¿Tenemos que ser más radicales?

No sé si seguís los comentarios que hago en el grupo de Facebook: Atic, práctica de Antonio Blay; algunos tienen más éxito, gustan a más gente, que otros. El que menos aplauso ha suscitado ha sido uno sobre el islamismo radical en el que glosaba el fenómeno de los jóvenes nacidos en Europa que se marchan a Siria y a Irak, a luchar por el Estado Islámico. Lamentaba que el informe sobre las torturas de la CIA nos deja en muy mala situación para convencerlos de su equivocación. Y también animaba al Papa Francisco a no desfallecer en el intento de despertar y movilizar la conciencia de esta parte del mundo que se autodenomina cristiana.

El problema es si podemos competir con el islamismo radical a la hora de despertar la conciencia de ser en esta juventud condenada al paro y a la drogadicción en nombre de la democracia o, mejor dicho, del sistema de mercado. ¿Estos son los valores que podemos transmitir?

Hemos trasladado lo espiritual a la intimidad permitiendo que lo social se ordene en base a otros criterios mientras que el Islam predica lo contrario: la necesidad de que la vida social y la conducta humana se rijan por valores espirituales. Y podemos discrepar acerca de cómo se interpretan dichos valores, pero esconderlos no parece la mejor manera de combatir un radicalismo que considera obligado destruir a una parte de la población para hacer que la humanidad siga los designios de Dios. A nosotros nos parece brutal esta “solución” pero nuestra forma de sociedad, aunque no destruye directamente a las personas, condena a gran parte de la juventud a un subdesarrollo material, intelectual y espiritual: al paro, a la delincuencia y a la drogadicción. Y ante esto debemos ser más radicales, no lo podemos considerar inevitable, tenemos que denunciar unas estructuras basadas en la brutalidad y en la deshumanización.

La cuestión es cómo hacerlo porque no nos vamos a poner a cortar cabezas. Así que debemos contemplar otra clase de radicalismo,  un radicalismo que anteponga la dignidad del ser humano a las relaciones económicas y de poder, sean nacionales o internacionales; una radicalidad capaz de abrazar al “enemigo” en su vertiente humana; que seguro que la tiene, porque no puede no tenerla. 

En relación a todos estos sucesos a menudo solo podremos expresar nuestra preocupación por una realidad que los posibilita  y de la que todos somos responsables, por acción u omisión. Pero si en lo que nos concierne de un modo directo, actuamos siempre desde el fondo, conscientes del potencial divino que se expresa por medio de nosotros, seguro que esto hará mella en la conciencia social. Como dice Blay, si la persona vive más y más su autenticidad se convierte en un centro de inducción que, de un modo u otro, afecta a toda la humanidad, y especialmente a quienes están en busca de su autenticidad. Así que no digamos que no podemos hacer nada. Seamos radicales en nuestro nivel de conciencia.  

 

8 comentarios en “¿Tenemos que ser más radicales?”

  1. Hoy en las noticias me ha gustado ver que hacían preguntas a personas musulmanas. Todos explicaban que esa no es forma de arreglar ningún problema si no están de acuerdo con lo leído, que esas personas no eran islamistas sino terroristas. Degradan el Islan. También comentaban que los islamistas que hay en España, pertenecían personas españolas como musulmanes. Estoy de acuerdo que hay que ser radicales en nuestro nivel de conciencia.

  2. A mí me parece que llevamos mucho tiempo vendiéndoles a nuestros jóvenes una forma de organizarnos que hace aguas por todos sitios, prometiéndoles una futura felicidad relacionada con la consecución de un status que los diferencie de sus congéneres y a la vez condenando al ostracismo a aquellos que no lo consiguen, que por otro lado cada vez son más, y cuando uno se juega su felicidad intuyendo de manera inconsciente o consciente que esas promesas jamás se van a cumplir, y para ello no tienen más que echar un vistazo a la cada vez más notoria desigualdad social, esto los llena de resentimiento, rabia y son capaces de cualquier cosa… sinceramente creo que esto también se puede considerar un terrorismo de estado. Encima los valores espirituales los hemos condenado, como bien dices, a la intimidad, brillan por su ausencia, no tienen protagonismo en el ordenamiento social, no se… a mí me da la sensación que todo está muy bien ordenado y organizado para que la gente cada vez tenga más dificultades en despertar y preocuparse por comprender el caos que le rodea y desde aquí estoy absolutamente de acuerdo contigo que la verdadera revolución pasa por una radicalidad en colocar los valores espirituales en el primer escalón en nuestra vida

  3. Occidente es muy responsable de su hipocresía. Se declara que matar no puede arreglar los conflictos, pero se siguen fabricando armas.
    Ni la drogadicción ni el paro son valores de la democracia, sino del capitalismo salvaje, cuya divisa es el dinero por encima de las verdaderas necesidades humanas.
    Tampoco la actual democracia puede alcanzar los valores proclamados en la revolución francesa. Libertad, igualdad y fraternidad. ¿Dónde quedan estos valores cuando la codicia los pisotea sin ningún respeto?
    Seamos coherentes con nuestro nivel de conciencia y los actos que de él se derivan.

  4. Me han llamado la atención las comillas en que amparas la palabra enemigo, pues ya van anunciando, que no lo hay. Algunos ven al enemigo en la propia persona del terrorista, otros en la organización como tal, o en la propia ideología y otros entre los que me encuentro en el presente lo veo en el propio sistema que sostiene todo esto y del que formamos parte contratante. La única solución parece que efectivamente es un cambio de conciencia por parte de esa masa que el sistema realmente necesita para nutrirse, pero yo no me veo capaz en el abrazo propuesto, si en la transformación.

  5. Tras los graves sucesos de los últimos dias en París, este artículo cobra especial relevancia como punto de reflexión sobre la Realidad que estamos viviendo.

    Esta claro que no ha sido una accion aislada en occidente, porque hay los precedentes de Atocha en el 2004 y el de las Torres Gemelas en el 2003, lo que nos crea inseguridad respecto al futuro ante la incógnita que se nos abre, conscientes ahora de nuestra vulnerabilidad. Hasta aquí íbamos teniendo noticias de cómo eran pisoteados los derechos humanos en distintos paises y continentes, pero al sentirlos tan lejanos a nosotros, parecía que no nos incumbía mucho.
    Y para más Inri, la respuesta que se está dando desde los gobiernos es la de fortalecer el estado policial y el control de la población en lugar de hacer un análisi profundo y sincero de las causas para poder dar soluciones reales.

    Me parece, tal como se comenta, que si vivinos desde el fondo nuestra autenticidad, rápidamente nos damos cuenta cuenta de que formamos parte de un Todo. Y esto se trduce en acciones y en implicaciones concretas con nuestro entorno porque nuestra vida personal, familiar y laboral configuran nuestra realidad política y social y viceversa.

    La manera de anteponer la dignidad del ser humano a las relaciones económicas y de poder en la sociedad, es asegurarnos de que estos valores estén presentes en nuestros actos y relaciones cotidianas de todo tipo.
    De igual forma creo necesario cultivar nuestro interés y participación en la política, tanto local, nacional e internacional porque son herramientas de las que disponemos para establecer las relaciones con los demás y las posibilidades de cambio.

  6. Hay en este tema dos aspectos que querría destacar, y que, aunque se retroalimentan, tienen bases muy distintas.

    Por una parte, el radicalismo islamista en sus países de origen. Por poco que nos detengamos a analizar la situación geopolítica actual se hace muy evidente que la solución a esta situación no vendrá como resultado de aplicar sólo un estricto concepto de justicia. En tanto repasemos con un poco de detalle el papel que los estados occidentales han jugado y están jugando en oriente medio, y por extensión a toda Africa, fácilmente llegaremos a la conclusión de que ya les hubiera gustado a estos países nativos ser tratados con esta justicia normativa que ahora se esgrime como una solución. Parafraseando a Blay, ojalá hubieran estado amparados en la ley del intercambio, en lugar de verse sometidos a una ley de la selva especialmente cruenta, y no tan sólo a nivel económico, sino también social y político. Ante esta tesitura, el mundo espiritual se erigió para muchos en el único bastión seguro en el que parapetarse ante tanto saqueo, lo cual hace especialmente penosa esta deriva actual.

    Por otra parte, enlazando con el texto original de Jordi, no podemos olvidar que han sido ciudadanos franceses nacidos en Francia y residentes en Francia los que han cometido esta matanza, execrable, en Francia. Este país, con su tan veces nombrada Banlieu, hace ya muchos años que muestra, si no anticipa, las consecuencias en lo social de esta ley de la selva económica que, como apuntáis en algún otro comentario, tiende a reducir al ser humano a no mucho más que estos pollos mutados que, hacinados en grandes granjas, sirven para producir carne de fast-food (y aquí rindo con esta caricatura un minúsculo homenaje a las víctimas de Charlie Hebdo). Además, estos días constatamos, por enésima vez, como la Política, en mayúsculas, sigue atada (por no decir dulcemente atada) de pies y manos por intereses económicos transnacionales y aunque gesticula con brío, con el rabillo del ojo vuelto hacia sus votantes, se muestra también vacua a la hora de afrontar de forma efectiva, ni en Europa ni en Oriente Medio, los motores que están nutriendo esta barbarie (os adjunto un artículo publicado en el diario El Mundo que, aunque un poco largo, aporta información interesante sobre el origen del islamimo radical y su situación actual).

    Todo esto no hace sino incentivarnos a esta radicalidad de conciencia que nos permita ver la situación con claridad y responder en consecuencia, en la medida de nuestras posibilidades como ciudadanos, pero también dar paso en la sociedad y en el mundo a la vivencia del amor inherente a esta presencia consciente de nuestra realidad esencial. Y hacerlo en cada acto de nuestra vida.

    Artículo mencionado: http://www.elmundo.es/cronica/2015/01/11/54b117c5268e3e2a128b456f.html

  7. No pretendo dármelas de adivino pero este artículo lo envié para su publicación una semana antes de los sucesos de Paris; y había tratado este tema en Facebook, aproximadamente un mes antes. Así que si estos lamentables sucesos eran previsibles, más lamentable es todavía constatar que no se está haciendo absolutamente nada para evitar que se repitan y solucionar aquello que los origina.
    Hablaré después de la libertad de expresión. Antes quiero recordar que Al Qaeda es un invento de los EEUU para echar a los entonces soviéticos de Afganistán; que la coalición encabezada por este mismo país para atacar Irak se cargó al único régimen laico de un país musulmán, fundado en el partido Baas, que todavía está intentando resistir en Siria y que había venido garantizando la paz y la tranquilidad a las poblaciones cristianas de Oriente Medio. Y finalmente, mucho más cerca de los acontecimientos recientes, que durante su campaña por la presidencia, el anterior presidente francés Sarkozy llamó “racaille” (chusma) a los habitantes de mayoría musulmana de las banlieues a las que se refiere Jordi. Así que éste es un terrorismo de ida y vuelta, que hemos fabricado nosotros mismos.
    ¿Cuándo y cómo interviene aquí la religión? Es curiosa la apreciación que he leído en varios artículos: el Islam se introduce en las mentes de estos chavales, bien en la cárcel, cuando ya han iniciado una carrera de delincuencia, bien en las prédicas de los imanes que “consiguen hacerlos sentir importantes” invitándoles a luchar contra un sistema que les condena a la marginación. Es decir, se aprovechan de ellos y les engañan haciéndoles “sentir importantes”.
    Bueno, es que lo son de importantes: son tan importantes como tú y como yo, como todos nosotros. Así que, si alguien se lo recuerda, despierta en ellos la conciencia del potencial que son. Y a continuación, los incorpora a Al Qaida o al Estado Islámico.

    Digamos que ahí aparecen los que se aprovechan de la buena fe de estos chavales, ponen la infraestructura de personal dinero y medios, tienen a sueldo a estos imanes y pagan los viajes y el armamento. No es ningún secreto quienes son: la monarquía wahabita de Arabia Saudí y el emir de Qatar, esto lo sabe todo el mundo. Bien, pues nuestros reyes se considera “hermanos” de los monarcas saudíes, y el equipo del Futbol Club Barcelona, lleva publicidad en sus camisetas de las Líneas Aéreas de Qatar. Resumiendo: nosotros ponemos la «chusma» y ellos ponen el dinero.

    ¿Y dónde queda la religión? La religión: ji, ji, ji, ja, ja, ja; queda para hacer chistes de mal gusto y acabar de pisotear la dignidad de estos colectivos marginados que buscan en ella una señal de identidad. Que a nadie le extrañe que los niños musulmanes se nieguen a guardar el minuto de silencio en las escuelas en protesta por el atentado contra Charlie Hebdo. Por eso digo que no se está haciendo nada real para evitar que esto se reproduzca. Y me parece muy bien que nos manifestemos para proteger la libertad de hacer chistes, porque es un daño colateral inevitable si no queremos perder algo tan importante para la conciencia como es la libertad. Pero me gustaría que, después de París, la manifestación se encaminara hacia Riad porque, hace pocos días, condenaron a cuatro años de cárcel a una mujer por atreverse a conducir un coche. Y allí el cristianismo está totalmente prohibido.

    De todas maneras, poco a poco, vamos avanzando. Sin ir más lejos, nuestro presidente del Gobierno ha reconocido públicamente que somos herederos de la Revolución Francesa. En mi vida había oído algo así: para los españoles la Revolución Francesa era una especie de atrocidad a la que nos habíamos resistido con la guerra de la Independencia, el Timbaler del Bruch, Agustina de Aragón y el 2 de Mayo. Y Voltaire ha sido seguramente la persona más maligna de la historia después de Lucifer. Mucho le habrá costado a nuestro presidente desfilar por el boulevard que recuerda su figura.

  8. Creo que la radicalidad nos la va trayendo la Vida, al menos desde el nivel de conciencia que propone la asociación ADCA.
    Es un proceso madurativo natural.
    Lo que no es normal, ni natural, es vivir cómplices y condicionados en una sociedad que se rige por patrones consumistas y neuróticos. Y tardar en reaccionar.

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