Ante una desgracia

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–Pregunta de un alumno:

Entonces, ¿qué actitud hay que tener con la persona que ha pasado una desgracia?

 

     Respuesta de A. Blay.–

     Bueno. Ya hemos dicho que la expresión ha de ser adecuada, y hemos dicho que hemos de comprender el dolor de una persona y aceptarlo. Hay que aceptarlo, como aceptamos el que un niño llore simplemente porque le han insultado, y aquello es una gran tragedia para el niño, y no es lícito que nos riamos de él, porque el niño vive aquello como una verdadera tragedia. Hemos de sentirnos comprensivos y participar de algún modo con aquello, pero no ponernos a llorar, y menos enfadarnos con el otro que le ha insultado. La solución está en hacer que el niño adquiera una comprensión un poco mayor, no en que todos nos pongamos a llorar juntamente con el niño y a decir que el otro es muy malo, como vulgarmente se hace: «¡Ah!, ¿la mesa te ha golpeado? Mesa mala. ¡Toma! ¡Toma!». Es decir, una cosa es que la persona, dado su estado delicado, diríamos, no admita un tratamiento y, por lo tanto, simplemente haya que mostrar una comprensión, una aceptación en su estado, y otra cosa es que se acepte el estado. El estado es inaceptable. Nosotros aceptamos a la persona que vive ese estado, pero la aceptación del estado es una especie de concesión transitoria, a la espera de que la persona salga de ese estado. Hay que ayudarle a salir, adaptándose, acomodándose a su modo de sentir, a lo que puede entender y comprender. Pero nunca hacer coro con la persona en sus lamentaciones; es absurdo. Una comprensión y una aceptación humana, sí. Pero una participación en el drama, no. En muchos casos, la prueba del afecto y de la verdadera ayuda consiste en que, si el otro puede resistirlo, le sacudamos y le digamos: «Despierta, no seas pelmazo, no llores por una cosa así. Despierta y sé tú mismo». Esto hay que hacerlo sólo si es propicio, si se puede. En caso contrario, más vale que no nos acerquemos a la persona durante una temporada.

 

     Todos somos humanos, todos sufrimos, todos nos lamentamos. Pero hemos de darnos cuenta de que este llorar es una expresión del niño que hay en nosotros, que no es la verdad lo que nos hace llorar; es la mentira, el infantilismo, el engaño, que persiste en nosotros lo que nos hace llorar. Y esto nos ha de hacer más sencillos, más comprensivos, cuando vemos que al otro le ocurre lo mismo. Porque también nos ocurre a nosotros. Pero una cosa es esta comprensión y aceptación de nuestro proceso infantil, una aceptación de la fase de crecimiento, y otra el sentirse obligados a formar un coro de plañideras.

 

Antonio Blay Fontcuberta. “Caminos de autorrealización”. Ediciones Cedel. 1983. Venta en https://autorrealizacion.org/recursos/trilogia-caminos

1 comentario en “Ante una desgracia”

  1. He leído el artículo varias veces. Es fantástico.
    Hace unos días, un amigo me explicó la situación que estaba viviendo. Él lo vivía como un drama y yo al principio también. Supongo que reviví experiencias pasadas. Me costó volver al centro porqué la confesión de mi amigo volvía una y otra vez a mi mente.
    En este punto, aparecieron estas palabras de Antonio Blay y fueron decisivas para comprender.
    Comprender que le pasa al otro y comprender que me pasa a mi respecto al otro. Y a partir de ahí, tener una perspectiva más amplia de la situación. Sólo en este momento, estoy más preparada para acompañarle.
    Muchas gracias Carlos por la selección del artículo.

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