La trascendencia como algo cotidiano

Es posible que a veces, leyendo los artículos de ADCA sobre espiritualidad o trascendencia, tengamos  la impresión de que queda fuera de nuestro alcance, queda mucho camino para experimentarla o, simplemente,  carece de sentido. Pero a poco que reflexionemos, veremos que cualquier fenómeno que suceda en la familiar dimensión del espacio y del tiempo está condenado a la desaparición. El universo parece creado para avanzar a través de esta dimensión del espacio y del tiempo hacia la actualización consciente, pero todo lo que nace aquí, desaparecerá antes o después.

Últimamente, a raíz de un cambio de ciudad y de vida que ha dejado en volandas todas mis referencias habituales, he podido dar un pasito hacia la impersonalidad. A medida que se acercaba el momento del traslado me sentía más y más extraño, con mi antigua casa llena de objetos empaquetados o por empaquetar y con un destino desconocido por delante. Ha sido como un proceso de muerte en el que tenía que deshacerme de todo lo que conocía; y han aflorado las clásicas dudas existenciales del ser humano: el no existir, la eternidad, el misterio del tiempo…

Pero una de las noches sucedió algo que cambió la perspectiva limitada de la mente por la vivencia de la impersonalidad y de la trascendencia. Y lo comparto aquí porque es algo que todos podemos experimentar sin mayores dificultades si le prestamos  un poco de atención. Ya lo había notado otras veces pero en esta ocasión pude vivir el proceso de manera más consciente. 

Me desperté siendo plenamente consciente de que había estado durmiendo tan profundamente que mi conciencia estaba disuelta en la nada más absoluta. Noté primero cómo empezaba a tomar conciencia de sujeto, noté cómo entraba en la dimensión espacio-tiempo a través de un cuerpo, me atribuí las características de esta personalidad subjetiva, así como de su memoria. Me fui mentalizando de mi existencia subjetiva en este espacio-tiempo pero teniendo muy presente la disolución experimentada previamente, como un estado natural de la conciencia en el que no son necesarias las preguntas.  

Esa noche no dormí en mi antigua casa porque estaba llena de paquetes. Tampoco dormí en la nueva porque se encuentra a casi quinientos kilómetros. Dormí en la de mi madre. Fue un paso intermedio, un punto de inflexión en el que me sentí limpio y ligero, dispuesto para protagonizar la nueva aventura.

Os animo a prestar atención a este proceso de penetrar en el sueño profundo y despertar, constatando que esta vivencia de disolución en el Fondo que tanto miedo le da a la forma es el estado de conciencia más natural que existe; el único en el que no hay nada por actualizar. Está todo hecho. Y desde ahí se puede recrear cada día una nueva existencia, cada vez más plena, más transparente, más real. 

 

5 comentarios en “La trascendencia como algo cotidiano”

  1. Es interesante ver cómo la conciencia del yo, echa mano de la memoria de éste, para reconstruirlo rápidamente, ante la angustia que supone no ser nada en particular. Lo asociamos a la muerte, pero es sólo la desaparición del yo con el que estamos identificados, y que percibimos como nuestra identidad. Si no estamos despiertos en este momento, reconstruimos la misma conciencia de yo, la conocida. Si estamos despiertos como explica Miquel, podemos desde otro nivel de conciencia ampliar la perspectiva y ver que hay más, otra cosa que no es lo conocido, otra cosa que nos invita a profundizar, y que cada vez nos asusta menos porque cultivamos este acercamiento. Por debajo de la recreación en el tiempo hay el ahora, este vacío, esta nada que sostiene toda conciencia. Como el silencio sostiene al sonido, la nada o el ser alientan toda creación, manifestación o expresión, con el potencial que anima al Yo esencial a protagonizar la individualidad.

  2. Me ha gustado mucho poder leer una experiencia como ésta tal y como la has contado. El tema de la impersonalidad asusta un poquito cuando uno se lo plantea, pero cuando sucede que lo vives es algo liberador.
    Hace un tiempo me desperté en la mañana y me di cuenta de que era muy feliz, sólo sentía bienestar…y entonces empecé a ver como si cayera sobre mí quién era yo, cual era mi pasado y lo que tenía que hacer después….y esa estupenda felicidad fue diluyéndose mientras yo iba recuperando la idea de mi.
    En la experiencia la impersonalidad siempre la he vivido de una forma liberadora, en el pensamiento de un modo desasosegado. A medida que tomemos contacto con ésta experiencia, a través de nosotros o incluso de otros, le iremos quitando peso a este asunto.

  3. Es un ejemplo muy revelador de cómo al quedarse la mente sin referencias y liberarse de los condicionamientos podemos acceder a una dimensión que comprende Todo y en la que a la vez no hay nada, porque simplemente nos diluimos en el Ser esencial. Gracias por compartirlo, Miquel.

  4. No es que la mente se quede sin referencias, es que el ser está más allá de la mente. En este proceso de tomar conciencia del sujeto, lo primero que nos «ponemos» al entrar en esta dimensión del espacio-tiempo es la mente, una mente que es «nuestra» porque incorpora todos los contenidos de la memoria.
    Pero de hecho, si fuéramos capaces de objetivar estos contenidos como lo que son: objetos mentales; mañana nos podríamos despertar con otra personalidad distinta.
    En la práctica esto es lo que pasa cuando evolucionamos de forma notoria: nos acordamos de cómo nos vivíamos antes y no nos reconocemos. Y cuando la gente nos trata como si fuéramos los de antes nos cuesta responder a sus expectativas.

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