Saber que podemos

Caer en la cuenta del poder que el ser humano consciente posee.

El individuo tiene una idea de lo que es y del sentido que tiene la existencia. Es algo ambivalente, con tintes positivos (tengo unas cualidades, hay cosas que se me dan bien) y aspectos negativos, generalmente de tipo psicológico (no soy suficientemente capaz, no me quieren como me merezco, no sé bien quién o qué soy). Con ellos dos, se construye un mecanismo mental con el cual vamos moviéndonos por el mundo, pero que es completamente ajeno a lo que somos de verdad. Por eso Antonio Blay lo llamó el personaje. Nos identificamos tanto con él que llegamos a creer que esa es nuestra naturaleza, que no hay otra posibilidad y que con eso ya tenemos suficiente para avanzar por este mundo que nos ha tocado vivir: tener una ocupación, unos amigos y unos proyectos, y vivirse a través del éxito o el fracaso de esos proyectos.

 

            Y allí es donde radica el desconcierto. Algo que en su momento pudo servir para salir de la angustia infantil, porque se pretendió mantener cerca aquello que  es imprescindible para sobrevivir: el cariño y la proximidad de los padres, su presencia; ahora se ha convertido en el mástil al que agarrarse de la embarcación en la cual cada uno viaja. Y se cree que no se puede soltar porque si no, en épocas de tormenta uno se cae por la borda a las aguas tenebrosas de nuestros fantasmas.

 

            La identificación es tal,  nos acostumbramos durante tantos años a vivir en ese error, que se nos hace imposible transitar este mundo de otra manera. Hemos terminado creyendo lo que todos dicen, lo que la sociedad transmite, lo que la educación nos ha enseñado: eres un animal racional al que hay que controlar para que no haga maldades. Algo así como un “sé feliz, aunque te va a ser imposible si no haces lo que yo te digo”.

 

            Al final se padecen las consecuencias, los efectos secundarios de creer que somos de una manera que en realidad no tiene nada que ver con nuestra esencia. Incluso parece que lo de desmontar el personaje es ilusorio o de enajenados, porque tanta desgracia, incomodidad y fastidio existencial no puede ser más que porque el ser humano es pequeño, limitado y esclavo, en medio de un mundo con muy difícil solución ( y aquí la religión mal entendida se pone las botas poniendo a un Dios muy deseable pero inalcanzable). Se ha sucumbido a lo que se cree, a lo que se piensa que tiene que ocurrir. Ahí está el primer añadido del personaje: soy así y los que me dicen lo contrario están viviendo una locura, son unos iluminados.  Tiene esa cortedad de miras ante el ser humano.

 

La segunda mochila con la que el individuo  cree cargar producto de este error consiste en pensar que el mundo no tiene solución, es un valle de lágrimas. Pretender calidad de vida para todos,  justicia social  y  derechos humanos  universales es muy difícil o imposible de conseguir. De tal manera que, como efecto de ese supuesto, desertamos de construir, actuar en la colectividad o, lo que es peor, consideramos que no vale la pena ni siquiera pensar en esa posibilidad, porque está destinada al fracaso de lo utópico. Con ocuparme de mí mismo es suficiente, pensando que  puedo conseguir alguna mejoría, pero no mucha. Es un planteamiento de cortas miras  y en consecuencia produce cortos resultados.

 

Menos mal que las cosas de la mente tienen un tratamiento. Éste consiste en que la misma mente lo vea. Ser capaces de observar la vida que nos vivifica, el amor que nos calienta y el aliento que embellece e ilumina. Cuesta su esfuerzo, pero lo que está en nosotros es imposible no verlo si uno abre bien los ojos. Por eso ADCA tiene tanto que decir. Por eso su mensaje es tan importante. Porque hay que mostrar la verdad que somos y la falsedad que se cree . Hacer caer en la cuenta del poder que el ser humano consciente posee. Decir públicamente que lo que somos es infinitud, y que esa infinitud se recrea en cada instante, se actualiza desde que nos levantamos, y nos mueve a reconocer que hay mucho que hacer en el mundo. Porque sabemos cada uno de nosotros, por  experiencia vivida, que esa dulce brisa de la que habla el Himno  al que se refería Laura López en un reciente artículo (“Ahora y Siempre”, 7 mayo 2021 https://autorrealizacion.org/sobre-el-trabajo/textos-sobre-el-trabajo/ahora-y-siempre), nos refresca cada mañana, nos impulsa a seguir a pesar de las dificultades y nos posibilita transformar lo que nos rodea.

3 comentarios en “Saber que podemos”

  1. Gracias Carlos por el artículo.
    Des de mi experiencia, la maravilla viene con la desidentificación, porqué ya no es sólo: «saber que podemos», sino que es vivirlo.

  2. Jordi Sapés de Lema

    Y desde luego la experiencia deja en mantillas a estas utopías; aunque, lógicamente, nuestro esfuerzo no consigue cambiar el mundo, solo alcanzamos a cambiar nosostros mismos y el entorno inmediato en el que podemos incidir. Pero de verdad que estos cambios no son precisamente menores. Este es el sentido de la vida que muchos andan buscando, como si se lo tuvieran que encontrar por casualidad, en un golpe de suerte. El sentido de la vida es tomar conciencia de lo que somos y expresarlo de manera constante.

  3. El trabajo es experiencial. Así lo comprobamos personalmente y así lo confirmáis en los comentarios. Cuántas veces escucho entrevistas en los medios en las que célebres autores de libros o intelectuales ahondan en el ser humano. Todos, en algún momento, experimentamos la plenitud. El paso siguiente es fácil, esa plenitud es lo que somos. Solo hace falta librarse de las creencias.

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