Actitudes ante la investigación del sentido de la vida

Antonio Blay

Todo ser racional, en un momento u otro de su vida, tiene que detenerse a pesar de su más o menos agitado ritmo de vida diaria, para enfrentarse con un enigma fundamental que exige una respuesta clara, inmediata y contundente: Yo, ¿por qué existo?, ¿para qué estoy viviendo?, ¿cuál es el sentido de mi existencia?, ¿qué es la vida?

Son numerosas las personas que ante preguntas “tan extrañas” después de otear brevemente su horizonte intelectual y revisar rápidamente su archivo de datos y experiencias personales, presionados por los problemas inmediatos a resolver o por su rutina habitual de acción, zanjan la cuestión con un elocuente encogimiento de hombros y prosiguen sus actividades, luchas y problemas, sin comprender nada de esa vida en la que luchan y por la que luchan; más bien sintiéndose aliviados al alejar de si tales pensamientos perturbadores.

Otras personas, las más, se contestarán a sí mismas de acuerdo con las lecciones aprendidas en su infancia o juventud. Y aquí encontramos varios grupos: 

El grupo en el que prevalece una formación científica, se satisfará afirmado que la vida no es más que un proceso de lucha por la supervivencia, de adaptación progresiva al medio ambiente, de evolución de un proceso orgánico, etc.

El grupo en el que predomina el aspecto religioso tradicional nos dirá que la vida es el campo de experimentación creado por Dios, para que el hombre, luchando por el bien y en contra del mal, merezca ganar la felicidad o la condena eterna.

Existe también el grupo de los que mantuvieron durante un tiempo una visión idealista de la vida, pero que ante los fracasos y desengaños, o bien presionados por incentivos más inmediatos, se refugian en el escepticismo adoptando una filosofía que les parece “más realista”. 

Hay otras personas que, después de haber hecho varias incursiones en el terreno de las más variadas escuelas filosóficas, acaba con un lio tan tremendo en su cabeza que ya no consiguen mirar nada por sí mismos y solamente saben pensar en términos de tal o cual “autoridad”.

Algo parecido sucede con los que después de haber descubierto que en todas las grandes religiones, así como en la teosofía y el ocultismo, hay cosas excelentes, y que algunas grandes verdades y aspectos éticos son comunes o similares, acaban aceptando “un poco de todo”, resultando de ello un confuso y espeso “potaje intelectual”, que por su contenido de dudas e ideas contradictorias, anula toda posibilidad de trabajo espiritual concreto y positivo.

Hay también, claro está, es grupo enorme formado por los agnósticos, que con una pirueta lógica asombrosa, toma como punto de partida la conclusión firme de que al hombre le es totalmente imposible llegar a conocer nada verdadero sobre el sentido de su vida, si es que la vida puede tener realmente algún sentido. Y partiendo de esta postura “tan racional” ahogan desde su nacimiento cualquier deseo de investigar, cualquier intento de enfrentarse ante el problema con la mente abierta.

Las personas de estos grupos adoptan estas posiciones como una necesidad de afirmarse a sí mismos en aquello que afirman o niegan. Y parece que la necesidad de esta afirmación personal es más importante que la misma respuesta afirmativa o negativa al problema en cuestión. Incluso más importante que el mismo problema.

Creo que es principalmente esta actitud la que incapacita a la persona para ver y descubrir nada realmente nuevo. Es el gesto de hincharse a sí mismo en la pretensión de ser y estar completo en sí mismo. Y verdaderamente, en esta situación, en este estado, no hay sitio para nada más.

La otra actitud que también incapacita para ver y descubrir es la opuesta: la de encogerse. Es la actitud del miedo, de quien está en el mundo sintiéndose con el riesgo constante de ser gravemente lesionado, física o moralmente. Y necesita estar defendiéndose a base de ocupar el menor sitio posible, físico, afectivo y mental. Y por eso tampoco hay aquí sitio para nada nuevo.

Las únicas personas que tienen una oportunidad de descubrir alguna nueva verdad son las que con sencillez y sinceridad son capaces de enfrentarse con el mundo, con la vida, en esa disposición, mezcla de curiosidad, interés y admiración que siente el niño ante cada cosa nueva que se le presenta en su experiencia cotidiana, viendo en ella algo mágico y maravilloso que a la vez le atrae y exige ser desentrañado. Son las personas que ante la importancia del descubrimiento que presienten se olvidan de sus propias cualidades, limitaciones y problemas, para entregarse con todo su ser, abierto y receptivo, primero al tímido acercamiento y tanteo, y luego a la incondicional búsqueda y total penetración del misterio.

Extracto del libro:

Antonio Blay.- Plenitud en la vida cotidiana.- Editorial CEDEL, 1981. (capítulo primero) 

 

10 comentarios en “Actitudes ante la investigación del sentido de la vida”

  1. De las palabras de Antonio Blay podemos deducir que, por decirlo en un frase, a la vida que Es hay que ir con la vida que somos, pero en tu totalidad, sin ideas preconcebidas que, por definición, nunca podrán abarcar la complejidad de la existencia. La imposibilidad de encontrar respuestas a las preguntas que se plantean en el primer párrafo del texto nos debería dar fe de que afrontamos esta tarea desde unos determinados prejuicios de lo que son las cosas, aunque no nos demos cuenta de su existencia. Porque vemos la vida a través de unas gafas que ni siquiera sabemos que llevamos encima, ya que no nos cuestionamos el reflejo que nos dan. Quizá, a través de nuestras limitaciones para encontrar un sentido a la vida podamos averiguar qué ponemos entre ella y nosotros.

  2. La dificultad para encontrar respuesta es justamente lo que nos mueve a investigar; porque si ya crees saber o dispones de una respuesta que «te gusta» a la pregunta no te vas a molestar en averiguar la realidad. Esta pregunta: ¿que hago yo aquí? es la que nos lleva a la realización. A condición claro está, de no conformarnos con ninguna respuesta que no sea producto de nuestra experiencia personal.

  3. Os invito a leer de nuevo el texto y contestar estas preguntas:

    ¿Os reconocéis en alguna de estas posiciones que Blay enumera?

    ¿O sentís cómodos en ellas?

    También podéis contestar en pasado y explicar cómo habéis evolucionado. Yo por ejemplo, estuve aposentado durante muchos años en el agnosticismo. Pero claro, las ganas de saber seguían presionando. Y Blay me indicó un camino para satisfacerlas.

  4. En mi caso personal, yo también me encontraba entre el agnosticismo y la visión más científica, pero gracias al Trabajo ahora me encuentro en disposición de enfrentarme cara a cara con el mundo con voluntad de verdad y con un esfuerzo e interés por el crecimiento horizontal y vertical y por lo que pueda aportar en ese aspecto a los demás.

  5. Pues yo me reconozo en alguna de ellas, si,
    la buscardora tanto en aspectos filosoficos como religiosos, y reconozco el hecho de haberme acercado a esta busqueda, desde un lugar, creo que sincero, pero con un enfoque erroneo, puesto que mucho de lo que aprendi paso a engrosar mis ideas, practicas, opiniones, tenia un peso…pero en el camino siempre vas conociendo momentos reales, a pesar de todas las posibles parafernalias y bueno, creo que lo que si he estado dispuesta en general, es a dejar caer cualquier supuesto o creencia, ante la evidencia de alguna verdad… estoy en ello. !

  6. Pues supongo que yo soy de las del potaje espeso porque una cosa que me confunde es que parece que se identifica religion y espiritualidad. Siempre pensé que eran cosas diferentes.

  7. Yo estaba situado en una posición religiosa, aunque no me encontraba nada cómodo en ella: la idea del infierno era una especie de negritud total y me producía ansiedad pensar que podía estar destinado a esa oscuridad eternamente. Pero el cielo tampoco era nada del otro mundo, o cómo mínimo no me parecía algo tangible; no imaginaba ni entendía qué narices haría la gente paseando eternamente por las nubes. Me deprimía mucho ese destino de todas maneras. La idea de tiempo infitito asusta, creo que la mente se cortocircuita con esta idea.

    Es bien cierto que por entonces no me daba cuenta, tal como dices Jordi Calm, que llevaba puestas las gafas del personaje, y que el estar enfocándolo todo el rato desde la perspectiva del personaje me producía ansiedad, sin opción a llegar ni de lejos a una conclusión filosófica definitiva o experiencia personal sobre el asunto que me permitiera un sosiego.

    Ahora no le puedo poner ninguna forma a mi destino, ya que no la tiene. Pero el caminar hacia la esencia de lo que somos es una experiencia de sosiego, autenticidad y seguridad que no precisa de ninguna idea ni conjetura. Se intuye como mínimo que la vida es continua, que uno es la vida en sí y que por lo tanto no hay nada que temer

  8. Para mucha gente la espiritualidad reside en un sistema de creencias que implican una moral y una determinada conducta. Para nostros la espiritualidad es una investigación qu enos lleva a la experiencia. Si crees que ya sabes no vas a investigar, ese es el probelma de las religiones.

  9. Era de los que pensaba que era imposible llegar a conocer nada verdadero a través del razonamiento, luego escuche a Blay, decía que existía la intuición y la experiencia, la sinceridad y sencillez para encontrar respuestas. Luego descubrí que ampliar, profundizar y elevar la conciencia (El Trabajo) es la única manera de ver, expresar y ser la Verdad. Personalmente puedo decir que veo la Verdad, pero la actitud de que comenta Blay es la que aún me juega malas pasadas, y me impide expresar y ser en Plenitud. Y no, no estoy nada cómodo en esta tesitura, con medianías no se alcanza la Verdad, hay que ir al 100% (y más) a por ello. Me quedan por resolver algunos miedos para poner mi potencial al máximo.

  10. Hincharse o encogerse. Parecen dos caras de la misma moneda: La falta de confianza que ocasiona basarse en esquemas. El primero teme que lo otro altere su mundo y planta cara ocupando todo sin receptividad. El segundo teme que lo otro anule su mundo y desaparece para evitar la diana. Por contra la actitud de naturalidad y sencillez es una actitud confiada que no teme hacer y deshacer, porque no se basa en cerrarse para atesorar esquemas sino en abrirse para investigar.

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