Oseira. Un puente hacia Dios.

Un año más, y siempre hasta ahora coincidiendo con la festividad de todos los Santos, Oseira nos ha acogido durante cinco días de retiro. Aún con los salmos resonando en los oídos quisiera hacer un breve bosquejo de este retiro que sirva de información concisa a los neófitos y para compartir experiencias con los ya versados.

El objetivo que nos llevó allí era el mismo de cada año, aunque no por ello menos ambicioso: tener una vivencia directa de los niveles superiores de conciencia, y de Dios. Un objetivo en línea con el Trabajo que proponemos tanto en el fondo (descubrir lo que somos, en toda su extensión, y vivir en base a ello), como en la forma, orientada hacia una experimentación práctica porque, como decía Blay, si una realidad no es operativa en nuestra vida, no es realidad para nosotros.

Oseira, como siempre, fue un magnífico anfitrión. Sus paredes siguen destilando una energía orientada hacia lo superior, sin duda alimentada liturgia a liturgia por el celo y la devoción de los monjes, una energía y una fuerza perfectamente reconocible no ya por los que llevamos varios años disfrutando de ellas, sino también por los huéspedes noveles.

Los monjes, por su parte nos atendieron en todo momento con su calidez habitual, y su simpatía hacia nosotros sigue creciendo sin aparente límite. Se hace difícil describir con palabras la relación, la comunión, que hemos establecido con esa comunidad; sólo nos queda seguir disfrutándola en cada retiro con una gran sonrisa en el alma.

Pero la hospitalidad de los monjes y el ambiente sereno y tranquilo del monasterio no ocultan el esfuerzo consustancial a este seminario, que abarca el trabajo previo iniciado septiembre, el desplazamiento hasta Oseira (más de mil quilómetros para algunos), y el propio ritmo que se imprime en todo el taller, ya que a las cuatro y veinte de la mañana se entra en el coro para la primera liturgia, vigilias, y eso teniendo en cuenta que el día anterior en el mejor de los casos has salido de él a las nueve de la noche, después de completas. Además, durante el día cada hora aporta su afán, porque las liturgias se compaginaban con charlas de profundización y centramientos guiados.

En este aspecto es importante destacar algo que en principio puede sonar extraño, si no contradictorio, y es la relación que hay entre este trabajo intenso y la consecución del objetivo principal fijado en este taller, porque el sacrificio que la personalidad ha de hacer (y ya no digamos el personaje si es que aún corre por ahí) poniendo el despertador cada día a una hora podríamos decir que bastante intempestiva con el fin de pasarse tres cuartos de hora cantando salmos y después mantener el silencio con el que finalizan las vigilias es, precisamente, lo que nos pone en la disposición adecuada para tomar contacto con estos niveles superiores y acceder a esta presencia de Dios en todo, y por tanto también en nosotros, que puede adoptar diversas formas, intensidades o matices, pero que tiene un sello inconfundible y que, entre otras cosas, procura un estado interior que hace llevaderos estos horarios, estado interior que los monjes sin duda conocen, sobre todo teniendo en cuenta que estos horarios son para ellos una constante los 365 días del año.

Unos días pues, con una dinámica muy particular, y en los que se cumple otra máxima del Trabajo: cuando nos despojamos de apetencias, deseos y juicios entonces, y sólo entonces, quedamos nosotros en nuestra inmensidad.

 

4 comentarios en “Oseira. Un puente hacia Dios.”

  1. Como bien dices el contacto con el nivel superior hace llevadero todo esfuerzo. Para mi la primera liturgia «vigilias» es el momento más mágico de todo el día, cantar los salmos y quedarnos en silencio es un regalo. Lo esperaba como a los reyes magos cuando era niña, expectante y con alegría. Todo el taller, los monjes, el monasterio es una experiencia gozosa pero lo importante del trabajo es que va transformando la personalidad» descubrir lo que somos y vivir en base a ello» mejor imposible!!

  2. Como bien dices, Rosalía, las vigilias es un oficio muy especial. Por mi experiencia podría decirte que la intensidad de su vivencia es directamente proporcional al pasmo que causa en muchas personas ajenas al Trabajo el conocimiento de su duración y de su horario. Tu imagen de revivir la noche de los reyes magos cada madrugada es tan ilustrativa como potente.

  3. Preciosa reflexión, Jordi. Comparto todo lo que comentas y también me alineo con Rosalía cuando comenta que la vivencia es comparable a cuando uno era niño y esperaba la llegada de los Reyes Magos. Esta comparación es fantástica por que vuelve a demostrar claramente que la plenitud está en nosotros, sólo que el personaje la dosifica y nos la permite experimentar solamente en momentos que son clave para él. Ante la llegada de los Reyes Magos uno sentía claramente que iba a rebentar de ilusión y felicidad. Era algo que lo sobrepasaba todo, aunque en realidad estaba absolutamente focalizado en ese hecho que duraba poco en el tiempo.

    Tras la experiencia en Oseira tenemos que procurar tener muy presente ese estado interior tan íntimo y sutil, en el cuál la protección es completa y el calor es único e inconfundible. Eso allí se vive de forma definida porque, tal como dices, el entorno te conduce a ello. Pero esta experiencia no puede ser flor de un dia. Si dejamos que sea flor de un dia entonces el personaje lo va relativizando hasta que pasa de ser una experiencia auténtica a ir al baúl de los recuerdos. Y cuando más tiempo pasa más distorsionados son los recuerdos

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