Trabajo y sencillez

Cuando empecé a  redactar el artículo de este mes, me propuse resaltar que el Trabajo pretende desarrollar personas sencillas y naturales, que no aparezcan como individuos extraordinarios y que incluso puedan pasar desapercibidos.

Pero de entrada pensé: el Trabajo nos plantea, primero que todo, la necesidad de despertar, después nos indica observar y desactivar el personaje para tomar, a continuación, conciencia de que somos energía, amor e inteligencia y actualizar estas capacidades en contacto con nuestro entorno. Y después nos invita a sintonizar con lo superior y a movernos por el terreno del espíritu. ¿Cómo calificar de sencillos y naturales a los que han recorrido este camino y lo pueden expresar de una manera personal?

Y de inmediato se me ocurrió un ejemplo: Jesucristo. Ahora lo consideramos un arquetipo perfecto del ser humano  pero, en su momento, primero lo crucificaron y más tarde lo divinizaron. Así que su testimonio como ser humano ha pasado desapercibido para la mayoría de la gente. El hecho es que no se comportó como un ser omnipotente porque no hubiera permitido que  los crucificaran, ni como omnisciente porque no reveló ninguna teoría científica extraordinaria, ni apareció tampoco como un dechado de bondad porque lo condenaron nada menos que por inmoral y blasfemo.

Si releemos el Evangelio despiertos nos encontramos con alguien que observa sin apriorismos la realidad que le rodea y responde a ella con lo mejor de sí mismo; sin juzgarla buena o mala, sin discriminar a nadie; rechazando cualquier tipo de exclusión, sobre todo la procedente de gente que se atribuye autoridad política y moral. Y todo eso lo hace, reclamando constantemente la ayuda de Dios para actuar de la mejor manera posible.

Nosotros hemos conocido alguien que se le asemejaba: tenía una evidente  capacidad de comprender y una energía que vibraba en una frecuencia muy elevada y que se percibía cuando te aproximabas a él; sin embargo, no permitía que nadie le atribuyera, ni se atribuyera a sí mismo, una especial bondad por encima de los demás. Él no necesitaba que le adjudicaran ni le concedieran nada porque era consciente de ser, y tenía claro que nada ni nadie podía añadirle ni quitarle un gramo de realidad a lo que era. Hablamos de Antonio Blay.

Recuerdo una de sus frases sorprendentes, de aquellas que no casan con lo que uno espera escuchar. Vino a cuento de que alguien le preguntara acerca de la ayuda que podemos prestar a los demás; y su respuesta fue:

“No soy yo, con mi voluntad y mi intención, quien ayuda. La ayuda es un resultado de vivir yo la verdad o la realidad, y de hacerlo internamente. La mejor manera que tienes de ayudar a las personas es, primero, ser tú mismo, descubrir tu identidad y ser esa identidad plenamente. Y no pretender ayudar a las personas. Entonces, y gracias a que no las pretendes ayudar, tal vez alguna persona sea ayudada.”

Si miramos a nuestro alrededor cada vez parece más difícil encontrar personas sencillas y naturales que hayan descubierto esta identidad. Lo que abunda son los críticos, cada vez más irritados con la realidad, reclamando la vuelta de la Inquisición y pidiendo que la antigua Ley recaiga sobre los que osan discrepar. Y por otro lado crecen los que intentan levitar, los que miran de transitar por los acontecimientos procurando que no les salpiquen. Estos adoptan una pose de “estar por encima” que consideran “trascendente”; incluso se permiten el lujo de perdonar agravios que no les han afectado a ellos personalmente. No nos sugieren que utilicemos nuestras capacidades de una manera personal y consciente para intervenir en lo que pasa, sino que nos inducen a sacar partido de la situación colocándonos por encima de los demás: destruyéndolos o despreciándolos.

Reprimir o ignorar las situaciones no las resuelven. Las situaciones complicadas se presentan para poner de manifiesto la existencia de un desequilibrio que hay que resolver y esto exige atención y cuidado. Está bien tomar un poco de distancia para coger perspectiva pero hemos de emplear esta perspectiva para implicarnos de una forma más eficaz, en vez de aprovechar el distanciamiento para despistar y mirar para otro lado.

Si actuamos así, nosotros, en primera persona, dando una respuesta diferente que procede de un nivel de conciencia más alto, igual despertaremos en los demás el impulso de intervenir también, porque con nuestra conducta habremos abierto un nuevo camino para resolver las cosas. Esta es la ayuda que podemos prestar de una forma sencilla y natural, propia del ser humano que ha aceptado la responsabilidad de ser lo que es en el terreno que la existencia le ha puesto.

5 comentarios en “Trabajo y sencillez”

  1. A mí siempre me ha llamado la atención esas personas que hacen como una especie de exhibición de su bondad y sencillez, a veces incluso me han llegado a decir: “¿es que no ves la paz que tengo?” y yo internamente me pregunto: “bueno, si verdaderamente estás en paz ¿qué necesidad tienes de tratar de convencerme de ello?”

    Creo que esa naturalidad que proviene de tomar contacto con los planos superiores de conciencia no necesita de alardes o proclamas multitudinarias, se expresa sencillamente actuando en la existencia.

    Por cierto, fantástica la respuesta de Blay a la pregunta que le hacen

    Gracias Jordi.

  2. Si uno transita por el mundo buscando paz, puede ir a buscarla a muchos sitios, porque nuestra sociedad está repleta de ansiedad y de miedos y se dan respuestas de muchas clases. Si se busca la verdadera paz, sólo se puede encontrar dentro de uno mismo, y esa búsqueda obliga a total sinceridad, no nos podemos hacer trampas. Por lo tanto, que nadie piense encontrar la paz mirando hacia otro lado de los problemas que existen. Estos días el caso de los inmigrantes en el buque «Aquarius» nos lo recuerda. Vivamos pues la naturalidad de la mirada de esa niña rescatada, portada de los periódicos, en brazos de su padre, y que nos dice que entre ella y nosotros no hay ninguna diferencia.

  3. Me ha gustado mucho la frase que ha citado Jordi de Blay. Y es que es cierto que cuando te empeñas en ayudar solo complicas la situación. En cuanto te ordenas interiormente, desechas lo que no eres y te quedas con lo que sí que eres verdaderamente, entonces, cuando actúas en la realidad ayudas sin necesidad de querer hacerlo.

  4. Esta manera de actuar de la que habla Jordi, sencillez y naturalidad, junto con una mayor eficacia a la hora de resolver situaciones complejas unicamente se puede dar estando despiertos, no se puede encontrar un sucedaneo de todo esto. La buena noticia es que de lo único que nos tenemos que ocupar, es de estar despiertos.

  5. De hecho, la mayoría de veces cuanto más nos empeñamos en ayudar más estropeamos las cosas y creamos conflictos añadidos porque el impulso no surge desde el fondo, sino que responde a una idea. Así que queremos ayudar pero a nuestra manera: haciendo lo que nosotros consideramos que ha de hacerse. Ayudar al otro es permitirle ser él mismo y para eso poco hay que hacer aparte de vivir eso mismo en nosotros.

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