Está muy de moda hablar de autoestima y, además, se supone que la tienes que tener alta. Hace pocos años, lo que se consideraba correcto era ser humilde y darse cuenta de los errores que habías cometido; ahora lo que prevalece es ser un líder, porque tener la autoestima baja es sinónimo de personalidad tóxica, repudiada por todo el mundo y en primer lugar por ti mismo.
El referente de esto es que hay un tipo de personalidad que está de moda, que todos alaban y que tú no la tienes. De manera que te comparas con esa personalidad modélica y sales malparado. Es decir, que haces un juicio negativo de ti mismo y, claro, no te gustas, no te valoras. Te valorarías si fueses diferente.
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El ser no tiene forma, o sea que no se puede valorar ni aceptar. Sólo se puede valorar y aceptar la forma de ser. Y tenemos una forma de ser concreta que, por definición, es limitada, o sea que perfecta no puede ser. El ser es perfecto, pero la forma no. Ahora bien, todas las formas son diferentes: ¿quién decide que una es mejor que otra? La mejor manera de ser para mí es la mía, porque la tuya no la puedo utilizar. Entonces ¿Qué sentido tiene valorarla más o menos?
Más bien es al revés: se trata de ver qué es lo mejor que puedo hacer, aprovechando y utilizando la forma que tengo. ¿Y quién valorará lo que hago?: Yo, porque lo he decidido yo y lo he hecho yo.
Cuando soy capaz de poner toda mi lucidez, mi interés y mi habilidad al servicio de la realidad que me envuelve, estoy ejercitando la experiencia y eso me da seguridad y satisfacción, aunque no lo haga de una forma perfecta. El niño pequeño que, aprendiendo a caminar, dice a su padre “el nene solo”, no tiene segundas intenciones, no quiere agradar a nadie, solo quiere disfrutar de su capacidad de moverse. Todavía no ha oído hablar de autoestima.
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Las heridas de la vida no se deben vivir como un fracaso personal, sino como un aprendizaje. En los países más avanzados, la gente aporta al currículum los fracasos que han tenido porque dan puntos.
El ser lo somos siempre, lo que pasa es que lo olvidamos. Y nos buscamos a nosotros mismos preguntando a los otros si nos han visto y qué les hemos parecido. Pero su respuesta habla de ellos y de lo que piensan, no habla de nosotros.
¿Con quién se puede comparar cada uno de nosotros si somos únicos?
Sólo quiero hacer notar cómo perdemos el tiempo dando vueltas a falsos problemas como éste de la autoestima. Si nos queremos estimar solo vale la pena fijarse en nosotros mismos y en todo lo que hemos hecho en esta vida. A veces es mejor ser un poco más egoísta y cuidarse más de uno mismo que responsabilizar a los otros de la propia felicidad.
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Y añado que es necesario un cambio de nivel de conciencia sencillo, inmediato, que se produce cuando vivimos “el aquí y el ahora”. Cuando estamos en este estado, se paran los pensamientos y dejamos de juzgar, la respuesta es espontánea y surge de fondo y deja una sensación de lucidez, serenidad y seguridad que es la constatación de que Yo nunca soy mis pensamientos, ni mis emociones, ni mis actos. Es una experiencia que, repetida, va creando en el que la practica una sensación de invulnerabilidad. El problema es que, si no se tiene mucha práctica, dura poco.
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Tenerme presente en mi conciencia hace que mis pensamientos se paren y, por lo tanto, pueda dar una respuesta espontánea que surge del fondo. No hay juicios, hay una situación a la que es preciso dar respuesta. Ésta se produce sin segundas intenciones y sin dejar huella en el inconsciente; fluimos con la realidad.
Estar aquí y ahora presente en mi conciencia, sintiendo al que ve y responde, significa estar en contacto con el Yo esencial que me da esta sensación de seguridad y de invulnerabilidad, porque no hay posibilidad de ser agredida por el entorno.
Me parece que lo que toca ahora es hacer entender a la gente que ya está bien tal y como es. El hecho de ser diferente de los otros te hace único y necesario, no hay que perseguir un ideal para esconder la idea limitada que tengo de mí; eso es realmente lo que me hace perder “autoestima”.
Maria Pilar De Moreta. “Diàlegs essencials. 15 mestres de vida i 6 qüestions cabdals” («Diálogos esenciales. 15 maestros de vida y 6 cuestiones capitales»). Autoría compartida. Editorial Stonberg. 2020. Barcelona.
Traducido del catalán: Carlos Ribot.