El ejercicio de despertar

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Lo habitual es que la gente busque en la espiritualidad un remedio para los problemas que tiene el personaje con el que se ha identificado. Y claro, esto no constituye el verdadero problema; el verdadero problema es esta identificación: el personaje en sí es el problema; no las cosas que nos presenta como dificultades.

     La cuestión es que uno no se puede desidentificar por real decreto; para desidentificarnos de algo, tenemos que ver claro que nos somos ese algo, tenemos que verlo como un objeto, y esto implica que el sujeto se sitúa en otro punto de la conciencia desde el que puede observar aquello que antes creía ser. Y esto no puede ser una idea, ha de ser una experiencia.

 

     Todo lo que antecede deja de ser una teoría en el momento en que se descubre experimentalmente la realidad de un estado de conciencia superior natural y no alienado. Si esta alienación reside en la identificación con los objetos, despertar significa prestar atención y tomar conciencia del sujeto. Y ¿cómo se puede experimentar el sujeto?: separándolo y diferenciándolo de cualquier objeto.

 

     No solo son objetos los objetos físicos, también lo son los pensamientos, las emociones y los actos. El sujeto es el propietario de los objetos, el que los produce y, a continuación puede observarlos. Así que lógicamente es algo distinto de ellos, tiene entidad de por sí. Esta entidad es la capacidad de pensar , sentir y hacer; de producir ideas, pensamientos y actos. Es decir: su entidad es su identidad, la identidad genérica (1).

 

     El sujeto no es nada que se tenga que conseguir y encontrar. Ya es; seguro que está aquí y ahora. Sólo hace falta prestarle atención. Es cuestión de recuperar parte de esta atención que desde la educación tenemos proyectada hacia el exterior, para enfocarla en nosotros mismos; no en lo que hacemos sino en el que hace.

 

     Llamamos despertar a estar presentes en nuestra conciencia. No hablamos de despertar en un sentido figurado sino real. Despertar implica pasar de un estado de conciencia a otro distinto. Por ejemplo: de sueño profundo a sueño ligero, de sueño ligero a duermevela o de duermevela al estado que llamamos vigilia. ¿En qué se diferencian estos estados de conciencia? Se diferencian en el grado de percepción de nuestra presencia: cuando estamos en sueño profundo, no tenemos ninguna percepción de nosotros mismos; en el momento en que pasamos a un sueño más superficial empezamos a percibirnos soñando, en una fantasía onírica en la que pensamos, sentimos y actuamos. Y cuando nos levantamos de la cama nos hacemos conscientes de nuestro cuerpo y nuestras capacidades psicológicas, pero para ponerlas al servicio del personaje y de las cosas que tenemos que hacer; para tener y llegar a ser. Despertar del todo es tomar conciencia de nuestra realidad como sujetos y, por tanto, de que ya somos.

 

***

 

     Conviene distinguir entre percepción y conciencia: todos los seres vivos perciben su entorno y sus fenómenos internos, pero únicamente el ser humano puede ser consciente de ellos. No obstante, esta conciencia no se puede dar por sentada porque precisa la presencia del sujeto y, habitualmente, el sujeto brilla por su ausencia. Las plantas también perciben la luz del sol; si las ponemos en una habitación cerrada crecen en dirección a la ventana porque perciben que por ahí entra la luz. Ahora bien; ¿son conscientes de percibir?, parece ser que no, porque no tienen conciencia de sujeto.

 

     Ahora que estás leyendo estas frases, percibes lo que lees, y quizás percibes incluso lo que piensas acerca de lo que estás leyendo. Pero, ¿eres consciente de ello? Si toda tu atención está puesta en lo que dice el texto es imposible que seas consciente de ello. Para ser consciente tienes que destinar un poco de tu atención a percibirte a ti leyendo. Seguramente, de entrada, si pones la atención en ti para percibirte leyendo, vas a tener dificultades para entender el texto y tendrás que leer más despacio. Pero si consigues que en tu atención  haya dos cosas: el objeto (lo que lees) y el sujeto (tú, leyendo) podrás hablar de conciencia. Se trata de añadir algo que antes no estaba: tu presencia aquí y ahora haciendo lo que haces. Ya lo hacías antes, pero ahora te das cuenta de que lo haces tú.

 

Jordi Sapés de Lema. “El concepto de personaje en la línea de Antonio Blay”. 1ª edición. Editorial manuscritos. 2012. Madrid.

 

(1) En esta obra Jordi Sapés distingue el yo-genérico o identidad (capacidad de ver, amar y hacer), del yo-experiencia (la personalidad o el resultado de actualizar estas capacidades ) y del yo-público (cómo somos o creemos que somos identificados por los demás).

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