Si entendemos por vida todo lo que es manifestación de formas de inteligencia, de felicidad y de energía, y ahí tienes una primera definición muy genérica de lo que es la vida, las manifestaciones de esto, entonces todo está funcionando siempre de un modo cíclico, y cíclico quiere decir que funciona y de repente deja de funcionar, o que funciona hacia afuera y que funciona hacia adentro, y si tú estás en el medio esto te parecerá como que funciona y luego deja de funcionar; actividad-descanso.
En realidad este descanso es tan inherente al proceso de renovación como lo es la forma exterior de manifestación. Lo vemos en la naturaleza. Cuando parece que todo está muerto, realmente no está muerto sino que está concentrándose en una actividad muy profunda que luego surge en un nuevo impulso exterior. De modo que la vida no sólo es lo exterior, lo visible, sino que también es todo lo profundo. Aunque desde el punto de vista exterior esto profundo aparece como no vida.
La muerte y la vida son simplemente una especie de curva sinusoide de un solo proceso continuo. El gran error es confundir la vida con las formas de vida. Nosotros identificamos la vida con un cuerpo, y un cuerpo es una forma de vida. La vida es la energía, la inteligencia que están detrás y que son las que configuran la forma. Y esta vida es un latido y crea una forma que luego se retira, se repliega, se renueva en el fondo. De modo que lo mismo es vida el aspecto expansivo que el aspecto retractivo. Si tú entiendes bien qué diferencia hay entre vida y formas de vida, verás que en el momento en que tú te puedas intuir como siendo vida y no forma de vida, la muerte es un proceso totalmente natural y que no te quita nada , que además es absolutamente necesario para volver a adoptar otra forma de vida.
Pregunta: ¿Así pues, la vida es eterna, no?
La vida, si no es eterna, por lo menos es continua. Porque la noción de eternidad habría que mirarla muy despacio. Es contínua, eso sí. Y cuando uno se descubre siendo la vida misma y no las formas de vida , entonces el problema de la muerte desaparece porque uno no puede dejar de ser vida; la es intrínsecamente . Es cuando uno se confunde con unas formas que aparece el drama de que toda forma es temporal, es caduca, es vulnerable; pero cuando se descubre como la fuerza inherente que está detrás y que se manifiesta de un modo expansivo o de un modo contractivo, entonces la muerte adquiere un sentido y además se ve que se está produciendo constantemente. En cada momento estamos desechando ideas o adquiriendo ideas, en cada momento hay una renovación celular, en cada momento nos dormimos y perdemos conciencia de todo y luego la volvemos a adquirir. Siempre está el latido constante en la vida. Lo que pasa es que no la miramos, pero si lo miras verás que la muerte es inherente al proceso que llamamos vida.
Si no muriéramos no podríamos vivir: estaríamos muertos. Lo vemos en el dormir: el dormir es una muestra de esto en un ciclo pequeño. Lo vemos en el olvidar. Lo vemos en el desaprender, si no soltáramos lo que conocemos, raramente podríamos aprender cosas nuevas, si no soltáramos viejos hábitos no podríamos adquirir formas nuevas de comportamiento. Es decir, todo, en su existencia, está implicando la no existencia; en un sentido visible, es la cara y cruz de una misma cosa.
Texto extraído de la obra de Blay: «Ser. Curso de psicología de la autorrealización». Editorial Indigo 2009
Un texto de Antonio Blay muy revelador. ¡Excelente elección, Isabel!
Al leerlo he recordado perfectamente cuando leí el fragmento, hace ya trece años. Desde luego la claridad y la profundidad con la que está explicado no puede ser otra que la de alguien que está viviendo en sí mismo la impersonalidad o trascendencia, y eso es lo que percibí cuando leía el libro; que era como el Santo Grial.
Recuerdo que me preguntaba: ¿Qué puede preocuparle a él estando situado en ése nivel de conciencia? Es una experiencia tan profunda que desde la misma todo, absolutamente todo, aparece como algo periférico u ocasional que se observa desde el centro de la conciencia; lo único inmóvil y real, y a la vez en la mayoría de ocasiones olvidado.
Igual que hace trece años, leyéndolo sólo me apetece continuar el Trabajo para ir acercándome a ésta experiencia que explica Blay
Enhorabuena por la elección del texto de Blay Isabel, como siempre sus palabras resuenan profundas, intensas y a la vez sencillas, se podría decir que hay que aprender a morir para empezar a vivir, un abrazo.
Éste texto me evoca las dificultades enormes que tenemos al intentar asimilar el concepto de muerte; que según nos han enseñado es la no existencia, la desaparición (pero claro, de las formas…que si es lo único que percibimos….pues sí, desaparece).
Creo que ésta dificultad radica en algo real…y es lo que Blay anima a descubrir y es capaz de explicar de manera magistral.
A mí también me ha provocado la misma sensación, la de querer vivir el Trabajo con la mayor intensidad que pueda, teniendo la certeza de que lo único que es real es lo que soy y que todo lo demás es secundario. La ligereza y plenitud que tiene que proporcionar liberarse del peso de la forma y entregarse a la vida con todo lo que ello conlleva, me parece que es la manera de vivirla con mayúsculas, sabiendo que ésta implica muerte. Eso sí, si tuviera a Blay delante le preguntaría sobre ese matiz que hace con la eternidad y su diferencia con la continuidad, pues parece que es algo que le gusta tratar con delicadeza. Quizás, el aspecto de continuidad implica que hay un inicio.
Me encanta el pasaje en el que ejemplifica con la naturaleza esa dualidad de la que habla y ese carácter cíclico de todo. Esto se ve en lo más básico y sencillo pero a la vez vital, como es la manifestación física de la vida: la respiración. Todas las fases de la naturaleza y de nuestra propia naturaleza física son igualmente importantes e interdependientes, por lo que todo está relacionado y nosotros somos ese Todo.
No es un problema de delicadeza sino una dificultad para explicar esta continuidad sin que se confunda con la idea habitual de que la personalidad se reencarna. No es la personalidad lo que continua sino la individualidad: es algo así como cambiar de profesión y marcharte a vivir a un sitio que no te conozcan de nada y, a continuación, tener un ataque de amnesia que te impide recordar tu pasado. Notas que tienes facilidad para tocar el piano pero no sabes porqué.
En cuanto a la eternidad: la eternidad no es mucho tiempo, es no-tiempo. La eternidad es del ser y la continuidad es de la vida que se manifesta en formas.
A mí esto me suena al “eterno retorno de Nietzsche”; todo está supeditado a repetirse una y otra vez, es decir, cuando uno está dormido vive encarcelado entre los barrotes de su “día de la marmota particular” y cuando despierta descubre su esencialidad en ese punto medio que carece de dimensión, por un instante uno descubre que lo que ha sido, lo que es, y lo que será, se revela como una continuidad sin principio ni fin, pura espontaneidad.