Siempre había sido una persona que daba muchas vueltas a las cosas y además, pensaba que esto de pensar mucho estaba bien. Alrededor de los 40 años tuve la experiencia de saber lo que es sentirse mal psicológicamente. Durante aquella situación mis pensamientos se volvieron obsesivos y totalmente irracionales.
Con las premisas de la “psicología cognitiva”, pensé que todo lo debería y podría controlar con la mente, con mis pensamientos, que los debería cambiar por otros más positivos y que además tenía que cambiar, evidentemente para ser mejor: más fuerte, más segura, más simpática,.. y lo que pasó fue que me lie mucho más… Seguía siendo esclava de mis pensamientos, aunque tratara de hacerlos positivos.
El salto importante vino cuando comencé el Trabajo de la mano de Jordi y Maria Pilar.
Una de las primeras cosas que me dijo Mª Pilar fue que yo no era mis pensamientos. Algo tan sencillo como eso, que ahora me parece tan obvio en aquel momento fue como si me quitara una gran losa de encima. Realmente estaba totalmente identificada con ellos. Tomar conciencia de ello fue la única forma de revertir esta identificación.
Otra cosa que también aprendí fue que cuanto más me esforzaba en parar mis pensamientos más atención les prestaba y conseguía el efecto contrario. No debía luchar contra ellos, lo que debía hacer era despertar. Despertar, como ya sabemos, es hacernos presentes en nuestra conciencia, darnos cuenta de nosotros a la vez que atendemos el exterior, es percibir nuestra presencia en este momento de la realidad, acordarnos de nosotros. Pero acordarnos de nosotros no es lo mismo que pensar en nosotros: si lo estamos haciendo bien o mal, si tenemos que mejorar, si tenemos que cambiar nuestra vida. Acordarnos de nosotros es darnos cuenta de nuestra presencia, aquí y ahora. El acento está en la conciencia de sujeto porque siempre nos percibimos pensando, haciendo o sintiendo algo pero aquí se trata de percibimos con independencia de lo que pensamos, sentimos o hacemos.
Una de las características de cuando estamos despiertos es que no hay pensamientos. También desaparece el juicio. La visión se hace más clara y nítida
No está prohibido pensar. El problema es cuando nuestros pensamientos caen en la mecanicidad del personaje. Podemos trabajar para desarrollar un pensamiento más crítico como es el trabajo de filosofía. Pero lo más adecuado es sustituir el hábito de pensar por el de ver. No se trata de dar vueltas a las cosas sino de mirarlas con suficiente intensidad y profundidad para comprender el significado. Y esto exige MIRAR con INTERÉS para VER.
Mirar es ejecutar la capacidad de ver. Podemos llenar la cabeza con muchos conocimientos pero eso no nos hace más inteligentes. La inteligencia es la capacidad de ver, de comprender, de penetrar en la verdad, el sentido o significado de las cosas (Blay).
Mirar con la intención de descubrir: esta es la premisa. Luego viene la solución, la certeza de lo que tienes que hacer. La certeza es interior: hasta no tenerla has de seguir mirando. Lo importante es que yo aprenda a descubrir por mí mismo lo que está pasando. Esto quiere decir que es necesario que se despierte en mí un gran interés para descubrir lo que está pasando, No para juzgar. Es una observación de cara a un descubrimiento. Por lo tanto, es esa actitud de descubrimiento la que uno ha de aprender: estar interesado en observar lo que está pasando.
Observar no es pensar. Observar es un acto simple por el cual yo dirijo la atención para ver, no para teorizar, para comparar, para interpretar nada, sino para ver. Observar es un acto que deja mi mente disponible para vivir en presente lo que está pasando. En cambio, cuando pienso quedo absorbido por el objeto que estoy pensando y cerrado de cara al exterior. Cuando observo puedo estar atento, viendo lo que pasa en mí y a la vez abierto a lo que pasa alrededor de mí.
Distinguir entre mirar y pensar: pensar es un proceso de relacionar ideas. Mirar es un acto simple, no hay ideas o, si las hay es para dar nombre a lo que se está viendo. Por eso deja disponible la mente. En cambio, pensar es razonar, con sus premisas y conclusiones. Blay decía que no es ningún pecado pensar pero sí un retraso mental. Con el pensar no descubrimos, con el mirar sí descubrimos. Si estamos interesados en conocer la verdad de eso, miraremos tratando de conocerla. Es un trabajo que se ha de hacer con ganas. Mientras conocer la verdad sea una especie de lujo o curiosidad, uno no dará paso de soltar la mente. Y entonces eso viene, primero como sombras. Y es instantáneo ver la cosa y la verdad de la cosa.
Debo mirar a la vez que estoy viviendo, sobre la marcha, mientras las cosas están funcionando, para descubrir la dinámica que está funcionando; si me paro y empiezo a mirar, no veré nada. Esto puede ser difícil al principio así que hay que ejercitar: que uno esté totalmente en la acción y a la vez totalmente despierto. Pero también se puede hacer en diferido, al menos al principio.
Puede pasar que tratemos de mirar y no veamos. Entonces se trata de que sigamos observando. Mientras no veamos, hemos de seguir mirando y esa actitud ha de ser constante. Cuando yo aprendo a seguir observando se desarrolla una capacidad de visión en profundidad y esto me permite ver justo lo que hay detrás de esa apariencia. Es decir, que se va desarrollando la atención profunda que trae consigo la realidad profunda. Dice Blay que yo puedo estar teorizando y podré, probablemente equivocarme, pero si yo miro llegaré a penetrar en aquello y entonces para mí será una visión inmediata y evidente.
El ver nunca engaña, puedo ver poco de momento, pero nunca engaña. Lo que engaña es interpretar lo que veo y por eso el desarrollar esta capacidad de ver, de estar atento, es el modo de llegar a descubrir con certeza las cosas.
Miremos, con la mirada del niño, con su capacidad de sorpresa, de asombro; su afán por conocer, descubrir y disfrutar de la vida.
Carmen Vinagre Sánchez. Socia de ADCA.
Imagen: Pixabay
Aula Magna emitida el día 17 de septiembre de 2022
Genial Carmen
Gracias, Isabel