Sobre la discrepancia

El tema de la discrepancia renace periódicamente y aparece como fuente de confusión en el Trabajo.

La cuestión viene de la denuncia que hacemos en relación a la manera que tiene el personaje de interpretar la realidad. Decimos que al personaje nunca le parece nada bien, que se dedica a rechazar la realidad porque no es tal como él pretende que sea; que siempre habla de lo que no hay en lugar de prestar atención a lo que hay, que para observar la realidad lo primero que hay que hacer es librarse de los ideales del personaje, etc. 

Sucede que a menudo, hay quien interpreta que lo bueno y deseable es justo lo contrario: que todo nos parezca bien, que hagamos elogio de la realidad en la que vivimos, que ignoremos los déficits que esta realidad presenta, nos conformemos con lo que hay y aparquemos los ideales como una utopía irrealizable.

Y no es eso. Lo que el Trabajo denuncia es el rechazo de la realidad, no la pretensión de mejorarla. Porque nuestra existencia consiste justamente en mejorar esta realidad aportándole una mayor luz, unidad y eficacia. Pero eso se puede hacer partiendo de lo que hay y utilizándolo como materia prima a transformar, no rechazándolo como algo inadmisible e insoportable. El rechazo no solo conduce a la parálisis sino que, por desgracia, la justifica; porque queda muy estético quedarse al margen de la realidad para no contaminarse con ella.

Lo que nosotros censuramos es la discrepancia del personaje, basada en el egocentrismo y la vanidad, no la lucha de las personas que trabajan y se esfuerzan por hacer un mundo mejor. La discrepancia es un derecho que se ejercita precisamente luchando  a favor de algo, no en contra de nadie. Y el ejercicio implica hacer, no pensar ni sentir. Se puede pensar y sentir, pero es algo totalmente estéril si no se traduce en el hacer, en el actuar.

Hay una discrepancia institucionalizada que es absolutamente inútil. Es aquella que ya se sabe que no va a servir para nada.  Es la de los sindicatos que se reúnen con la administración para que la administración les comunique que este año también les van a robar la paga extra a los funcionarios. A esto lo llaman ahorrar. Pero los sindicatos acuden a la reunión a sabiendas de que es cosa hecha  que su presencia sólo sirve para cumplir un trámite obligado por la ley. 

También es una discrepancia institucionalizada la de los partidos que presentan propuestas y enmiendas en el Congreso a sabiendas de que la mayoría absoluta del partido del gobierno, hará imposible que prosperen.  Y no necesariamente porque el partido del gobierno no esté de acuerdo con la propuesta sino porque no son ellos los que la presentan.

También lo es la de los que participan en estas campañas de Internet a favor de reducir el número de políticos y el sueldo que cobran. Esta discrepancia es especialmente desagradable porque busca el mal de otro en vez del beneficio propio. Podrían defender  que todo el mundo gozara de las mismas ventajas que los políticos, pero se inclinan por perjudicar a la gente que conservan una mínima seguridad en su existencia. No les exigen que cumplan adecuadamente la función para la que han sido elegidos sino que invierten su energía en quitarles los derechos adquiridos.

Esto nos conduce a una nueva manera de manipular que se basa en acusar al otro de ser el culpable de que “estemos viviendo por encima de nuestras posibilidades”. Este enfoque permite no solo despedir gente a mansalva y reducir el salario y los derechos de aquellos que permanecen empleados, sino también hacerles responsables de los problemas que tenemos a estos que “sobran”. Y así vamos a acabar siendo una “pandilla de vagos, corruptos y malversadores” que suerte tenemos de la “gente cabal” que ha decidido escarmentarnos y poner las cosas en su sitio. Como señala Gurdjieff, lo que mueve al mundo, hoy por hoy, no es el sexo sino las emociones negativas. A eso nos referimos cuando hablamos de la discrepancia del personaje. 

Por el contrario, hay gente que hace propuestas, que lucha por aportar algo nuevo en su trabajo, en su medio social. Aprovecho para recomendar un libro que ha publicado Daniel Gabarró y que os podéis bajar gratuitamente de las siguientes Webs: www.sinenemigos.org (en castellano) y www.senseenemics.org (en catalán). El título es suficientemente explicito y veréis la cantidad de opciones que plantea. 

                      

 

 

6 comentarios en “Sobre la discrepancia”

  1. Resulta muy esclarecedor el artículo. Leyéndolo te das cuenta de cosas básicas que pasan desapercibidas con demasiada facilidad. Cuántas veces caemos en la inutilidad de pensar y sentir, y nos quedamos ahí durante largo tiempo, sin una traducción en el aspecto motor. Sin hacer nada vamos.

    De entrada, cuando uno se encuentra estas situaciones, la mente las desaprueba y las emociones son de rabia e impotencia. Está claro que es necesario que nos importen estas situaciones y que estemos informados de lo que va sucediendo, porque formamos parte de las mismas y actualmente afectan severamente nuestro dia a dia.

    Discrepar del sistema establecido actualmente, e intentar remar en la dirección que viene de lo profundo; una en la que cada persona y los momentos con ella son únicos e irrepetibles. En la que valoramos y apreciamos lo que nos hace diferentes al otro.
    Una dirección en la que las personas y sus necesidades importen más que las necesidades de las instituciones y de las empresas. Una dirección en la que cada persona tenga una vida mínimamente digna. Por que si con este sistema no hay trabajo ni techo para todos es mejor que estos derechos básicos desaparezcan de la Constitución. De lo contrario son pura hipocresía.
    En esta dirección, tiene que ser necesario que seamos coherentes con nosotros mismos, y arriesguemos ciertas comodidades, más fruto de la inercia interna que no de la situación económica. En este sentido se hacen necesarias las propuestas como la de Daniel; hacer propuestas y luchar por aportar algo nuevo en el trabajo y en ámbito social.

  2. Sobre el comentario de que “estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades”, es curioso comprobar que, en muchos casos, quienes así se han manifestado tienen un estatus económico muy por encima de nuestras posibilidades pasadas, presentes y, muy posiblemente futuras; lo cual hace que, además de ser un corolario estéril y pernicioso, como dice Jordi, sea incluso ofensivo, ya que hay una gran cantidad de gente honrada y frugal que lo está pasando mal para quien esta afirmación es mucho más una burla que un diagnóstico. Los diagnósticos son necesarios, pero por si solos no curan a nadie y, en este caso, a la iniciativa de Daniel, y de otros que intenten aportar propuestas, deberíamos unir la nuestra, en forma al menos de un interés y disponibilidad sincera para responder activamente a ideas o proyectos que mejoren esta realidad que vivimos, y que tan mejorable nos parece a todos.

  3. La aceptación de la realidad y la pretensión de mejorarla, debería vivirse en uno de manera natural, y sería la consecuencia del simple hecho de vivir de un modo sincero.

    Para eso el Trabajo consiste entonces; en llegar a vivir des del potencial y sin cargas de emociones negativas.

    Para vivir des del potencial es necesario ver que no somos el personaje que hemos creído ser y debemos aprehender de nuevo a reconocernos y aceptarnos. El revivir conscientemente (centrado) el autorechazo que uno mismo si hizo por la idea de no saber, no valer y no servir, nos conducirá a la comprensión, y reaceptación de uno mismo como foco de inteligencia, amor y energía.

    Por otro lado, una de las emociones negativas que no permite aceptar la realidad y de más hondo calado es el miedo, que una vez ha entrando en nuestra conciencia y nos identificamos con él, lo vamos asociando mecánicamente a todo lo que nos rodea, produciendo un distanciamiento entre el sujeto “miedoso” y el entorno “peligroso”. De nuevo el mirar y sentir conscientemente (centrado) el miedo, produce la comprensión, y la disolución de la emoción en el amor que somos.

    Así pues, para mirar la realidad, primero debemos poder vernos a nosotros mismos. Para aceptar la realidad, primero debemos aceptarnos a nosotros mismos, y para mejorar la realidad debemos vivir con las emociones negativas lo mas disueltas posibles en el amor que somos. Entonces estaremos realmente preparados para vivir.

  4. Me gustaría remarcar la diferencia entre rechazo y discrepancia en relación con la actuación desde el personaje, y fuera de él.
    El rechazo es estéril puesto que conlleva un apartarse del objeto rechazado como forma de menospreciarlo e ignorarlo. Carece de fuerza creativa porque no puede acercarse e interactuar con lo que hay de justo y conveniente en ciertos aspectos de lo rechazado. Conduce al aislamiento y a la desunión. El rechazo siempre es agresivo, tanto si se consuma apartándose; reacción que observamos en el personaje inhibido, o bien yendo a la contra directamente; reacción que observamos en el personaje rebelde. Hay otra forma de rechazo mucho más encubierto puesto que se fundamenta en ignorar lo que realmente está pasando. Consiste en encontrarlo todo bien y someterse a los demás y a los acontecimientos; reacción que encontramos en el personaje que va de bueno.
    Por el contrario en la acción de discrepar fuera del personaje, se expresa algo diferente a lo que sucede, no con ánimo de ir a la contra, sino de aportar una idea creativa. De ponerse en acto unida posiblemente a otras, puede transformar lo que ya está instituido en algo mejor para todos. Lo establecido no tiene que suponerse delimitado ni definitivo. Tampoco intocable o ideado por un único autor. En el acto de discrepar no se manifiesta una idea de protagonismo personal centrado sólo en sí mismo, sino la posibilidad de contribuir al conjunto con un granito de arena más.
    No hay que confundir la vivencia de hacer una aportación diferente que permita ampliar la visión de un horizonte determinado, con una opinión contraria limitada e inamovible en sus razones, que quiere retener una perspectiva dada.
    El personaje inhibido se cierra al acercamiento y a la comunicación. El personaje rebelde se implica en la comunicación pero ésta se corta porque no admite el intercambio; no escucha al otro. El personaje bueno se vincula de manera equívoca e ilusoria. Por lo general estas actitudes encubren inseguridad, deseo de dominar y llamar la atención, así como ignorancia y falta de discriminación. Hay mucho enfado y miedo, disimulado o no, ya que los demás no responden como se desea, o porque constituyen una amenaza a las creencias básicas del personaje. Su actitud no favorece una integración verdadera al colectivo.
    En la disensión ego-centrada se quiere suprimir la expresión de los demás, porque estos son experimentados como un peligro. Por ello el acto de disentir se impone con ánimo dictatorial.
    En la discrepancia creativa se añade la diferencia, y es el consenso del conjunto en su acción, lo que determina la transformación de una situación.

  5. Sí, para avanzar no basta con denunciar. Estamos en una época en la que todo el mundo habla del mal. La Iglesia condena a los, a su entender, pecadores y estos condenan a la Iglesia por pedófilos y por colaborar con las dictaduras. Está bien denunciar eso para impedir que se repita; pero no basta con eso. Necesitamos hablar del bien, de lo que hay que poner en su lugar; del mensaje del Evangelio. Así que sustituir la Santa Inquisición por San Francisco Javier, nos puede venir bien a todos: católicos y agnósticos.

  6. Supe del libro de Daniel gracias a este articulo. Leí algunos de los capítulos y le escribí. Creo que nuestro breve intercambio puede ser una aportación interesante al debate. Ahí va:

    (Pedro) Lo primero de todo felicitaros por el libro. Lo acabo de bajar y tiene buena pinta aunque, como sabes, discrepo en algunas cuestiones de fondo: por ejemplo, pretender que multinacionales y gran banca funcionen «respetando las leyes y teniendo en cuenta que lo más importante no son los beneficios sino el bienestar de las personas» me suena muy naif. De hecho, saltarse las leyes (o modificarlas de forma interesada) y buscar el máximo beneficio son dos premisas grabadas a fuego en el ADN del capitalismo. Por cierto, mirando por encima no veo mencionada dicha palabra. Seguro que ha sido una apuesta consciente ¿no?

    (Daniel) Naturalmente no está pensado para que todo el mundo esté al 100% de acuerdo con todo, pero sí para que cada persona se plantee en qué está de acuerdo y en qué no.

    Y de hecho queremos que las personas que no suelen leer y no suelen plantearse estos temas puedan leer un libro asequible, comprensible….

    (P) Sí, la idea de llegar a mucha gente es fundamental y esa es la parte que me gusta. Lo que no me convence es no mencionar al capitalismo. No se le puede decir a la gente desde el minuto uno que la pelea para detener esta monumental estafa será dura (o muy dura según el contexto geográfico y social que le toque a cada una) pero conviene ir apuntándolo entre líneas.

    Creo que habrá que buscar un camino que aúne el integrar nuevas miradas y puntos de vista (para esta labor el libro es muy valioso) con la creación de herramientas organizativas político-sociales que apunten a ese pequeño tanto por ciento que no va a querer saber nada de lo que planteamos. A esa minoría la podemos llamar enemigo o no pero que se resistirá es seguro. Y nos hará daño.

    Hasta aquí el extracto de nuestro cruce de mensajes. En uno de los comentarios al artículo Rosa opina que “en la discrepancia creativa se añade la diferencia, y es el consenso del conjunto en su acción, lo que determina la transformación de una situación.” No estoy seguro de que esto sea siempre así. Probablemente mi mirada está distorsionada en cierto grado, pero me parece que las transformaciones tienen que ver, más que nada, con la relación de fuerzas que los agentes contrapuestos tienen en cada momento. Las posturas en positivo (a favor de, nunca en contra) pueden ayudar a fortalecer una posición pero si no logran el peso específico suficiente la postura que se niega a los cambios impedirá cualquier transformación. Y entonces igual toca ir un poco en contra y empujar a un lado al que esté obstaculizando el cambio.
    Extrapolando el mensaje de Sin enemigos al Trabajo parece que hablando solamente del Ser esencial (mensaje a favor) y olvidándonos del personaje (no vamos en contra de nada) podremos autotransformarnos. Alguien dirá que no se pueden comparar el capitalismo y el personaje porque este último no existe. Bien, no existe, pero es cierto que las primeras etapas del Trabajo hay que emplearse a fondo por desmontarlo porque de lo contrario saboteará todo nuestro crecimiento. Por eso creo que, aunque tiene partes muy valiosas, el discurso de este libro cojea.

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