¿Cuál puede ser la acción en el exterior?

Imagen propia.Muchas veces se plantea la pregunta de qué es lo que una persona que trabaja y vive todos los valores auténticos espirituales puede hacer en el exterior, es decir, es correcto que haga. Dijimos ya anteriormente que, en principio, la vida interior, desde cierto ángulo, nada tiene que ver con la vida exterior. La vida espiritual no tiene nada que ver con la vida material, en el sentido de que no se pueden vivir simultáneamente las dos vidas, porque son dos dimensiones distintas. No obstante, lo que decíamos hace poco es cierto: en la medida en que yo funcione de acuerdo con unas leyes, de acuerdo con unos estados de conciencia, yo necesitaré vivir al exterior con estas mismas leyes. Si no, sentiré que algo falla en mí, que estoy en contradicción conmigo mismo.

     

     Aquí se presentan dos problemas. En primer lugar, ¿cuáles son las labores idóneas, aptas para una persona que tiene aspiración espiritual? El segundo problema es ¿cómo puedo convertir mi vida en algo que sea realmente un servicio a los demás? Son dos enfoques, dos aspectos distintos.

 

     Existe un criterio, que yo considero fundamental, que nos indica cuándo nosotros estamos haciendo una labor espiritualmente útil para los demás. Este criterio es: una labor es positiva en el sentido espiritual justo en la medida en que:

 

     1°.– Conduce más al otro hacia su centro.

 

     2º.– Y, al mismo tiempo, conduce al otro hacia una conciencia más inclusiva de todo.

 

     Lo primero significa que conduce más a lo otro hacia lo que es su autenticidad, su verdad, su realidad profunda, su verdadera individualidad, es decir, hacia lo que es su libertad, su liberación.

 

     Lo segundo quiere decir que es ayuda todo aquello que permite a la persona ensanchar, ampliar, elevar la conciencia de lo que para ella es real, la conciencia en la cual él se siente participante, responsable. Pero a condición de que sea conciencia de unidad, de más realidad, de más responsabilidad y participación no le aleje, antes bien le acerque a su centro, a su individualidad, a su libertad; que ese esfuerzo en el trabajo para que viva más su autenticidad no le aleje, no disminuya en él su conciencia de unidad, de participación de responsabilidad, sino que la aumente. Y esto es algo que aparece muy difícil porque lo que suele ocurrir es exactamente lo contrario. En la medida en que una persona se interesa por su autenticidad, pierde conexión con las demás personas. En la medida en que uno quiere vivir más su libertad, más se desplaza, más se desintegra, más se desinteresa de los demás. Cuanto más yo quiero ser, menos me interesan los otros. Y, al revés, cuanto más me intereso por todos, por el hombre, por la verdad, por la justicia, más me desintereso, más me alejo de mi autenticidad, de mi individualidad, de mi libertad.

 

     El trabajo de desarrollo espiritual es trabajo en la medida que conduce, simultáneamente, hacia esas dos realizaciones: mayor profundidad, autenticidad, realización de sí, y mayor inclusividad, participación, integración en todo. Es una profundización y expansión de conciencia simultáneamente. No que una cosa tenga que hacerse a expensas de la otra. En la medida que se actúe de este modo, el trabajo será útil, será correcto, será positivo, será realizador para mí, para los otros. Esto nos dará la medida de la utilidad, de la eficacia de nuestro trabajo.

 

     Por lo tanto, si yo quiero ayudar a una persona, ¿cómo la ayudaré? La ayudaré en la medida que produzca en esa persona una mayor toma de conciencia y una mayor profundización, es decir, una mayor dinamización, actualización de su profundidad, de sus facultades profundas. Pero a condición de que esto consiga también integrarlo, que se sienta junto con los demás, con todo lo demás. Es decir, hemos de mirar primeramente esto en nuestra propia perspectiva individual: porque nosotros difícilmente conseguimos esto, y, si yo no lo consigo en mí, es evidente que no podré comunicarlo a los demás.

 

     Así, pues, será correcta, positiva, cualquier actividad en la medida en que esté destinada a subvenir a las necesidades reales de los demás como individuos y de la sociedad como un todo, y que subvengan a estas necesidades en sus dos aspectos, en el aspecto de mantenimiento, de consolidación, o en el aspecto de desarrollo, de crecimiento.

 

Antonio Blay Fontcuberta. Caminos de autorrealización. Tomo II, la integración trascendente. Editorial Cedel. 1982.

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