El personaje está basado en que se pretende ser algo y en que las cosas sean de determinada manera.
Es necesario identificar al “personaje” como a tal personaje.
El personaje se alimenta con sólo hacer funcionar la mente.
El personaje, de hecho, busca lo correcto: fuerza, felicidad, inteligencia; pero parte de una base falsa, incorrecta: de una “idea” de sí mismo, no de la realidad de sí mismo.
El personaje se siente protagonista muchas veces a través de sus carencias o desgracias; es el narcisismo a través del drama.
Es necesario descubrir que a lo que yo digo “yo”, es falso; es una identidad social, no es una identidad esencial, ontológica.
El concepto de “yo no valgo”, es un concepto comparativo. En sí mismo, uno vale por sí mismo.
Cuando “crees” algo, es el personaje quien lo cree.
Por evidencia, por reconocimiento de la verdad, llega un momento en que el “personaje” acepta su rendición al Ser.
“Es necesario que yo disminuya para que Él crezca”. Evangelio de Juan, 3-30.
El personaje no debe destruirse. Debe disolverse, reabsorberse.
Tenemos miedo de Ser; es el miedo del personaje, el cual sólo se puede afirmar a través de sus relaciones y de sus comparaciones con los demás.
El personaje tiene tres necesidades básicas: a) tener el afecto de los demás, b) ser valorado, y c) sentirse fuerte, poderoso. Por eso, el personaje sólo se mantiene a base de relación, sea hablar, rememorar, etc.
Un momento óptimo para “despertar” es el de la muerte, porque entonces todas las expectativas del personaje se van por los suelos.
Yo “creo” ser alguien. Por ello creo necesario llegar a ser o llegar a tener. Debe cesar toda pretensión de llegar a…; entonces hay Aceptación total.
Debes soltar el personaje desde la mente; pero para eso es necesario que estés detrás de la mente.
Antonio Blay Fontcuberta. Frases seleccionadas de sus conferencias y recogidas en el libro: “Palabras de un maestro”. Editorial sincronía. 1990.