La Navidad interna modifica el exterior

Imagen propia, tomada en la calle

La Navidad, más allá de las luces brillantes, los regalos envueltos y las canciones festivas, lleva consigo un profundo significado espiritual que ha perdurado a lo largo de los siglos. Para muchos de nosotros esta temporada no es solo un evento anual, sino un momento de reflexión, y renovación espiritual.

     En el corazón de la celebración yace la historia del nacimiento de Jesús; el nacimiento de aquel que vino al mundo para traer luz, amor, vida y redención. Es un tiempo para recordar el regalo más grande de todos: el regalo de la gracia divina y nos invita a pausar y reflexionar sobre el significado más profundo de nuestras vidas.

 

     En su libro Personalidad y niveles superiores de conciencia, dice Blay: “Lo exterior se configura de acuerdo a lo interior porque es su efecto. Y en la medida en que nuestra conciencia se eleva, se ensancha y se mantiene abierta a esta Presencia activa de Dios, veremos cómo las cosas externas van cambiando por sí mismas. Esto nos recuerda aquella frase del Evangelio tan mencionada y tan poco entendida -y tan poco practicada- que dice: «buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será dado por añadidura». Esto es una ley exacta. Es algo de lo que podemos beneficiarnos todos sin que tengamos que hacer otro esfuerzo que el de mantenernos fieles, abiertos, conscientes, disponibles, a esta Presencia de Dios en nosotros.”

 

     Son tiempos difíciles con conflictos y guerras crueles donde la polarización en lo “exterior” marca un camino errático que es imposible comprender desde la estrecha visión del personaje. Por eso la Esencia espiritual que encarna la navidad nos llama a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y a reconocer la importancia que tiene la actualización del Potencial que somos en tiempos de sufrimiento y oscuridad.

 

     La ayuda humanitaria debe ser un faro de esperanza en medio de la desesperación. Unámonos para proporcionar asistencia a quienes más lo necesitan, reconociendo que la compasión y la solidaridad son expresiones tangibles de nuestras convicciones espirituales más profundas. Recordemos que detrás de las estadísticas y los titulares hay vidas, familias y comunidades que sufren por un bando, y por el otro. Así que, a través de nuestras acciones humanitarias y espirituales se hace preciso trabajar todos juntos para construir puentes de entendimiento y reconciliación. Esto hará que la comprensión mutua reemplace la enemistad y que podamos encontrar un camino hacia la paz, donde todas las personas puedan vivir sin miedo y con la esperanza de un futuro mejor.

 

     En resumen, la Navidad es mucho más que una festividad; es un recordatorio anual que trasciende las diferencias individuales y culturales, uniendo a las personas en la celebración de valores universales que nos conectan como seres humanos. Pero como siempre decimos en ADCA, esto no se puede quedar en un catálogo de buenas intenciones… cada uno desde su interior tiene que transformar su exterior.

 

Feliz Navidad.

Imanol Cueto Mendo. Presidente de ADCA.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio