que había tenido, y que supongo que todos hemos tenido, en la que se estaba hablando constantemente de una distinción radical entre Dios y el fondo o el ser del hombre, y de ahí venía mi inquietud. Entonces esta experiencia-evidencia abrumadora, tajante, solucionó de un modo definitivo en mí esa duda que permanecía como consecuencia de todos mis años de formación. O sea, sólo la realidad suprema es el sujeto, es la única identidad del sujeto que existe en todos…

 

…Y si lo explico es para que se entienda, quizás, que todo eso es algo que está en nosotros esperando, de un modo u otro, que vayamos a ello; quizás, muchos habéis tenido ya, en un grado u otro, un reconocimiento, un atisbo, una experiencia grande de eso mismo. Pero como todo lo que puedo explicar parte de lo que es experimentación, me parece que lo más correcto, lo más sincero, es hablar directamente de la experiencia y de lo que se ha descubierto, de lo que yo he descubierto y comprobado luego para tener acceso, de abajo arriba diríamos, y de fuera a dentro, para ir a eso. 

Fuente: Seleción de la transcripción literal de una conferencia de Antonio Blay .

 

 

 

 

5 comentarios en “Luz, Verdad, Identidad”

  1. ¿Pero eso no es rebajar la mística a un nivel al que «cualquiera» puede acceder? Yo pensé que la mística era algo exclusivo de grandes santos, muy pocas personas en la historia.
    Aunque, en ese sentido, Blay es alguien extraordinario para la historia del siglo pasado, y espero que también para éste, por lo que estaría de acuerdo contigo, Jordi.

  2. Claro que puede acceder cualquiera; tosos los seres humanos tenemos la misma naturaleza. Solo es cuestión de proponérselo. Pero ahí vienen las dificultades. A muchos ni tan siquiera se les ocurre y otros se piensan que es algo que se puede conseguir sin esfuerzo alguno. Igual es importante resaltar que, después de esta experiencia, Blay tuvo que luchar denonadamente para repetirla y poder llegar ahí a voluntad. Justo fu eso lo que nos tranamitió.

  3. En octubre de 2010 tuve una experiencia que me recuerda la eclosión que nos cuenta Blay. Percibí la potente irrupción de una realidad que expresaba supremacía. Irradiaba toda la fuerza y todo el poder. No podía dejar de vivir la inmensa, intensa y luminosa felicidad que me sobrecogía. El yo del cual seguía consciente, estaba abrumado por la sorprendente aparición y energía de Aquello, que a mis cables parecía costarles soportar. Noté tres elementos: el yo conocido con el que estaba identificada, el observador o consciencia, y la realidad extraordinaria. El yo conocido quería huir, el observador veía lo que estaba sucediendo, y la fortaleza de aquella realidad súbita me sujetaba sin pausa, para sellarme conscientemente su esencia.
    El mensaje era: te hago esa donación, y tú eliges si te vas a unir, o solo lo vas a recordar.
    En los años posteriores el trabajo ha consistido en reconocer la preeminencia del Sujeto, y unirme amorosamente a la conexión consciente y constante de la fuente interior, sin esperar que Aquello se volviera a repetir en similar explosión vibratoria. Lo que debía hacer a partir de aquella experiencia, era implementarla a la vida cotidiana. La lógica me decía que estaba indicado donar aquella esencia en cada acto consciente, sin olvidar el conocimiento de la fuerza del potencial como referente vivo de lo sustancial.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio