El advenimiento y el progreso de la edad espiritual

 

…La única cosa esencial que debe tener absoluta prioridad, es la conversión de la totalidad de la vida del ser humano a la supremacía del Espíritu. La clave, no es el ascenso del hombre al cielo, sino, al contrario, su ascenso, aquí en la tierra, en el Espíritu, y el descenso del Espíritu en su humanidad ordinaria y la transformación de esta naturaleza terrestre. Es esto y no una salvación post mortem, lo que constituye verdaderamente el nuevo nacimiento esperado por la humanidad como coronación de su larga, sombría y dolorosa marcha.

 

     Así pues, los individuos que más ayudarán al futuro de la humanidad en la nueva era serán aquellos que reconocerán que una evolución espiritual es el destino del ser humano, y por consiguiente, su necesidad primordial…Pondrán especial cuidado en evitar el error de creer que este cambio puede efectuarse por medio de mecanismos e instituciones exteriores; ellos sabrán y no lo olvidarán jamás, que la transformación ha de ser vivida interiormente por cada hombre o, de lo contrario, jamás llegará a ser una realidad para el linaje humano. Aceptarán en su sentido más profundo la visión interior característica de Oriente que exhorta al hombre a buscar dentro de sí el secreto de su destino y de su salvación; pero reconocerán también, aunque dándole una orientación diferente, la importancia que con toda justicia Occidente concede a la vida y a esa norma general de la existencia que recomienda hacerlo todo de la mejor forma que se sepa y pueda. No convertirán la sociedad en un sombrío telón de fondo para un pequeño número de luminosas figuras espirituales, ni en una base rigurosamente cercada y ligada a la tierra, destinada al cultivo de la flor, estéril y relativamente infrecuente de una espiritualidad ascética…En ésta, como en todas las grandes aspiraciones humanas, una declaración a priori de imposibilidad es signo de ignorancia y debilidad…Con el esfuerzo se resolverá la dificultad. Se ha de llevar a término un verdadero comienzo; el resto es obra del Tiempo con sus súbitas realizaciones o su larga y paciente labor.

Sri Aurobindo “El ciclo humano”. Edita Fundación Centro Sri Aurobindo. Barcelona 2002. Con su autorización.  Extraído de las páginas 341 y 342.

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