Nuestras capacidades esenciales. Parte I (Miquel Cazaña)

Las capacidades esenciales del ser humano son capacidad de hacer, capacidad de amar y capacidad de ver. 

Estas capacidades se ejercitan sin problemas cuando uno es niño. En esos primeros años de vida el niño vive lo que Es sin demasiadas resistencias: es espontaneidad pura y fluye con la realidad de manera natural.

Pero, poco a poco, y de forma sutil, estas capacidades van quedando enterradas por la educación recibida; “preocúpate por los demás y los demás se preocuparán por ti”, “tienes que ser alguien de provecho”, “Cuidado con esto, cuidado con lo otro”. Una serie de directrices que nos hacen poner toda nuestra atención en el exterior de manera permanente, y en consecuencia olvidarnos de nosotros mismos. A partir de entonces la capacidad de ver, la capacidad de amar y la capacidad de hacer dejan de ejercitarse de una manera personal.

¿Por qué?

El problema, como siempre, empieza con la creación del personaje o ego, cuya función principal es y será preocuparse de que todo salga según sus previsiones. Eso es lo que hemos aprendido a hacer; estar todo el tiempo pendientes del exterior y preocupados por quedar personalmente bien.

¿Y cómo es la vida viviendo en el personaje? 

Un nido de problemas y potenciales dificultades que me pueden explotar en las manos en cualquier momento. Además, como el personaje tampoco va a dar más de lo que considere que ha recibido, las capacidades de hacer, amar y ver por mí mismo se vivirán como preocupación (falta de claridad mental), sufrimiento (falta de afectividad) e impotencia (falta de energía). Así se vive estando en el personaje.

¿Podemos revertir esta situación? 

Por supuesto. Hay que descubrir los mecanismos del personaje y comenzar a vivir desde el Yo Experiencia, que es el estado de conciencia en el que la realidad es un estímulo constante que me permite ejercitar mis capacidades esenciales.

Aunque también será necesario observar que, a pesar de que la energía, el amor y la inteligencia que somos estén y hayan estado al servicio del personaje, la búsqueda de reconocimiento del exterior y la necesidad de llegar a ser alguien importante -o por lo menos no ser alguien ridículo para los demás, según su punto de vista- han hecho que nos centrásemos en lucir en algunos campos que se nos daban bien y esquivar otros que eran un problema. Con lo cual, lo que normalmente sucede es que hay un desajuste entre nuestras capacidades; de los tres centros, hay uno o dos que están más desarrollados mientras los demás se han abandonado.

Dos ejemplos de la vida cotidiana: 

 1. “Fijaos cómo corre. Este niño va a ser un gran atleta, aunque para estudiar no sirve”. 

Desarrollo de la capacidad de hacer y poco desarrollada la capacidad de ver.

En este caso se trata de alguien que probablemente abandone muy pronto los estudios y se dedique a algún trabajo físico. Temerá y despreciará (por pura incapacidad) durante toda su vida las actividades intelectuales tales como escribir, leer, expresarse, etc.

2. “Menudo coco; es un investigador excepcional…Lástima que sea una persona tan fría”

Desarrollo de la capacidad de ver y poco desarrollada la capacidad de amar.

En este caso se trataría de una persona que valorará muy positivamente todo lo que sean hallazgos intelectuales y gente brillante haciendo discernimientos. Sin embargo vivirá con dificultades las relaciones afectivas, los aspectos que requieran sensibilidad…   

A partir de este texto, podemos reflexionar sobre las cuestiones siguientes:

¿Vemos claro que el personaje es siempre el problema?

¿Estáis de acuerdo en que el entorno nos ha llevado a desarrollar uno o dos de nuestros centros y olvidar los otros, en lugar de potenciar aquello en lo que teníamos dificultades?

4 comentarios en “Nuestras capacidades esenciales. Parte I (Miquel Cazaña)”

  1. Y tanto que estoy de acuerdo con esto del entorno. Fíjate, si no, en el caso de los futbolistas de élite, muestra exagerada, pero bien real, de tu primer ejemplo. A ver quien le dice a Cristiano Ronaldo que hay cosas más importantes que ser guapo, rico y gran futbolista, cuando absolutamente todo el mundo a su alrededor (salvo algún culé que se cuele) loa a los cuatro vientos las cualidades de su muy exhibido cuadriceps. Podríamos poner ejemplos hasta la saciedad de las consecuencias que han tenido para estas personas esta hipertrofia de si mismos. Y no hace falta ir a megaestrellas como Maradona, muchos futbolistas se pasan buena parte de su vida intentando encajar, con mayor o menor fortuna, el paso de ídolo a simple mortal. Y no hablemos de los boxeadores, que éstos, encima, los trompazos los reciben en la cabeza.

  2. Si, el personaje siempre es el problema, pero también es cierto que el que acusa al personaje de ser el problema es otra parte del personaje que se llama Yo ideal y lo juzga porque no le parece bien como le hace quedar, eso es a lo que yo llamo superpersonaje.
    Cuando estamos despiertos no juzgamos al personaje, estamos en una situación de pura visión; y lo que hace el personaje es tan comprensible, dado el entorno e información que tiene, que si algún sentimiento nos ha de producir es de pura ternura al igual que ocurre si vemos la ingenuidad del niño pequeño queriendo ser mayor y solucionar problemas que se le escapan.

  3. El mismo Antonio Blay califica de error y de problema la creación del personaje y el ver y vivir la vida desde su óptica. Y es que si se vive como un choque con la realidad y una distorsión se vive como un problema.
    Forma parte de la realidad a determinado nivel de conciencia y eso debe de conllevar paciencia y trabajo, pero a mí personalmente no me ha producido ternura en ningún momento, y si me la ha producido también ha conllevado complacencia, que es algo que me mantenía en el personaje.

  4. Estoy completamente de acuerdo con tu apreciación final de que el entorno nos puede llevar con mucha facilidad a desequilibrios en el desarrollo de nuestras tres capacidades. Un ejemplo muy claro, pero que en el fondo es ilustrativo también de otras realidades menos evidentes, podemos encontrarlos en los futbolistas de élite, personas que desde muy pequeños se han visto abocados hacia un tipo de vida en el que prácticamente todo ha girado en torno al balón y al desarrollo de sus facultades físicas. Como además, la sociedad los ha llevado en volandas a los altares de la popularidad, cualquier intento por parte de alguno de ellos por desarrollar otras facetas de su vida se ha visto sin duda lastrado por un entorno que loaba sus gracias, sus virtudes, y que pasaba por alto, si no alababa con el mismo afán, algunos de sus defectos; siempre, eso sí, que siguieran metiendo goles, o parándolos. Cuando el paso del tiempo acaba por desdibujar la burbuja en la que vivían, el simple paso a una vida más ordinaria, lejos ya de los focos y los vítores de la afición, ha sido para muchos de ellos una tarea ardua, a pesar de gozar en muchos casos de una posición económica mucho más desahogada que el resto de personas. ¿Conocéis vosotros otros ejemplos menos ostentosos pero igualmente válidos para corroborar la afirmación de Miquel?

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