La trampa de la compensación

A menudo cuando empezamos en el Trabajo muchos de los conceptos que nos explican nos suenan muy bien, incluso descubrimos una cierta sintonía interior con ellos; sin embargo, también suele suceder que, a la hora de aplicarlos en nuestro día a día, esa claridad se difumina, a veces con rapidez. Por ejemplo: nos es fácil entender que hay un yo-idea y un yo-ideal que nos hacen bailar la cabeza, incluso podemos ser capaces de reconocerlos puntualmente, pero de ahí a identificar las dicotomías que establecen en nosotros, y constatar hasta que punto somos marionetas de estas dicotomías es fácil que se nos escape, sobre todo si no hemos concluido aún el análisis del personaje a través de los eventos.

Quisiera en este artículo comentar algunas circunstancias cotidianas que nos pueden dar buena cuenta, y en directo, del funcionamiento de esta desagradable pareja.

Supongamos que en algún momento del día descubrimos que  que, por el motivo que sea, hemos hecho algo de una forma que podríamos calificar de “fácilmente mejorable”: recordamos que nos hemos olvidado algo importante en aquel momento, constatamos que acabamos de reaccionar de forma desproporcionada ante alguien que tenemo al lado, etc… Va a ser muy probable que esta constatación, si estamos dormidos cuando la hacemos, provoque una expectativa ante otros eventos que vayan a tener lugar de forma inmediata y ante los cuales, nos demos cuenta o no, pretenderemos reparar a través de ellos el desequilibrio interno que estamos padeciendo. Así, el tono de nuestra siguiente actividad, o nuestro contacto con otras personas, va a estar marcado por la pretensión de que, por decirlo así, vayan bien, de que nuestro comportamiento de lugar a unas situaciones “buenas”. Y en el resultado de esa apuesta va a estar el signo de las próximas horas, y el nuestro.

Si esta dinámica os suena, con todas las particularidades que queráis, más o menos familiar, aquí tenéis una buena muestra del yo-idea y del yo-ideal en plena acción. Fijáos que se cumplen todas las especificaciones que se nos dan al respecto. En cuanto al yo-idea, el sufrimiento inicial es punzante pero enseguida queda oculto en aras de la compensación futura que tenemos planeado conseguir, de forma que se convierte en algo cada vez  más borroso en su identificación, a pesar de su fuerza. Por otra parte, pasamos a valorar el entorno en base a si nos permite o no compensar nuestra “falta” según consigamos alcanzar este ideal que nos hemos fijado, hasta el punto de que si lo que sea no sale como deseamos nos sentimos mal, además de una forma que a menudo es claramente muy desproporcionada respecto a lo que la situación realmente depara, porque ese “fracaso”, sea del grado que sea, nos retrotrae, con fuerza renovada, hacia toda la angustia tapada anteriormente por nuestro “pecado original”.

Y, a modo de funesto colofón, si estos procesos se repiten con cierta regularidad durante varios días, o semanas, o meses,…  o lustros, y seguimos dormidos, fácilmente tenderemos a considerarlos como algo inevitable, asumiremos que nuestra vida es así y que nosotros somos así. Aquí está la, muy triste, identificación con el personaje. Como además todo esto se mueve a nivel de pulsiones, de emociones dotadas de una cierta intensidad, los grilletes, además de hacernos daño, son duros.

Con el Trabajo vamos descubriendo cada vez con más fuerza que nada de esto es, en verdad, real, y no porque despiertos estemos en un mundo de maravillas que borra todo lo que hagamos, sino porque nos permite ver las cosas de forma justa, y si hemos olvidado algo, y ese olvido tiene unas consecuencias, despiertos somos capaces primero de tomar nota para preveerlo en un futuro, y después buscamos alternativas factibles a la situación creada; si constatamos que, dormidos, hemos tenido una determinada reacción, y esta constatación nos sirve de despertador, lo detectamos con rapidez y vemos la manera de reorientar esa realidad concreta, sea en el presente o en el futuro. En ambos casos vivimos el presente utilizando la información que hemos recibido, calibrando nuestra atención hacia las cosas, o nuestra consideración hacia las personas, y es en eso en lo que ponemos nuestro énfasis, en eso Trabajamos para actualizar nuestras capacidades, conscientes de que tenemos mucho por actualizar, y que en ese desarrollo está la vida, y el des-cubrimiento.

5 comentarios en “La trampa de la compensación”

  1. Fascinante explicación general del funcionamiento de la persona que vive en el personaje, en particular me ha gustado la explicación del habito de la compensación.
    Y interesante ver la diferencia de respuesta, con la persona consciente de si.

    Un abrazo,
    Jaume

  2. A mí me ha llamado la atención como explicas el hecho de que uno muchas veces llega a la conclusión de que estos mecanismos, estas respuestas, son algo inevitable. Dar por sentado algo así nos ha pasado a todos, pero es cerrarse directamente una puerta a evolucionar. Y lo maravilloso de la línea de Antonio Blay es precisamente la posibilidad de transformar prácticamente todos los aspectos de nuestra personalidad. Recuerdo antes de estar en el Trabajo, cuando me veía de lleno viviendo en la angustia causada por los mecanismos y la cerrazón mental; pensaba que quizá no había solución, que era mi personalidad, como dicen algunos psicólogos. Pero lo extraordinario de esta línea es que nos permite una transformación integral, como dices al final: «Trabajamos para actualizar nuestras capacidades, conscientes de que tenemos mucho por actualizar, y que en ese desarrollo está la vida, y el des-cubrimiento.»

  3. Hola Jordi, me gusta el texto porque aporta conocimiento sobre todo a los que estamos empezando en este trabajo, en el que en cada momento me ayuda a descubrir algo, algo más real claro.

    Un abrazo,
    Emi

  4. Muy cierto, esta perspectiva ayuda inicialmente a colocarse como observador de las oscilaciones que se producen en la conciencia, huyendo de los temores del yo idea y buscando las compensaciones del yo ideal. Esta es una manera de reforzar la conciencia del yo, porque este yo que observa se percibe al margen de estos vaivenes. Y esto, por si solo, proporciona paz y seguridad.

  5. Gracias a ti, Emi, por el comentario. En verdad, entiendo que hay muchas dinámicas personales que se mueven en estas tesituras y, como bien dice Jordi, el Trabajo pretende dar una visión desde un nivel de conciencia diferente al habitual, más elevado, desde el que se pueda aportar luz. Esta visión al principio puede sorprender, pero la gracia, como dice Miquel, es que es accesible, y en tanto vayamos accediendo con mayor soltura la evidencia de lo que vemos desde allí nos ayuda aún más a permanecer en él.

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