Dice Antonio Blay: el miedo es el resultado de la ignorancia; si hay conocimiento no hay miedo. Así que el miedo está siempre causado por una idea de la realidad que es falsa.
Pero hay una clase de temor que nos impide superar esta situación: el miedo a descubrir que estamos equivocados.Este miedo teme al conocimiento: es el miedo del que no acude al médico por temor a que le descubran una enfermedad; del que no se atreve a protestar contra condiciones laborales indignas por temor a que le despidan; del que no se atreve a observarse a sí mismo por temor a descubrir que es peor de lo que supone, del que no se atreve a ejercitarse en algo por temor a hacerlo mal, etc.
Este no es un miedo causado por el desconocimiento de algo externo sino por la ignorancia de nuestra realidad esencial. Se resume en el dicho: mejor malo conocido que bueno por conocer.
Si dejamos que este miedo nos venza, el Potencial que somos se bloquea, lo cual nos convierte en muertos vivientes. Nuestro cuerpo sigue funcionando con el piloto automático: nos levantamos por la mañana y atendemos nuestras “obligaciones”, pero lo que hacemos no cambia nada, solo alimenta unos mecanismos de una manera cada vez más deficiente, porque todo aquello que no progresa tiende a involucionar.
Afortunadamente, tenemos imprevistos, sucesos que no responden a lo esperado y que el personaje contempla con desagrado, pero estos imprevistos nos sacan de la mecanicidad y nos obligan a intervenir en la existencia. Por eso, lo idóneo es que seamos nosotros mismos quienes provoquemos tales imprevistos rompiendo nuestra rutina de una manera expresa y consciente. Y esto se hace incorporando a nuestra existencia actividades nuevas, en ámbitos que la realidad nos propone y que estábamos eludiendo o a tratando superficialmente.
Claro que el día tiene 24 horas, pero estar despierto comprime el tiempo que invertimos en las citadas “obligaciones” porque no lo desperdiciamos en fantasías y cavilaciones. De todas maneras para incorporar nuevas actividades lo mejor es renunciar a algunas habituales que responden a necesidades artificiales que se había creado el personaje.
Así que, a base de pequeñas decisiones, pequeñas pero reales porque se traducen en hechos, podemos conseguir una gran transformación: dejar de vivir a remolque de las circunstancias para pasar a protagonizarlas. Esta es la experiencia que nos hace superar el miedo: yo soy el que responde, sea lo que sea que suceda. El miedo siempre es miedo a perder, y lo único que es imposible perder es nuestra identidad esencial. Eso es tan evidente como el hecho de que vamos a perder todo lo demás.
Tened esto muy presente: el Trabajo no sirve para mejorar; pretender mejorar nos ata a lo que ya somos y nos impide prescindir de lo que ha conseguido esclavizarnos. El Trabajo sirve para transformar de raíz la visión de la realidad que tenemos, para mirarla despiertos desde la conciencia del Ser. Y el Ser sólo se hace evidente cuando dejamos de huir de nosotros mismos pretendiendo arreglar la nulidad que somos como forma.
ADCA nos propone algunas pequeñas alternativas, diversos cauces para prestar un poco más de atención al Espíritu. Utilizadlos de un modo activo, no os limitéis a mirar qué dicen los demás. Plantearos poner por lo menos lo mismo que sacáis; y si es posible, mucho más.
Este fragmento me parece estremecedor de cierto que es:
«Si dejamos que este miedo nos venza, el Potencial que somos se bloquea, lo cual nos convierte en muertos vivientes. Nuestro cuerpo sigue funcionando con el piloto automático: nos levantamos por la mañana y atendemos nuestras “obligaciones”, pero lo que hacemos no cambia nada, solo alimenta unos mecanismos de una manera cada vez más deficiente, porque todo aquello que no progresa tiende a involucionar.»
En general el artículo me ha recordado mucho a la película «El Club de la Lucha», en la que el protagonista, que es un arquetipo de la sociedad occidental, vive con el piloto automático en una vida anodina y llena de temores: el miedo al despido, la angustia de soledad, y en consecuencia el refugio en las pequeñas y fugaces ilusiones que le produce el consumo de objetos que no necesita. Hasta que un día se le empieza a aparecer un ser imaginario que le ayuda a actualizar el Potencial y que, entre otras reflexiones, le dice: «Somos una generación que no ha sufrido ninguna guerra, nuestra revolución es la espiritual».
Entonces, en ese caso con el estímulo de este ser (que simboliza, creo yo, una parte de su conciencia que pide algo más a gritos), empieza a dejar de vivir a remolque de las situaciones para pasar a protagonizarlas personalmente, de una manera más consciente.
En nuestro caso, pienso que muchos de los lectores conocen la obra de Blay y otros directamente están en el Trabajo con vosotros. En todo caso pienso igual que tu que un buen estímulo para nosotros es ADCA.
En mi opinión y experiencia es muy dificil salir de éstos círculos cerrados por los que nos movemos porque parece que nos dan seguridad y si te fijas bien pues al final te das cuenta de que no hacen sino alimentar la inseguridad que sentimos por experimentar cosas nuevas. Un truco que a mi me ayuda es hacer las cosas que mas me cuestan como si fueran un ensayo para una próxima actuación, así le quito un poco del peso imaginario al asunto. Y otra cosa que me parece intuir es que detrás de un miedo concreto, a lo que sea, habitualmente reside un verdadero potencial relacionado con ello.
A mi entender el miedo siempre surge a lo desconocido o a los supuestos escenarios catastróficos que nos hace imaginar nuestro personaje o como bien dice Jordi por el miedo a perder «algo»que el personaje conconsidera «real» ahora bien el Trabajo nos hace ver que la realidad es mucho más amplia de lo que uno en un principio imagina, pero aún así la inercia del personaje es demasiado grande… creo que no hay fórmulas mágicas mas allá de actualizar la voluntad que uno es empezando por pequeñas cosas y poco a poco esto nos llevará a mayores logros. Me parece que todo aquello que se ejercita se actualiza y lo que no termina por atrofiarse y no hay más que echar un vistazo al panorama actual. Un saludo
Con el temor me pasa como en el relato de Antony de Mello que había un creyente a garrado en una ramita de un precipicio .Sintiéndose cerca de Jesús ante tan desesperada situación acude en oración, una voz le contesta suelta la rama que mis brazos te socorrerán. Entonces es cuando digo si hombre no estoy loco para soltarla.
Bueno es quizás exagerado, como generalmente suelo sobreactuar en manos de mi personaje, me parecen muy enriquecedoras como siempre las diferentes exposiciones.
Tengo que decir que hasta llegar al Trabajo no se me había pasado ni remotamente por la cabeza con mas de medio siglo andando la posibilidad de percibirme presente , despierto.
Un saludo .
Podríamos decir que, en tanto lleguemos a descubrir que somos per se, entonces ni siquiera habrá riesgo a equivocación porque no hay nadie que “esté” equivocado, ya que ES, y ahí sólo hay lugar a una experimentación gozosa sin miedo alguno al resultado. Hasta que estemos ahí de forma estable y plena, me parece que una herramienta utilísima para conseguirlo nos la ofrece Laura al proponernos tratar el miedo como una oportunidad, una muestra infalible de que ahí hay terreno por recorrer; realmente pienso que convertir el miedo en motor de crecimiento es algo parecido a la piedra filosofal.
En cuanto a la dimensión real del tiempo y sus posibilidades, el Trabajo no suele abrir unas posibilidades de transformación que, a menudo, sólo la experiencia de llevarlas a cabo nos acaba de convencer de su viabilidad.
Y, sobre el comentario final de Jordi sobre poner y sacar, el Trabajo nos da también otra sorpresa, porque descubrimos que es en tanto nos dedicamos a poner cuando, en verdad, sacamos.