Despertar

Ed Cedel

    Si todo el mal reside en el empequeñecimiento, en la rigidez mental, en el alejamiento del centro y en la superficialidad en que nos hemos encerrado, es evidente que lo único que nos puede redimir, el único medio para redescubrirnos, para volver a ser nosotros mismos, es una doble actitud: de apertura y de atención, porque esto sigue la dirección inversa de lo que nos está ocurriendo. Si estamos cerrados y oscuros, para corregirnos tendremos que abrirnos y estar más despiertos. Esta es la clave de la combinación de la puerta de nuestra mente. Si aprendiéramos a estar más abiertos ensancharíamos nuestro horizonte y si aprendiéramos a estar más despiertos descubriríamos mejor la naturaleza de todo cuanto existe dentro y alrededor nuestro. Pues no se trata de adquirir nada más, sino simplemente de descubrir lo que existe. Para eso se requieren sólo dos cosas: abrir y mirar. Y para poder mirar claro hay que estar mentalmente despiertos. O sea, que realmente lo que nos falta es cultivar más y mejor lo que ya  tenemos: saber mirar y saber abrir.

     En primer lugar hablemos sobre el mirar. Todo cuanto nosotros conocemos es en virtud de nuestra capacidad de toma de conciencia. Nuestro foco mental se dirige hacia fuera, hacia dentro, hacia arriba o hacia abajo y toma conciencia de algo que vive como realidad, sea una idea, una percepción exterior, un sentimiento muy elevado, lo que sea. He dicho que nuestra mente normalmente está adormilada, funcionando a media luz. Lo primero que hemos de aprender a hacer es que nuestro foco de atención, que es el instrumento que nos sirve para tomar conciencia de todo, para darnos cuenta de todas las cosas, luzca más, pues ahora está funcionando a un potencial bajísimo. En otras palabras, tenemos que despertarnos más, hemos de estar más lúcidos.

     Observemos los hechos. Todos podemos constatar que ahora mismo, si queremos, podemos estar un poco más abiertos, más despiertos, más lúcidos, más atentos, sólo un poco más. Este poco podemos vivenciarlo cada uno de nosotros. Mas, ¿por qué estoy unos ratos más lúcido, más despierto, y otros más dormido, más distraído y oscuro? Sencillamente porque estoy dejándome llevar de la inercia, de los hábitos que he adquirido, porque en la vida corriente he comprobado que viviendo así voy tirando y saliendo de apuros y que, además los demás viven también así. Si los demás fueran más rápidos que yo, me acostumbraría a estar atento y procuraría ser tan rápido como los otros. Si los demás fueran más listos que yo, me esforzaría en ponerme a su altura. Habría un estímulo externo que me obligaría a dar de mí mismo el máximo rendimiento en este sentido de estar más despierto. Pero como he encontrado ya mi «modus vivendi» mi fórmula de equilibrio social aunque no me guste, aunque me queje de ella, voy tirando, y me quedo amodorrado, adormilado en mi postura cómoda pero incompleta. Claro, la gran ventaja nuestra es que hemos adquirido hábitos y cuantos más hábitos y mejor adquiridos están, más tranquilos vivimos y menos hemos de pensar, porque todo se hace automáticamente.

     Pero es que los hábitos aunque son necesarios para que podamos hacer una cosa y atender a otra, no han de servir para ponernos a dormir encima de ellos. Hemos conseguido la gran ventaja de adquirir unos hábitos para tratar a la gente, para contestar al teléfono, para ir por la calle, para conducir, y gracias a ellos, en lugar de despertarnos más o atender a otras cosas, lo aprovechamos para vivir dormidos.

     El que tenga sincero anhelo de encontrar algo más real, más sustantivo en sí mismo y en la vida, ha de saber bien que lo primero que ha de hacer es despertarse, aprender a vivir al máximo su potencial de atención consciente. Y esto no en un momento de peligro o en una situación apurada, sino en cada instante de su vida. No hay absolutamente ningún motivo para que la conciencia en unos momentos esté muy clara y en otros muy oscuros. Si tengo interiormente el mismo potencial, éste lo he de actualizar y ha de ser para mí una constante. He de aprender a estar todo yo presente a mí mismo, todo yo despierto y lúcido en cada instante, aunque lo que esté haciendo sea liar un cigarrillo o tumbarme para descansar. ¿Por qué cuando estoy tumbado he de dejar de ser plenamente consciente?, ¿por qué he de estar interiormente durmiendo?, ¿por qué no puedo estar todo yo plenamente consciente y presente al hecho de que me estoy durmiendo? Esto se puede hacer; ¿por qué no he de aprender a tomar conciencia clara, lúcida, todo yo, de cualquier cosa que esté haciendo, sea soñar, reír, gozar, llorar, tener miedo o lo que sea?

     Si nos miramos un poco, veremos que nuestra mente sufre un apagón casi constante. Por eso, repito, la  primera providencia de quien quiera trabajar es despertarse y aprender a hacer que su mente esté funcionando con la máxima amplitud que sea capaz de dar de sí, con el máximo potencial. Que no parezca una bombilla de diez o quince bujías si tiene un potencial de doscientos.

     Esto no quiere decir que uno esté siempre con los ojos muy abiertos para que no se le escape nada. La atención es un estado interior, no es en absoluto un gesto exterior. La atención es el resultado de actualizar  todo yo mi capacidad de conciencia interna, no de poner toda mi capacidad hacia fuera. Es tenerla actualizada, vivirla, ser consciente de ella. En un momento dado necesitaré proyectarla hacia fuera y en otro momento tendré que dirigirla hacia adentro. Esto es secundario. Lo importante es que en todo momento la luz esté funcionando con los doscientos watios, no que lo haga unos ratos a doscientos, otros a  quince y otros a veinticinco.

     Ahora bien, esto sólo se puede conseguir mediante una práctica sistemática, y una repetición incesante del gesto de despertarse, de estar más presente a sí mismo en todo momento.

***

     Este es el camino de la realización interior, que puede tener muchas formas y muchos nombres pero cuyo eje central consiste siempre en que la mente aprenda a estar más despierta y más abierta. Y al decir  que la mente debe abrirse nos referimos a que desde la mente se abran también todos los resortes fundamentales de la personalidad, especialmente la afectividad.

     Como esto de despertar y abrirse parece tan sencillo, no lo hacemos. Encontramos más a nuestro gusto una cosa que sea complicada. Por eso necesitamos que nos den unas técnicas muy elaboradas, que consistan en hacer tal cosa o tal otra, un programa muy definido, muy concreto. Lo que hemos dicho parece que no puede ser tan fácil, tan sencillo, y creemos que debe haber un truco encerrado en algún sitio. Pero no; todo está encerrado dentro de nosotros y la forma de liberarlo es únicamente ésta. Nos cuesta ver toda la fuerza que tiene ese despertar, ese abrirnos, y aún nos cuesta más aprender a ponerlo en práctica de un modo constante en cada momento.

***

     Lo esencial es esto tan sencillo que he dicho. Lo que pasa es que uno ha de descubrir en qué consiste realmente este estar más despierto, que no estriba de ningún modo en crisparse, ni en presionar, sino simplemente en ser consciente, ser más yo mismo, en estar yo mismo presente, ¿a qué?, a lo que sea, a cualquier cosa. No hay que acentuar la cosa exterior que yo hago en aquel momento; no importa hacia donde se dirija la mente, da lo mismo su punto de apoyo. Que yo esté allí, que sea consciente de mí, que  pienso, pero no que esté pensando en mí, tampoco se trata de pensar; simplemente de hacer lo que hacemos en los momentos solemnes de nuestra vida, que sentimos como una resonancia interior, en que nos  vivimos muy presentes en aquel entonces.

     ¿Por qué guardar esa mayor conciencia de sí mismo para los momentos solemnes? Hemos de aprender a hacerlo constantemente, porque si yo soy esa plenitud de conciencia potencial que hay en mí, ¿por qué no la he de vivir constantemente? ¿Por qué he de esperar que me vengan a despertar zarandeos ajenos? Cuanto más pronto despierte, antes quedaré libre de los condicionamientos automáticos del exterior.

Antonio Blay Fontcuberta. Plenitud en la vida cotidiana. Editorial Cedel. Segunda edición. Barcelona. 1981.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio