Serie de reflexiones sobre la ponencia del III Congreso de ADCA «el compromiso esencial». Undécima entrega: «RETIRARNOS DE LA EXISTENCIA O RESPONSABILIZARNOS DE LA MISMA».

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«La mentira es la expresión aferrada del reduccionismo humano en su misma limitación. Con ella cada individuo, o colectividad, crean su propia verdad y su dios, controlando entornos económicos, ecológicos y tecnológicos y reduciendo la verdad a los pormenores de un consenso social. Este adiós a la verdad es el principio y la base misma de la democracia actual. Las categorías transcendentales desaparecen y se sustituyen por una denominada “ontología del Ocaso”, donde el hombre ya no cuenta como Sujeto, sino como “un mero estar entre las cosas” y atrapado en su finitud. Así pues, desde siempre la conciencia humana va de la mano con el riesgo y la posibilidad de fracasar. Un posible fracaso como coyuntura de perdición viene implicado en las exigencias mismas del amor creador.»

 

Cuando estamos dormidos, describimos las personas y las cosas en función de nuestros temores y de nuestros intereses. Este es el reduccionismo que genera la mentira: nos inventamos la realidad que mejor justifica nuestra deshonestidad, cobardía e inhibición; y, a continuación, nos sentimos ignorados, rechazados y manipulados por este invento que hemos elaborado.

 

     El hecho de que millones de personas estén de acuerdo con una determinada manera de ver el mundo no la convierte en verdad. Y aún lo es menos la propuesta que les lleva la contraria. Cada apuesta en favor de una posición implica el rechazo de otra y por tanto la ignorancia de la totalidad. Y cuando elegimos en función de lo que pretendemos obtener, la desorientación ya es mayúscula porque el todo nunca se somete a la parte.

 

     Quizás por eso estamos perdiendo la fe en el colectivo, porque constamos que no responde a nuestras peticiones. A todos los colectivos: la familia, las empresas, las asociaciones, la sociedad… Parece que aceptamos incluso que la humanidad se encamine a su fin, porque el egoísmo personal se revela incapaz de respetar el planeta que nos da cobijo.

 

     Y no hablemos ya de la trascendencia porque nuestros intereses se concentran en este plano material. Como dice Heidegger, estamos invirtiendo nuestra existencia en conseguir cosas y preocuparnos por ellas. Y de esta manera nos hemos convertido en cosa.

 

     La posibilidad de fracasar es lo único capaz de librarnos de esta trampa. Es lo que llamamos imprevistos, dificultades y, a veces, injusticias. Estas situaciones nos devuelven la posibilidad de tomar conciencia de nuestra realidad.

 

     Otro filósofo existencialista, Jaspers, señala que el ser se nos revela cuando “no podemos no”, cuando la inutilidad de nuestras acciones se hace evidente.

 

     Y un tercer filósofo de esta corriente: Sartre, nos propone dos alternativas: retirarnos de la existencia o responsabilizarnos de la misma a título personal. Dejar de quejarnos y desarrollar un proyecto que acepta al mundo y a los demás, tal como se nos aparecen; un propósito que de significado a nuestra existencia.

 

     Esto es lo que nosotros denominamos: actitud positiva.   

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