¿Estamos en el camino correcto?

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Cuando se trabaja en serio, planteándose constantemente la obligación de mantener la autoconciencia en cada instante, eso va produciendo la progresiva desidentificación de los fenómenos que vivimos. Al cabo de un tiempo de practicar este ¿quién soy yo?, no como una fórmula mental que se repite mecánicamente sino tratando de buscar, de ver, de sentir, de descubrir con toda nuestra capacidad de percepción, este yo profundo que está viviendo la experiencia de cada momento, uno se desprende de lo que ocurre, de lo que sucede. Esto va liberando a la persona de cargas inútiles, de preocupaciones, y al mismo tiempo desarrolla una noción de mayor fuerza interior, mayor claridad, mayor decisión, y sobre todo un sentido amplio, profundo y claro de sí mismo.

Eso es algo que no puede ser dado por nada exterior, sino que se manifiesta de un modo espontáneo cuando le quitamos las cosas que le hemos puesto encima: las identificaciones. Entonces se descubre el yo; y descubrir quiere decir quitar lo que lo cubre; quiere decir quitar todas las cosas que yo estoy creyendo ser, quitar las falsas identidades producidas por identificación. Cuando yo voy tomando conciencia de mí en relación con cada cosa que vivo, estoy quitando una identificación que allí existía; y sólo por este hecho se va produciendo una liberación interior. Así, este procedimiento, esta exigencia, conduce ya durante el camino a unos resultados magníficos.

A medida que uno se acerca más y más a este centro –y uno se acerca al centro a medida que se va desidentificando de la periferia-, crece este resplandor interior, aumenta el sentimiento de grandeza y la fuerza interna se hace más y más patente, y es como si toda la vida de uno se transfigurase, cambiase. La experiencia de la Realización auténtica del yo central no es para ser descrita. Baste con indicar la razón de ser de este trabajo y apuntar esas señales que nos indicarán que estamos progresando por el camino correcto.

Muchas personas temen que al desidentificarse su vida pierda sabor, calor, pierda humanidad: «si yo me desprendo de mis sentimientos, si no me identifico con las situaciones, con las personas, quizá me convertiré en alguien frío, insensible, indiferente»; éste es su razonamiento. La verdad es que nadie por hacer este trabajo se ha convertido en insensible o indiferente. Las personas que son insensibles o indiferentes lo son no porque hayan buscado su yo, sino porque se han cerrado a vivir realmente unas experiencias, porque han bloqueado su capacidad de respuesta, porque no se han arriesgado a vivir valientemente las experiencias de la vida. Entonces estas personas se enfrían, se insensibilizan artificialmente porque se rodean de una muralla y no se abren a la experiencia, no la viven profundamente; y al no vivirla profundamente no pueden ahondar ni descubrir qué hay en el centro.

No creamos que nos convertiremos en personas frías, apáticas, indiferentes o menos humanas.

Viviremos realmente más independientes pero no menos sensibles. No nos afectarán tanto las situaciones pero las comprenderemos mejor. No estaré tan apegado a las personas pero, en cambio, me sentiré más cerca que nunca de su interior. Adquiriremos una auténtica libertad e independencia pero al mismo tiempo una mayor conciencia de proximidad interior con todo y con todos.

Éste es el síntoma del progreso: poseo una mayor conciencia de comunidad, de comunión interior con los demás, y a la vez respeto más su libertad, su independencia. No deseo poseer a la persona, no le exijo que me dé afecto ni obediencia a cambio de mi afecto o de mi obediencia; dejo al otro libre porque yo también me siento libre. Y éste es un signo de madurez. La persona va viviendo cada vez más una presencia interior que le da una paz profunda, una fuerza y una claridad que le posibilita poder desprenderse de los demás sin ningún problema, y eso, entonces, la convierte en persona capaz de vivir con los demás para aportar, para hacer, no para retener, no para exigir o utilizar a los demás. Es realmente un camino auténtico de realización interior.

«Personalidad y niveles superiores de conciencia». Antonio Blay Fontcuberta. Editorial Indigo. 1991.

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