Requisitos para un trabajo espiritual efectivo

Siempre que alguien nos plantea dudas sobre las posibles opciones de un camino de trabajo interior, nosotros le proponemos que aplique la siguiente “prueba del algodón”: mira si, al cabo de seis meses, tu visión de la realidad ha cambiado de forma sustancial; comprueba si, una vez pasada la novedad inicial, este camino está siendo para ti algo real y transformador. No si te hace ilusión, no si las teorías que te explican son muy bonitas y sueñas con llevarlas a término en un futuro, no si con ellas puedes hablar de lo mucho que te esfuerzas para ser mejor, como muy bien describe Jordi Sapés en su artículo de este mes, sino si te está transformando de verdad.  

Porque en esta línea de Trabajo Espiritual no nos proponemos  mejorar, nos proponemos ser; y esto cambia por completo la perspectiva que la persona tiene de sí misma y de la realidad que la envuelve. No es que estemos en un grado 3 y queremos llegar a 7, es que  somos 10 y siempre lo hemos sido. Lo que pasa es que hemos de redescubrirlo porque lo hemos olvidado. Hemos olvidado que ya somos 10 y pretendemos arreglar este olvido, y al menos acercarnos a esta puntuación, mediante una serie de entramados mentales, a cual más complicado. 

No hay nada contra lo que luchar, no hay nada que mejorar, solo hay que descubrir el Ser que somos, y dejar que este Ser se exprese. Y es evidente que esta expresión se hace de un modo concreto y en una realidad concreta, en situaciones a veces fáciles y a veces no tanto, en tesituras a veces agradables y a veces todo lo contrario, y casi nunca a nuestro albur, pero la gracia está en que sabemos ver en cada circunstancia la oportunidad de actualizar (convertir en acto), en toda su potencialidad, esta realidad 10 que ya somos. Dicho de otra manera, para desplegar todo lo que somos, para volar, hay que tener los pies muy asentados en el suelo, y transitar con firmeza, sensibilidad y criterio por el terreno que pisamos, sea llano, empinado, pedregoso o arenoso; o con algún socavón que haya que sortear, saltar, o incluso atravesar. De esta forma, lo que cambia no es la realidad que nos envuelve, sino el hecho de contemplarla sin prejuicios y de interactuar en ella desde un protagonismo consciente.

Lo cual nos lleva al segundo punto que pretende destacar este artículo: la necesidad de esta conciencia de cambio, de proceso de transformación que tan bien reflejaba Einstein en su famosa frase: “un problema no se puede arreglar en el mismo nivel de pensamiento en el que se creó”.  Si lo que queremos es “mejorar”, si lo que queremos es “hacer reformas” y cambiar la pintura, o la decoración, de una casa para seguir en ella cuando, en verdad, apenas se sostiene porque sus cimientos no tienen entidad, mejor que vayamos a buscar los remiendos a otra parte, porque lo que aquí se propone es dejar de atender espejismos y llevar la atención a lo que es real y auténtico: nuestra naturaleza esencial como capacidad infinita de ver, amar y hacer; la cual está inmersa en un entorno que le estimula a hacerlo a cada instante.

Lo paradójico de todo esto es que en este proceso las cosas que tenemos entre manos mejoran, pero lo hacen porque dejan ya de ser el baremo a través del cual dejamos que los demás, y el personaje que llevamos encima, nos juzgue constantemente, y pasan a ocupar el lugar que les corresponde: productos, objetos creados por un sujeto que se ha descubierto en el ser que es, y se está experimentando. Así, y sólo así, recuperamos en cada acto el placer infantil de jugar por jugar, dándonos, eso sí, la capacidad de aprender en cada jugada.

 

13 comentarios en “Requisitos para un trabajo espiritual efectivo”

  1. Gracias por el artículo. Después del Retiro de Oseira y de la vacaciones y habiéndome reincorporado hace ya tres semanas al trabajo ordinario, he podido comprobar como lentamente he ido otorgando más importancia a lo que en el texto define como «las cosas que tenemos entre manos» y menos a mí mismo. Esto me ha llevado inevitablemente al sueño y a sufrir. Este texto es una sacudida que me anima a no distraerme y a poner la atención allí donde toca: en mí.
    Gracias!

  2. Excelente artículo Jordi. Gracias.

    Quería preguntarte si no crees arriesgado mencionar límites temporales en relación al Trabajo, ¿por qué la prueba del algodón a los seis meses, y no al cabo de uno, dos,…,n años? Cada uno partimos de una personalidad diferente. Yo siento esa fuerza transformadora ahora, unos cuantos meses más tarde de los que planteas. En breves instantes, aunque muy reales. Tiene que ver con la formación de un nuevo vínculo con el mundo desde mi presencia (lejos del autoensimismamiento en el que he caído múltiples veces). Lo confirmé en Oseira. Allí, en la medianía del retiro, en una de las liturgias, postrado, le pedí a Dios que me ayudara a mantener el estado de comunión alcanzado, ese andar por los pasillos amando al otro, deseando su bien tanto como el mío, con agradecimiento y diluyéndome en un gozo sencillo de hermanamiento que me rebasaba nítidamente. Y además estaba esa liberación que se experimenta por la comprensión de la equivocación que se ha vivido. Sí, breves momentos, pero ciertos y que empiezan a anegar todos los ámbitos de la existencia. Entonces, ¿Por qué a los seis meses?

    Un abrazo

  3. Gracias a ti, Jordi, por tus palabras.

    Hacerte notar que esto que ha sucedido es pan común, y la gracia está no tanto en evitarlo completamente como en ser cada vez más capaces de agilizar estos procesos de recuperación de nosotros mismos, que vayamos acortando este tiempo de detección del sueño para utilizarlo en despertar. Así, y a veces sin que nos demos mucha cuenta, es como estos periodos de sueño y sufrimiento tienden a ser, a su tiempo, cada vez más residuales.

  4. Gracias a ti, Javier, por tu aportación.

    Nuestra intención con este comentario es remarcar que toda línea de trabajo interior ha de producir cambios reales en la vida de una persona, y unos cambios que no sean fruto de una efervescencia ni de un voluntarismo inicial; en este sentido, entendemos que seis meses es un plazo de tiempo en el que algo ha de empezar a notarse aunque sea de forma más o menos discontinua y/o en aspectos más o menos sutiles, que después con el paso del tiempo se puedan ir desplegando y asentando. Sin embargo, como bien dices no es cuestión de ir con el reloj en la mano, porque es cierto que cada persona tiene su propia evolución y maduración, y es muy posible, por ejemplo, que a alguien los segundos seis meses le parezcan mucho más transformadores que los primeros, o el segundo año, o…; en cualquier caso, nada es gratuito, porque, por seguir con tus palabras, y como muy bien sabes, los frutos que ahora estás empezando a recoger son sin duda el resultado de una labor constante en anteriores semanas o meses, especialmente al principio, cuando se empieza a pisar un terreno que de entrada se desconoce, a nivel de experiencia práctica, en toda su extensión y posibilidades.

  5. Gracias por recordarnos que somos un 10 y siempre lo hemos sido, sólo que lo hemos olvidado y se trata de volver a sintonizar. Me ha llegado mucho porque es una frase sencilla y directa, muy real. Todos podemos compartirla cuando escuchamos a muchas personas que se viven como una nulidad.

  6. Me gusta lo de recuperar el placer infantil de jugar por jugar, añadiendo lo de aprender en cada jugada. Los niños nos enseñan mucho y,como dice el evangelio: dejad que los niños se acerquen a mí. Descubrir, vivir, el placer de la existencia, como un gozo, como disfrutábamos de pequeños con el juego. ahora tenemos que recuperar ese placer y volver a ser niños, pero siendo adultos. La dificultad está en que tenemos que quitar, cuando hasta empezar el Trabajo no hacíamos más que poner, creyendo que era nuestra obligación como adultos. Quitar y quitar capas, hasta recuperar el ser y el existir, como el mayor gozo posible. La existencia por sí misma, expresándose de manera natural.

  7. Me ha entrado muy bien el artículo porque resume de manera sencilla y clara la naturaleza del Trabajo. Como bien dices, no se trata de arreglar nada porque no hay nada que esté mal, se trata de descubrir la plenitud inherente de vivir la existencia conforme al Ser que somos. Gracias Jordi por recordárnoslo.

  8. Enhorabuena Jordi, el artículo es muy esclarecedor y señala muy bien la línea del Trabajo a seguir. Creo que en este punto Blay aporto algo que no se si valoramos lo suficiente y más en los tiempos actuales donde el mercantilismo espiritual se afana como nunca por hacer caja, ese “no hay nada que arreglar” que apuntas, es el punto de inflexión que posiblemente marque la diferencia con las innumerables corrientes pseudo-espirituales cuya pretensión es “mejorar para” obviando, de esta manera, lo que Blay nos legó, que como muy bien indicas es; “solo hay que descubrir el Ser que ya somos y dejar que se exprese”, gracias.

  9. Hay que ver lo acostumbrados que estamos a complicamos la vida; para mi que todo lo que indicas en el artículo es más una cuestión de sencillez que de otra cosa.
    Lo de “dejar de intentar mejorar, y de atender espejismos”….me encanta Jordi, me expande leerlo y escucharlo porque es una verdad como un templo que amplía mi perspectiva. Al leer los comentarios de los compañeros me parece que les ocurre lo mismo, creo que vibramos con estas realidades y nos sienta a todos igual de bien que nos las recuerden.

  10. Sí, y la gracia, Carlos, es que a medida que vamos quitando esta carga nos vamos aligerando, de forma que esta recuperación es, de forma experimental, progresiva, y cada vez aprendemos más de cada jugada, y hacemos la siguiente con más criterio.

  11. Sí, es bonito vivir el Trabajo como este sencillo descubrimiento de que no se trata de subir la montaña, sino de reconocernos en su cima. Y aunque eso requiera esfuerzo, no lo llamamos Trabajo porque sí, en esta dirección no se desperdicia ni un ápice.

  12. Esto de contemplar la realidad sin prejuicios y de interactuar con ella desde un protagonismo consciente, como dice Jordi; es lo que he comprendido hace unos meses, con respecto a la actitud que tenia y no era consciente hacia los compañeros de trabajo diario.
    Lo que veía no me gustaba pero lo aceptaba, pues formaba parte de mi realidad, o eso creía. A fuerza de observarme y contemplar sin prejuicios lo que tenia delante, comence a ver mas alla de mis narices, pase de estar distante a interactuar con ellos conscientemente. Todo cambio, sucedió de forma natural y espontanea, después de trece años sin comunicación. Gracias a todos

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